Crítica de Dialogos de Carmelitas de Poulenc


 

Grand Théâtre de Burdeos. 10 Febrero 2013

 

El año 2013 es un gran año de celebraciones  musicales. A los bicentenarios del nacimiento de Giuseppe Verdi y Richard Wagner, se une el primero del de Benjamin Britten. Y todavía hay que añadir la conmemoración del 50 aniversario de la muerte de Francis Poulenc, lo que, evidentemente, no ha pasado desapercibido en Francia. Si hace un par de semanas Toulon ofrecía Dialogues des Carmelitas, ahora le toca el turno a Burdeos. Confieso que tengo una especial debilidad por esta ópera, que me parece una auténtica joya, y me alegro de haber asistido a esta representación, cuyo resultado ha sido muy satisfactorio en una pura valoración global.

 

La soprano Mireille Delunsch es una cantante muy habitual en Burdeos, en la que siempre ha destacado su temperamento y entrega a los distintos personajes que ha interpretado, más allá de su mayor o menor adecuación vocal a los mismos. Hacía su debut en una faceta nueva para ella, como es la dirección escénica, y tenia mucha curiosidad por ver cómo funcionaba en esta nueva faceta artística. El resultado ha sido muy positivo.

 

Creo que pocas óperas presentan tantas dificultades para transposiciones como Tosca y Carmelitas. La época es muy precisa en ambas, y también lo es la ubicación de las distintas escenas. A mi llegada al teatro me alarmé, al ver las fotografías del programa de mano, en las que se veía a los cantantes con ropas modernas. Fue una falsa alarma, ya que no había leído los pies de las fotos, en las que se aclaraba que habían sido tomadas durante los ensayos.

 

El trabajo de Mireille Delunsch resulta muy interesante, dentro de una concepción minimalista de la escena, centrando toda la atención del espectador en los personajes y sus vivencias dramáticas. La escenografía de Rudy Sabounghi apenas ofrece otra cosa que un muro de ladrillo al fondo, ambientando muy bien las distintas escenas con algunos elementos de atrezzo, incluida la guillotina en la escena final, permitiendo una gran agilidad en los cambios de escena. También el vestuario se debe a Rudy Sabounghi. Hay que destacar la labor de iluminación de Dominique Borrini, que adquiere un gran protagonismo y es parte importante para el éxito de la producción.

 

La dirección escénica de Mireille Delunsch es francamente buena, delineando perfectamente la esencia de todos los personajes, desde los miedos e inseguridades de Blanche de la Force, a  la rebelión ante la muerte de Madame de Croissy, pasando por la gran humanidad de Madame de Lidoine o el autoritarismo de Mère Marie y la simplicidad cautivadora de Sor Constance. La escena final la resuelve muy bien, aportando el único toque originalidad de la producción, al presentarnos al pueblo asistente a la ejecución con vestuario moderno, queriendo seguramente significar que la mayoría silenciosa asiste siempre a los grandes acontecimientos de la historia como testigo silencioso, sin intervenir, lo que siempre ha permitido las mayores atrocidades, basadas en su silencio cómplice.

 

La dirección musical estuvo encomendada  Nader Abassi, muy habitual en la temporada de ópera de Marsella en los últimos años. Su lectura ha sido francamente buena, en general, aunque hubo momentos en que abusaba de volumen orquestal, lo cual no está muy justificado en esta ópera y menos  con las voces a su disposición en el escenario. Salvando esos momentos, particularmente llamativos en el primer acto, su versión fue muy cuidada y delicada, sacando un buen partido a la Orchestre National Bordaux Aquitaine. Cumplió bien Coro de la Opera National de Bordeaux.

 

Blanche de la Force es la gran protagonista de esta ópera y fue interpretada por la soprano Sophie Marin-Degor, a quien ya había tenido ocasión de ver en el mismo personaje hace casi 4 años. Su interpretación escénica ha mejorado y resulta convincente. Vocalmente, resulta bastante corta en graves, con un centro de no excesiva calidad.

 

Geraldine Chauvet ofreció la voz más importante de todo el reparto en Mère Marie. El timbre es atractivo en el centro, canta con expresividad y tiene el registro alto un tanto comprometido.

 

Sylvie Brunet ha encontrado en Madame de Croissy un personaje a su medida y su escena de la muerte es verdaderamente emocionante. Muchas veces se tiende a dar este personaje a una vieja gloria en decadencia, que suelen salvar la papeleta con tablas y escasos recursos vocales. No es este el caso de Sylvie Brunet, que ofrece una gran identificación vocal y escénica con el personaje de la Primera Priora.

 

Cecile Perrin fue una convincente y muy humana Madame de Lidoine en lo escénico y problemática, como siempre, en el aspecto vocal. Esta soprano tiene una voz de escasa calidad en el centro hasta que uno se acostumbra a su timbre ingrato y se da cuenta de que Dios muchas veces da pan a quien no tiene hambre.

 

Helene Le Corre fue una adecuada Sor Constance, aunque su voz es minúscula. En cualquier otro teatro sería casi inaudible.

 

En los personajes secundarios Jean-Manuel Candenot hizo un muy deficiente  Marquis de la Force en términos vocales. El tenor Xavier Mas estuvo bien en el Chevalier de la Force, recurriendo a  falsetone en las notas altas. Cumplieron bien tanto Claire Larcher (Mère Jeanne) como Marie-Valerie Bry (Sor Mathilde).

 

El teatro ofrecía un lleno prácticamente total. El público se mostró cálido con los artistas, siendo las mayores ovaciones para Sylvie Brunet.

 

La representación comenzó  puntualmente y tuvo una duración total de 2 horas y 52 minutos, incluyendo un intermedio de 23 minutos y un par de breves paradas entre escenas. La duración puramente musical fue de 2 horas y 26 minutos. Los cálidos plausos finales se prolongaron durante 6 minutos.

 

El precio de la localidad más cara era de 87 euros. En los pisos superiores los precios oscilaban entre 44 y 66 euros.

 

Fotografías: Cortesía de Ópera Bordeaux

 

Copyright: Frederic Desmesure

 

 

 

José M. Irurzun