Por Daniel Lara Concierto Mariño Orquesta Madrid
Después de una rutilante y nada inadvertida presentación del sopranista Samuel Mariño en el Auditorio Nacional el pasado mes de febrero, el intérprete venezolano volvió a la escena madrileña con un nuevo espectáculo, esta vez en la sala roja de los Teatros del Canal, dedicado “a la mítica era de los castrati”, verdaderas estrellas del canto que encontraron su apogeo en el siglo XVIII, y en cuyo ambicioso y prometedor programa incluyó piezas de Haendel, Vivaldi, Scarlatti y Hasse, entre otros compositores del barroco. En una entrevista para Opera World, pocos días antes de la presentación, el sopranista venezolano exponía su intención de ofrecer un espectáculo que fuese “una experiencia, más allá de la música.” lo que, por cierto, cumplió con creces. El poco convencional convite reunió un público heterogéneo sobre el cual el simpático y extrovertido cantante demostró ejercer una particular e inexplicable fascinación. La estruendosa ovación que generó su entrada a escena, así como los aplausos que el público le dispensó cada vez que tuvo oportunidad, incluso en medio de las piezas, dejaron rápidamente a la vista que el recital giraría más en torno a la figura del ascendente joven intérprete que en la puesta en el valor de las piezas escritas para el repertorio de los castratos y que originalmente convocaban al concierto. Crítica: Concierto Mariño Orquesta Madrid
En lo estrictamente vocal, la presentación tuvo más sombras que luces, y es que Samuel Mariño ofreció poco, porque posee poco y aunque no pueden negársele sus buenas intenciones. Ya sabemos, “lo que natura no da Salamanca no presta.” Dueño de un timbre de soprano natural, el canto de Mariño tiene la particularidad de no recurrir al falsete para interpretar este tipo de repertorio. Su voz, muy limitada de color, de volumen y de armónicos, posee como principales – ¿o únicos? – atractivos: una gran facilidad para la ornamentación, una destacable precisión en las agilidades y una solvente afinación, lo que no impidió, no obstante, que algunos de sus agudos suenen tirantes, descontrolados, cuando no chillados o calantes. La vitalidad de sus interpretaciones, la profunda inmersión emocional que manifiesta en su canto, así como sus muchos toques personales y extra musicales, que incluyen glamorosos movimientos escénicos y un vestuario propio de un drag race, podrían ser los motivos que explican su éxito en un público que no pareció familiarizado con este tipo de repertorio y que, en lo estilístico, no exigió nada. El programa fue ofrecido sin pausa y se inició con el “Saevit tellus inter rigores” de Händel, servido con coloratura mecánica, algo desprolija, y un canto legato con el que llegó a buen puerto más por su intencionalidad que por su hechura. En las arias que siguieron hubo de todo y para todos los gustos.
El público pareció divertirse a más no poder con unas vocalizaciones de discutible gusto con las que compitió con la oboísta Michaela Hrabankova en el aria “Quella fiamma” de la ópera Arminio de Haendel, celebró el alarde de histriónica pirotecnia que impuso al aria “Morte col fiero aspetto…” de Marc’Antonio e Cleopatra de Hasse y se emocionó hasta las lágrimas con las medias voces descoloridas con las que construyó el “Care selve” de Atalanta de Händel y el “Che faro senza Euridice” de Orfeo de Gluck. No hubo grandes sorpresas, ni nada diferente a remarcar en el resto de las arias. Todo fue cantado igual y ovacionado del mismo modo. Totalmente eclipsada por la figura de Mariño, la orquesta de la Ópera Real de Versalles dirigida desde el violín por Steffan Plewniak pasó sin pena ni gloria. Atento a las necesidades del solista vocal, la agrupación musical historicista francesa cedió protagonismo ofreciendo una lectura musical en general discreta y rutinaria, salvo en el adagio de la Sinfonía al Santo Sepulcro en si menor de Vivaldi y en la interesante y poco conocida “Batallia” de Biber, piezas interpretadas, estas si, con ritmo chispeante, variedad de colores y cuidadoso estilo. Temiendo que el teatro se cayese abajo debido a la incontenible efusividad del público, Mariño ofreció tres propinas, entre ellas una olvidable versión de “Somewhere” de Leonard Bernstein acompañado apenas por una tiorba y un contrabajo. Antes de finalizar el concierto, el cantante agradeció las infinitas muestras de afecto del público, aprovechó para contar que en el pasado fue víctima de maltrato y acoso, y recalcó la importancia de la aceptación de todos aquellos que, como él, son diferentes.
Madrid (Teatros del Canal – Sala Roja), 20 de marzo de 2024. Recital de Samuel Mariño. Obras de G. F. Haendel, A. Vivaldi, A. Scarlatti, J. A. Hasse, H. I. F. Biber, C. Gluck, L. Bernstein. Concierto Mariño Orquesta Madrid
Orquesta de la Opera Real de Versalles – Stefan Plewniak, dirección y violín.