Quizá esta Elektra de Richard Strauss haya sido una de las únicas y novedosas grabaciones discográficas de una ópera completa en este año del 150 aniversario del nacimiento del compositor bávaro. De la mano del sello amarillo de la Universal se presenta este registro del 28 de enero pasado a partir de la versión de concierto que tuvo lugar en la Philarmonie de Berlin, con Christian Thielemann al frente de su Staatskapelle de Dresde, la misma orquesta que hizo vibrar a los atónitos y escandalizados espectadores de 1909 en el estreno de la ópera más audaz de su autor.
Según informan las notas que acompañan al doble compacto, el reparto que conforma esta grabación (lo más granado de la interpretación wagneriana del momento) se aprovechó para la versión de concierto de la ópera y posteriormente para el presente registro fonográfico ya que proviene originalmente de la producción escénica de la Semperoper de Dresde de ese mismo enero de 2014 debida a la directora artística de la Zurich Schauspielhaus, Barbara Frey.
Thielemann se erige a día de hoy como un gran baluarte de la dirección de ópera alemana, especialmente de los dramas wagnerianos (sus últimos Bayreuth están para corroborarlo). A pesar de sus logros pasados, su Elektra tiene más de sus defectos que de sus virtudes. Al frente de la orquesta de Dresde (una formación de gran recorrido y tradición en la música del bávaro, de la que insólitamente el Wiener Zeitung ha afirmado que es la mejor orquesta Strauss del momento), su lectura de la partitura es cromáticamente mucho más impresionista que netamente wagneriana. Y mucho menos straussiana. La visión de la obra es en general tan liviana y tan tenue que ni se intuye en el clima orquestal que se estén planeando ejecutar dos asesinatos. Apenas existe ambiente de angustia y ominosa tragedia. Continuamente da la impresión de que el maestro alemán tiende a pasar de puntillas entre pasajes y que la orquesta sea un mero acompañante de fondo del expresivo discurso de los cantantes, sin tomar parte activa en el drama. No se cargan las tintas en el aparato orquestal más que lo estrictamente necesario (cuando lo es y mucho en escenas como la entrada de Clytänmestra o en el propio asesinato de ésta y Egisto, en los cuales la orquesta suena más bien suave, no tan dramática como debiera). Tampoco se aprecia una especial recreación en colores ni detalles tímbricos, tendiendo hacia una general y excesiva ligereza orquestal, como si esta ópera fuera un mero juego virtuosístico de la orquesta. Bien es cierto que Thielemann obtiene al frente de una sólida y experimentada orquesta como la de Dresde momentos de gran calado expresivo (como esas dulcísimas frases de lirismo puramente straussiano en el primer monólogo de la protagonista y en el dúo de ésta con Orestes), y se le nota que conoce como ninguno la obra de Strauss, pero en este caso no se le pueden destinar las unánimes alabanzas que le han sido destinadas a este director en otras óperas, debido a que su visión de la partitura straussiana está plagada de las “ocurrencias interpretativas” tan caras a su batuta.
Tampoco ha ayudado gran cosa esta vez el trabajo de los ingenieros de sonido, ya que la captación del plano orquestal respecto a los solistas no ha estado del todo conseguida, apreciándose una cierta falta de equilibrio sonoro. Lo que sí está logrado técnicamente es conseguir la apariencia de registro en estudio de una grabación en directo, de lo cual nos apercibimos al finalizar los acordes finales de la ópera (no tan secos y contundentes como se desearía), cuando el público berlinés prorrumpe en una amplia y ruidosa ovación que demuestra a las claras que, a pesar de todo, la propuesta de Thielemann convenció unánimemente.
Respecto a las propias voces que integran este elenco encontramos grandes contrastes, comenzando por el rol titular, encomendado a la soprano dramática Evelyn Herlitzius (recordemos por encima de todo sus Brünhildes de años atrás en diversos Festivales de Bayreuth, muchas de ellas poco afortunadas). Es bien sabido que el papel de Elektra es un durísimo tour de force para cualquier soprano que se atreva con él y uno de los roles más extensos de soprano dramática: apenas tiene respiro en toda la hora media de que consta esta ópera de Strauss y en tanto que tragedia griega a la que asistimos, la hija de Agamenón se enfrenta continuamente a los personajes que se le presentan en escena. Por otro lado, la exigente tesitura vocal se mueve por todo el registro, con gran abundancia de ascensos a notas límite, por lo que es necesaria una voz robusta, resistente y que al mismo tiempo sepa matizar los pasajes recitados a veces en susurros o a media voz.
Todo esto sería lo ideal, pero a pesar de su marcada recreación expresionista, Herlitzius hace lo que buenamente puede mediante una voz ciertamente limitada que no llega a ser todo lo dramática que se le demandaría, con acusada tendencia al grito, registro desigual y heterogéneo con algún que otro grave y timbre vocal un tanto deslucido. De toda su aportación destacaríamos sus dos amplios monólogos, tanto el de entrada, acometido sin demasiada variedad expresiva (“Allein! Weh, ganz allein”) y el que desarrolla tras descubrir la verdadera personalidad de su hermano Orestes, donde al comienzo destina rasgos de muy deliciosa ternura (“Orest! Orest! Orest!”).
La Chrysothemis de la soprano Anne Schwanewilms es un amable contrapunto a la voz de Herlitzius. Pese a sus limitaciones y carencias, la cantante posee buen empeño dramático y teatral en escenas de máxima tensión que a Thielemann le cuesta realzar.
Todo cambia sin embargo al llegar a la malvada y sádica reina Klytänmestra, encarnada por la insigne mezzo Waltraud Meier (con casi 60 primaveras a sus espaldas). En este papel la cantante (sin ofrecer tanta caricaturización e intención como otras grandes mezzos de la historia que lo han dado vida) consigue moverse como pez en el agua a través de los registros del extenso texto monologar que le deparan los autores en el corazón de esta ópera. Un auténtico gusto escuchar a esta gran dama de la interpretación.
No menor reputación posee el bajo René Pape, un valor seguro en cualquier interpretación wagneriana que se precie, y que aquí en la del mesiánico y vengador Orestes, aunque intervención breve en su diálogo con Elektra, adquiere rasgos de una estremecedora autoridad, apoyado por su profunda e imponente vocalidad. Muy correcto el Egisto del tenor Frank van Aken, carente de histerismo. Por su parte, entre la amalgama de personajes secundarios y episódicos que recorren esta ópera en un acto se recoge la participación de la cantante Nadine Secunde como una superintendente y entre las cinco sirvientas se encuentra Simone Schröeder, otra de las voces habituales en Bayreuth.
Aunque lejos de convertirse en versión de referencia, la presente lectura de la ópera straussiana más iconoclasta nos permitirá hacernos una idea bastante aproximada del panorama actual de voces que se dedican hoy por hoy a la interpretación de este tipo de repertorio operístico así como a la personalísima visión directorial del universo straussiano por parte de Christian Thielemann.
Elektra (Richard Strauss). Reparto: Evelyn Herlitzius (Elektra), Anne Schwanewilms (Chrysothemis), Waltraud Meier (Klytänmestra), René Pape (Orestes), Frank van Aken (Egisto). Staatskapelle Dresden, Christian Thielemann (director). Deutsche Grammophon, 2014. 2 CD.
Germán García Tomás @GermanGTomas