Crítica de Carmen de Bizet. B. Aires

Carmen2.Bizet.B.Aires
Teatro Colón de Buenos Aires23 de Abril de 2013
Discreto comienzo de temporada
El Teatro Colón de Buenos Aires abrió su temporada con «Carmen», la obra maestra de Bizet, amada por los operómanos y uno de los pocos títulos del género que superó el límite de los conocedores para estar en el oído de la gente común.
Tal vez por ello mismo, al asistir al teatro la mayoría va con ciertos pre-conceptos, con ciertos deseos y ciertos modelos que espera ver realizados en el escenario y para darle al «respetable» otra cosa se deben tener muy fundamentadas razones, mucho sentido, y una lectura que por novedosa y profunda justifique la controversia.
En la puesta del reconocido Emilio Sagi estas condiciones no se hallaron en plenitud y el resultado dejó una cierta desilusión.
El enfoque general, nos presentó una Carmen convencional, respetuosa de la tradición y sin novedades arbitrarias (aunque no se entendiera por que las cigarreras cantan un largo coro sobre el humo cuando ninguna -o casi- fumaba; o Don José diga en el final de la obra -«Uds. pueden arrestarme…» cuando en escena estaba sólo él y el cuerpo muerto  de la gitana)
El cambio de época de la acción, que parece una tentación difícil de resistir para muchos registas, no sumó nada nuevo y tras un aparente realismo, hizo perder gracia y color a más de una escena.
Las marcaciones de las escenas corales apuntaron al estatismo y todo el Coro Estable cantó la escena de las cigarreras y el humo del Acto I° y la escena inicial de la sierra del Acto III° sentado o tendido en el piso generando una imagen muy plástica en términos de cuadro pero que se vuelve aburrido para toda una escena.
Y es que el minimalismo puede correr el riesgo de vaciar de acción y de sentido algunos momentos, sobre todo en un escenario de las dimensiones del del Teatro Colón.
La uniformidad cromática de la escenografía de Daniel Bianco, árida y que estaba dominada por altísimas paredes y arcos de ladrillos encalados y un portón inmenso de tablas de madera casi tan grande como todo el fondo del escenario, también resultó desalentador.
Los intérpretes tuvieron un desempeño dramático muy bueno en el caso de Enrique Folguer y Fernando Radó, que se mostraron consustanciados con sus personajes (Don José y Escamillo) y sintieron cada palabra de manera de que el público también las sintiera. Otro tanto puede decirse de Marina Silva, Florencia Machado, Alejandro Meerapfel, Sergio Spina y Norberto Marcos como Frasquita, Mercedes, Dancairo, Remendado y Morales. No se entendió demasiado la razón para transformar a Lilas Pastia en un travesti, si recordamos que Lilas es un mesonero de las afueras de Sevilla.
Oksana Volkova como Carmen, , nos dio una encarnación estereotipada y fría, muy lejana del carácter popular del rol, aún en escenas de la fuerza dramática del trío de las cartas. Inva Mula, por su parte, parecía muy mayor para dar una jovencita de 17 años y en cada una de sus apariciones tuvo una propensión a encorvarse y retraerse sobre sí como si de esta forma diera cuenta de la ingenuidad de Micaela.
En lo vocal es indudable que Volkova tiene una estupenda voz, oscura, rica en armónicos y aterciopelada (aunque debería controlar una pequeña tendencia a engolar por momentos) y si pudiera sumarle una mayor expresividad estaría destinada a ser una de las grandes de la lírica. La mesura y el exceso de elegancia a veces resulta contraproducente en algunos roles, sin que esto desconozca que el repertorio francés se define por su sutileza.
Inva Mula que nos encantó en muchas encarnaciones que le hemos aplaudido en otras producciones y escenarios, nos dejó una Micaela más, pero por debajo de sus antecedentes.
Enrique Folger dio lo mejor de si también en lo vocal y cantó con entrega y compromiso. Lució un timbre grato, un caudal estimable y matizó con inteligencia. Una vez más dio cuenta de su calidad y de los estimables servicios que puede brindarle a nuestro Teatro.
Fernando Radó cantó con gracia en un registro de barítono lírico muy propio para el repertorio francés, aunque por momentos se lo vio un tanto ajustado; aún así su Escamillo resultó un acierto.
La actuación del Coro Estable, más allá de su estatismo, resultó musicalmente muy buena; lo mismo que el Coro de niños.
La Orquesta Estable respondió con oficio a la dirección un tanto anodina del Mtro. Marc Piollet.
En síntesis, el Colón presentó una Carmen más, por debajo de su tradición, discreta y que nos dejó esperando reencontrar esplendores que, ojalá, no se hayan perdido.
por el Prof. Christian Lauria
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