Crítica: Concierto de Juan Diego Flórez en el Teatro Real

El tenor Juan Diego Flórez, con treinta años de carrera profesional y 51 años de edad, volvió a encandilar al público que abarrotó el madrileño Teatro Real en el concierto inaugural de la gira europea que está realizando con la Orquesta Juvenil Sinfonía por el Perú, el gran proyecto artístico y social del cantante peruano, bajo la dirección musical de la colombiana, Ana María Patiño-Osorio. Crítica Juan Flórez Teatro Real

El concierto ha mostrado que la evolución de la voz del peruano, llevada por caminos adecuados a ella, está en plena forma, con la belleza tímbrica y ese registro agudo privilegiado con el que se puede conquistar muchas plazas, que añadido a una depurada y efectiva técnica, le ha llevado a la cima del belcanto. La primera parte del concierto fue de Bellini a Verdi, pasando por compositores, que como entregaron la estafeta, estilísticamente hablando al de Busseto, como Gaetano Donizetti (1797-1848) y el poco conocido Matteo Salvi (1816-1887). El inicio fue el aria de Tebaldo, de I Capuleti e i Montecchi, con un recitativo bien construido que dio paso al aria en sí, donde la elegancia, intención y el uso de su paleta tímbrica, ya dieron los primeros calurosos aplausos. Con las páginas de Roberto Devereux donizettiano mostró la sabiduría en el fraseo, las medias voces y su dominio del silencio. Siempre solvente y con propiedad, dejó su impronta con el extraordinario uso de los reguladores en el aria «Angelo casto e bel» que Salvi compuso para la ópera Il Duca d’Alba que Donizetti dejara inacabada. También dio buena cuenta, mostrando los límites de su caudal sonoro, con el aria «Je veux encor entendre«, y el recitativo precedente, de la ópera Jérusalem de Verdi. El legato magnífico y los colores tímbricos bien diferenciados según la intención de las frases. En esta primera parte la Orquesta Sinfonía por el Perú presentó sus cartas con dos bien asentada páginas operísticas, en el arranque del concierto con la Sinfonía de la ópera Norma y antes del aria verdiana, con la obertura de La Forza del destino en la que se hizo evidente el escaso brillo de la sección de metales. Crítica Juan Flórez Teatro Real

La segunda parte tuvo una primera parada en el repertorio francés, con una preciosa y precisa interpretación del aria «Ah, leve toi, ¡soleil!” de Roméo et Juliette de Gounod; y también una más relajada y espumante “A mont Ida” de La belle Hélêne de Offenbach. La segunda parada estuvo en la zarzuela, cantada y contada con gran maestría por el peruano y con una Orquesta Juvenil Sinfonía por el Perú que se lució. “Al mismo rey del moro” de La alegría del batallón de Serrano, “Paxarín, tú que vuelas” de La pícara molinera de Luna y “Bella enamorada” de El último romántico del tándem Soutullo y Vert, dieron muestra de la excelencia del tenor peruano en este repertorio. El concierto terminó, oficialmente, con la canción «Granada», bastante edulcorada pero con el efecto previsible de llevar al público al delirio y pasar rápidamente a los bises. Cinco en total, contando el solo magnífico que se marcó la orquesta con el preludio de la zarzuela el «El cóndor pasa». Flórez, guitarra en mano, susurró la canción «Paloma querida», de José Alfredo Jiménez, y «Que nadie sepa mi sufrir» y acompañado por la orquesta cantó estupendamente el vals «La flor de la canela». Para cerrar la noche, el tenor ofreció «Nessun dorma», quizá como un homenaje particular a Puccini, en el que se hizo evidente el caudal vocal.

La Orquesta Juvenil Sinfonía por el Perú y la maestra colombiana Ana María Patino-Osorio estuviera a la altura y sorprendieron por el gran nivel artístico que poseen. También fueron muy aplaudidos por un público que se lo pasó «pipa», como oí decir a unas damas en la salida del Teatro Real.