
No es Mozart un compositor demasiado habitual en la programación del Liceu de Barcelona, aunque – como ha ocurrido con otros muchos teatros – en los último 20 años su presencia es más frecuente que antaño. En lo que se refiere a Così fan tutte en el Liceu, se representó por última vez en el año 2004 y con un reparto más bien modesto. Vuelve ahora a la programación del Liceu y lo hace con dos repartos distintos, que en esta ocasión se pueden considerar como primero y segundo, puesto que los precios son distintos. La representación a la que ahora me refiero es la del segundo reparto, que ha contado con un cast bastante modesto, siendo lo más destacable la producción escénica.
La mencionada producción es la de Damiano Michieletto, que se estrenara en el Teatro de La Fenice de Venecia en Febrero de 2012. Con esta producción en La Fenice Michieletto coronaba el proyecto de la Trilogía Mozart-Da Ponte, presentadas las tres óperas en una visión moderna. La trama la trae el regista a tiempos actuales y, como ya he escrito en otras ocasiones, es inevitable que de vez en cuando las cosas chirríen, ya que lo que se oye no coincide con lo que se ve, pero en esta ocasión se hace de manera muy inteligente, cortando en ocasiones y cambiando en otras algunos textos.
Damiano Michieletto sitúa la acción en un hotel de lujo con un escenario giratorio, que permite muy rápidos cambios de escena. La escenografía de Paolo Fantin está muy bien hecha, mostrando la recepción del hotel, un lujoso bar, en el que no faltan chicas de alterne, la habitación de las damas ferrareses, y un pasillo con el ascensor. El vestuario de Carla Teti resulta muy adecuado a la trama, colorista y divertido, aunque habría sido más conveniente conseguir unos disfraces más creíbles para los albaneses, que únicamente resultan no reconocibles porque el libreto así lo dice. Buena también la iluminación de Fabio Barettin.
En esta producción que hemos podido ver de Così fan tutte en el Liceu, Don Alfonso es el director del hotel, mientras que los 4 enamorados son clientes y amigo del director, siendo Despina la camarera de piso. La dirección de escena es magnífica, consiguiendo unas interpretaciones estupendas por parte de todos los que actúan en el escenario. Traer la ópera a tiempos modernos tiene el inconveniente de que la trama resulta hoy muy poco creíble, pero está muy bien hecha y consigue que la diversión esté siempre asegurada. Hay momentos en que las exigencia de la producción inciden en el desarrollo musical, pero en conjunto se trata de una muy buena producción.
Josep Pons volvía al foso del Liceu y su dirección se puede considerar segura y eficaz, aunque se eche en falta una mayor delicadeza y ligereza, tan necesarias cuando de óperas de Mozart se trata. En general, los tiempos fueron excesivamente premiosos en algunas ocasiones La Orquesta del Liceu tuvo una actuación sin excesivo brillo, pero demostrando que los peores tiempos son cosa del pasado, aunque quede mucho camino por recorrer. El Coro no tiene mucha importancia en esta ópera, pero me temo que no es el estupendo grupo vocal de hace no más de dos años.

Como digo más arriba, el reparto vocal de este Così fan tutte en el Liceuera bastante modesto, incluso para ser un segundo reparto.
Fiordiligi fue interpretada por la soprano valenciana Maite Alberola, cuya actuación me ha resultado un tanto decepcionante. La evolución de esta cantante no es muy positiva en los últimos años. Sigue manteniendo un centro amplio y de calidad, pero le faltan otras varias cualidades para triunfar en Fiordiligi. Queda muy corta en agilidades, sus agudos son muy tirantes y destemplados y las notas graves son bastante huecas. Me dio la impresión de que ella es consciente de sus limitaciones, ya que se escapó en varias ocasiones de notas comprometidas, especialmente en Come scoglio.
Gemma Coma-Alabert es una habitual comprimaria en el Liceu y sus actuaciones son siempre satisfactorias. De ahí a cantar Dorabella hay una distancia muy grande. El mayor problema de la mezzo soprano catalana es que su voz no tiene calidad suficiente para Dorabella, aunque ella lo hace bien como intérprete.
David Alegret fue un insuficiente Ferrando en todos los aspectos. Es un tenorino de voz blanquecina, muy escaso de colores, y excesivamente monótono en su canto. Quedó por debajo de lo necesario en las arias de Ferrando, especialmente en Tradito, schernito. Por otro lado, fue el más flojo del sexteto como intérprete escénico.
El barítono gallego Borja Quiza fue un destacado Guglielmo en escena, con una voz atractiva y suficientemente amplia. Da la impresión de que no está convencido de que su volumen vocal es suficiente, que lo es, ya que de otra manera no se explica uno su afán por abrir sonidos, que afearon las interpretaciones de sus arias.
Otra catalana, la mezzo soprano Ana Tobella, fue una notable Despina, muy desenvuelta en escena y cumpliendo perfectamente como cantante. La voz no es extraordinaria, pero fue de lejos la mejor de las tres féminas en todos los sentidos.
Don Alfonso fue interpretado por el barítono sudafricano William Berger, que lo hizo bien como actor, pero vocalmente resulta muy modesto, con una voz de calidad escasa y un italiano más que discutible. ¡Cómo pude acordarme de Carlos Chausson!
El Liceu ofrecía una entrada que seguramente sobrepasaba el 80% de su aforo, con presencia más que notable de adolescentes en las butacas de platea. La presencia de jóvenes en la ópera es algo fundamental mirando al futuro y no cabe sino felicitarse por el hecho. Cosa distinta es el motivo que ha llevado a esta inusual presencia de jóvenes en el teatro. Les diré que la víspera de la representación quedaba más de la mitad del teatro por vender y, ante esta falta de acogida de la ópera por parte del público, el Liceu parece haber decidido hacer que jóvenes acudan al teatro. Me parece una buena iniciativa.
El público dedicó una cálida acogida a los artistas, aunque no hubo muestras especiales de entusiasmo.
La representación comenzó puntualmente y tuvo una duración de 3 horas y 23 minutos, incluyendo un intermedio. Duración musical de 2 horas y 50 minutos. Cinco minutos de aplausos.
El precio de la localidad más cara de este Così fan tutte en el Liceu era de 176 euros, costando 123 euros la butaca de platea. La localidad más barata con visibilidad era de 38 euros.
José M. Irurzun
Fotos: A. Bofill