Crítica de Diálogos de carmelitas en Washington

Crítica de Diálogos de carmelitas en Washington
Escena de Diálogos de carmelitas en Washington. Foto: Scott Suchmann

La Washington National Opera ha justificado la programación de esta obra de Francis Poulenc –poco representada, por más que constituye un clásico moderno–, por la actualidad de su contendido. En un momento en que el Estado Islámico y diversas fuerzas han desatado una feroz intolerancia hacia la fe de otros, el martirio de las monjas del convento carmelita de Compiègne, durante el terror de la Revolución Francesa, puede ser visto con nuevos ojos. Aunque esa lectura actual es propuesta en el programa de mano por Francesca Zambello, responsable de la producción y directora artística de la WNO, la obra llega al público en su completo contexto histórico (incluido vestuario), sin ninguna referencia al presente o un intento de reinterpretación desde el hoy. La preservación de la todos los elementos religiosos e históricos de «Diálogos de carmelitas» concebidos por Poulenc para su estreno en 1957 (el libreto seguía frases de la pieza teatral del mismo nombre de Georges Bernanos, creada en 1949 y basada en una novela de 1932 de Gertrud von Le Fort), ayudan a contemplar como hecho real ­la ejecución por guillotina de las dieciséis monjas, ocurrida el 17 de julio de 1794, así como a comprender las circunstancias de su miedo a la muerte y su lucha por la fidelidad a los votos en su día realizados. Lástima que la regie no entendiera tanto de catolicismo como Poulenc o Bernanos, y las monjas pasaran todo el rato en escena santiguándose y en actitudes de rezo artificiales, lo que restó frescura a su movimiento coral y belleza visual a algunos de los momentos más sublimes. Esto último, por ejemplo, ocurrió en el canto a capella del Ave Maria: la encorsetada actitud de las monjas quitó elegancia y naturalidad a lo que debía ser una sentida oración.

Crítica de Diálogos de carmelitas en Washington
Escena de Diálogos de carmelitas en Washington. Foto: Scott Suchmann

El punto de vista narrativo de la obra de Poulenc es la joven Blanche de la Force, como ya ocurría en los antecedentes de Bernanos y Von Le Fort (quien buscó un nombre similar al suyo). En  los Diálogos de carmelitas en Washington ese personaje fue interpretado por Layla Claire. En su papel de mujer de origen aristócrata y poco ha salida de la adolescencia, el escaso dramatismo de su voz no menoscabó su interpretación, pero el peso vocal recayó en las mezzosopranos Dolora Zajick (Madame de Croissy) y especialmente Elizabeth Bishop (madre Marie). También destacable fue Ashley Emerson (hermana Constance). En un cuadro básicamente de voces femeninas, apenas quedó protagonismo para Alan Held y Shawn Mathey (el marqués De la Force y su hijo), cuyas voces tampoco sobresalieron. En su conjunto, el coro de monjas quedó corto de vibración, algo que fue más notorio en el caso del coro del pueblo, tibio en su reacción frente a la suerte de las religiosas (la gran nevada que estaba cayendo en Washington impidió la llegada al Kennedy Center de un cuarto del coro de la WNO; también provocó muchas cancelaciones entre el público).

La dirección musical del australiano Antony Walker fue correcta, pero se hubiera agradecido un ritmo menos acelerado en los recitativos, muy abundantes en la obra de Poulenc: apenas daba tiempo para leer los subtítulos.

Emili J. Blasco