Crítica de Como nací en la calle de la Paloma, en Madrid

Crítica de Como nací en la calle de la Paloma, en Madrid
Escena de Como nací en la calle de la Paloma

Madrid se celebra a sí misma con Como nací en la calle de la Paloma, un espectáculo que recorrió tres escenarios (Real Coliseo Carlos III en San Lorenzo del El Escorial, Teatro Real Carlos III en Aranjuez, Corral de Comedias de Alcalá en Henares) antes de llegar a la representación de esta noche en el Teatro de la Abadía.

Susana Gómez, directora de escena y dramaturga, no se anduvo con remilgos en la confección del guión para hilar los diecisiete número musicales ad hoc al argumento que nos estaban planeando los artistas en el escenario: la tensión amorosa en la pareja formada por un barítono en su madurez artística y una joven soprano sobrada de ambición para labrarse una carrera en la difícil profesión de cantante lírico. El tercer vértice del triángulo amoroso es el joven y atractivo pianista que les acompaña en el espectáculo que están representando. Gómez puso las dosis necesarias de humor para que la acidez con la que narra los obstáculos en la vida profesional de los cantantes no decantaran la representación hacia el drama puro y duro. No olvidemos que se estábamos allí para celebrar a Madrid, radiante protagonista estupendamente retratada en decenas de zarzuelas.

Desde el piano Brais Maceiras participó con eficacia a los requerimientos del guión y con pulcritud y esmero en el acompañamiento de las piezas de los maestros Moreno Torroba, Asenjo Barbieri, Alonso, Chueca, Sorozábal, Bretón y otros compositores. La soprano Eugenia Boix recreó con precisión al personaje encomendado y cantó con gracejo piezas como “La canción de la Paloma” o el “Tango de la Menegilda” y especialmente la bella romanza de Margot de la zarzuela Don Manolito. El barítono Luis Cansino se entregó con passion al personaje y mostró la versatilidad canora en piezas como “Noche madrileña” de La zapaterita, las Seguidillas de Marina o el cómico “Tango de Wamba” de El bateo. Especialmente lucidos fueron los tres duos interpretados, bien empastados en lo histriónico y en lo vocal, siendo el duo de La del manojo de rosas el certero final de brillante espectáculo.

El adecuado vestuario (Gabriela Salaverri) y un par de elementos de atrezzo fueron elementos suficientes para recrear con sutil y bella contundencia al contenedor y contenido del género lírico hispánico que hoy goza de buena salud, como quedó patente en los aplausos entusiastas del público a todos los artistas.

Federico Figueroa