Por Juan David Giraldo Crítica «Così fan tutte» Bogotá
En estos tiempos en que el modelo de sociedad hace aguas por todos sus costados, en que los antiguos cánones de género han dado paso a numerosas variantes inclusivas de relaciones de amor y erotismo, la ópera de W. A. Mozart, Così fan tutte ossia la scuola degli amanti nos revela una coincidencia entre la segunda mitad del siglo XVIII y la primera del siglo XXI de actitudes y posturas y sensibilidades. Según el investigador Michael Levey, “el rococó no respetaba ni a la Iglesia ni al Estado.” El amor, la sensualidad y la cotidianidad resultaban temas más interesantes que las glorias espirituales o temporales. Por supuesto, son tiempos distintos, pero este juego poliamoroso, de intercambio de parejas, de equívocos, nos resulta supremamente cercano, mucho más comprensible a nosotros que a los contemporáneos del genio de Salzburgo y al siglo posterior. Muchos postulados del rococó son comunes a ambos tiempos, vuelven a tener vigencia, y contrarían los ideales morales burgueses post revolucionarios y los rígidos formalismos de los siglos XIX y XX. Crítica «Così fan tutte» Bogotá
Si Così fan tutte llegaba a representarse entonces, se le alteraba la trama o se acompañaba con una excusa al público por el contenido. Constanza Weber, la viuda de Mozart consideraba que el libreto no estaba a la altura; Goethe abominó la liviandad de la trama y Beethoven —admirador del compositor— encontró inmoral a Così y la salvada solo por la excelsa perfección de la música. Casi cien años después Wagner afirmaba que Mozart desperdició su tiempo trabajando en algo tan fútil. Fue entrado el siglo XX, cuando se repuso en los escenarios y músicos como Richard Strauss o intelectuales como Sigmund Freud volvieron a encontrar en los equívocos del rococó fuentes de inspiración y también de entendimiento de la forma en que funcionan las relaciones humanas. El vapuleado libreto, que parece escrito a cuatro manos por Lorenzo da Ponte y Mozart (“desafortunadamente” vivían ambos en Viena, por lo cual no existe correspondencia que hable de esa colaboración), empezó a ser valorado de manera justa por críticos y audiencia. En 1945 el musicólogo Edward Dent definió a Così fan tutte como “el mejor de todos los libretos de Da Ponte y obra cumbre entre las óperas de Mozart. El más perfecto que pudiese desear músico alguno, pero al que sólo Mozart haría justicia”.
Pues bien, pese a que han pasado ya 224 años desde su estreno, Così fan tutte —presentado en el Teatro Mayor Julio Mario Santo Domingo de Bogotá sigue levantando ampollas. La dirección escénica fue Marcelo Lombardero, quien completó así su explosiva versión de la trilogía de óperas del tándem Da Ponte – Mozart. Lombardero sitúa este drama giocoso en un balneario napolitano a finales de los años 1960. Algún quisquilloso asistente me señaló que le distraía que durante la obertura Don Alfonso dirigiera utileros y tramoyistas en la puesta en escena de lo que parece será programa televisión. ¡Yo le dije que bastaba con cerrar los ojos! Hay momentos de descarado libertinaje que tampoco me parecieron tan incómodos dado que se nos sitúa en plena “revolución sexual” y la transformación disfrazada de Guglielmo (el barítono Juan David González) y Ferrando (el tenor Pablo Martínez) en hippies era apenas lógica. En cuanto a le donne, la soprano rusa Nina Solodovnikova (Fiordiligi), suplió con sus dotes actorales ciertas falencias en el campo lírico. Para la mezzosoprano colombiana Paola Leguizamón y para la audiencia fue función memorable en su carrera. Ella sumó, a su Dorabella, chispa, desenfado y un altísimo nivel musical constante, ubicándose entre lo mejor de la noche.
Despina, a cargo de la soprano colombiana Manuela Tamayo, fue una criada divertida y tropical, inteligente y recursiva contraparte —con Don Alfonso— del ciego enamoramiento de las novatas muchachas y sus equívocos novios. Tal vez no fue tan convincente en sus transformaciones como doctor o notario y el vestuario no le ayudó. El bajo argentino Hernán Iturralde trasmitió al público su completa entrega al personaje de Don Alfonso. Como cantante supo retratar la sublime desilusión, y como actor la irónica lucidez del viejo filósofo. Dado que debe darse drástico castigo a las infieles Don Alfonso lo sentencia: “Yo sé cuál es: casarse con ellas.” Così fan tutte no es opera buffa sino drama jocoso. Jocoso pero drama del colapso del amor, de las relaciones, de la confianza. Ese mundo de incorrección política y social en el que se desarrolla no podía salir impune. Luego, no es difícil suponer, fantaseando, que la cabeza de Don Alfonso, y muy seguramente otros de los dramatis personae, rodará tres años después, en El Terror desatado entre septiembre de 1793 y julio de 1794. Crítica «Così fan tutte» Bogotá
La batuta del maestro mexicano José Areán dirigió acertadamente a la Orquesta Sinfónica Nacional de Colombia acompañada por el Coro Nacional de Colombia. Con el lujo de contar como asesor musical a Alejandro Roca. Cabe aquí destacar la labor de la pianista repetidora y clavecín acompañante en los recitativos de Beatriz Batista. Marcelo Lombardero estuvo asistido por un equipo solvente: El diseño escenográfico del argentino Diego Siliano, resultó versátil, desenfadado y muy útil para situar los equívocos en lugares mutantes. El vestuario de Luciana Gutman supo marcar los travestismos de la época del flower power. La iluminación de Horacio Efron fue errática por momentos, distrayendo la atención a la música excelsa o aturdiendo con excesos sicodélicos la trama.
Bogotá (Teatro Mayor Julio Mario Santo Domingo), 25 de febrero de 2024 Così fan tutte Ópera en dos actos. Música: W. A. Mozart. Libreto: L. Da Ponte
Director musical: José Areán Director de escena: Marcelo Lombardero Orquesta Sinfónica Nacional de Colombia
Elenco: Nina Solodovnikova, Paola Leguizamón, Juan David González, Pablo Martínez, Manuela Tamayo, Hernán Iturralde. OW