Crítica de conciertos.Valencia y Madrid

Guillermo1 

 

Dos por uno

 

En el plazo de una semana han tenido lugar en dos conciertos dirigidos por el mismo maestro, Guillermo García Calvo. En Valencia y Madrid.

Obras diferentes y orquestas diferentes. En Valencia la Obertura de Las vísperas sicilianas de Verdi, Concierto para trompa y Orquesta de Brotons y La 2ª Sinfonía de Sibelius con la Orquesta de Valencia. En Madrid el programa incluía la 1ª Sinfonía de Beethoven, Sinfonía nº 1 de Mariné –estreno- y las suites nº 1 y 2 de Peer Gynt de Grieg con la orquesta de RTVE. Ambos obtuvieron un muy importante éxito.

Característica común a ambos conciertos fue el impulso lírico que el maestro supo darles. En ambos los profesores además de tocar estupendamente bien, cantaban sus instrumentos, cosa no habitual. Guillermo García Calvo procede el mundo lírico ha sido repetidor en las Staatsopern de Viena donde ahora dirige habitualmente ópera y ballet, y esa característica especial se nota y produce unos matices bellísimos y una elegancia sin igual. El cerebro dirige la emoción y transmite al auditorio una forma musical arrebatadora por su delicadeza y rigor. Un gran director con un gran futuro inmediato continuación del presente de éxitos. La obra de Verdi fue un verdadero prodigio y la de Sibelius dentro de su exquisita delicadez, grandiosa. En Madrid la partitura beethoveniana sonó a algo nuevo contodo Haydn dentro y los comienzos de un Beethoven que preanuncia el futuro. La obra de Grieg fue expuesta de forma magistral. Todo era canto y un sentido del rubato exquisito y ponderado.

Las dos obras españolas del siglo XX no pasarán a la historia, sin duda. La de Brotons es vacua; con una exageración en el solista que uliliza 4 trompas teniéndose que cambiar de sitio cada poco: caracola marina, trompa andina, trompa baroca y la mas moderna de pistones. Nada interesante; ni siquiera el trabajo del solista Javier Bonet. En cuanto a la de Meriné tiene un principio muy farragoso pero se endereza y llega a gustar con la introducción de los cellos con acompañamiento de piano y  más adelante los metales. Tampoco gran cosa.

Si es cierto que ambas orquestas están en un momento dulce y daba gloria no sólo escucharlas sino comprobar la intensidad de su interpretación.

Guillermo García Calvo es ya un director maduro para poder pensar en él como titular de una gran orquesta o, mejor, en un gran teatro de ópera. Infundiría savia nueva con una gran maestría entusiasmante.

                             Francisco García-Rosado