Producción afortunada en todos sus elementos. La obra cumbre de Donizetti recibe un interesante trato visual, alegre ritmo y vocalidad de buen nivel en el mejor entendimiento del bufo decimonónico. Estupendos cantantes actores construyen la intriga divirtiéndose y haciendo reír en la sala sin caer en excesos caricaturescos. Los decorados procedentes de Rávena para este Don Pasquale en Las Palmas son esquemas suspendidos de ágil manejo. Con el mobiliario y el atrezzo rococó, integran una doble escena interactiva para subrayar la ficción teatral en la cámara neutra que aprovecha toda la dimensión del escenario del Teatro Pérez Galdós. Movimiento y gestualidad acaparan la atención sin estorbos, propiciando un juego actoral desahogado y expresivo. Aplauso al regista José Darío Innella, el figurinista Claudio Martín y el iluminador José Fernandez «Txema».
En el rol titular desarrolla el debutante bajo Lorenzo Regazzo una composición muy satisfactoria, combinando con inteligencia y mesura la proyección de la voz y los efectos cómicos. No es el viejo «gordo y decrépito» del libreto, pero convence como si lo fuera. También nueva en la plaza, la soprano argentina Mercedes Arcuri despliega su tesitura lirico-ligera con amplios medios canoros y un repertorio gestual idóneo para dar vida a la bribona y coqueta Norina, desde el aria de entrada hasta los brillantes dúos y concertantes. De parecidos recursos tesiturales, el tenor español Juan Francisco Gatell, no menos nuevo, canta un Ernesto canónico, rindiendo a tope en las dos arias y la serenata final. Nuestro bien conocido barítono Manuel Esteve diseña el Malatesta con los acentos idóneos para el enredador personaje. Y el canario Héctor de Arnas se presenta con fortuna en un desopilante Notario. Resumiendo, es un elenco equilibrado en volúmenes, con la compenetración que da sentido y coherencia a una obra en la que hay mucho -y nada fácil- que cantar.
Pese a ligeros desajustes rápidamente corregidos, el joven director castellonense Sergio Alapont bate a modo la vivacidad de la partitura, obteniendo de la Orquesta Filarmónica de Gran Canaria prestaciones afortunadas (el solo de trompeta del segundo acto es justamente aplaudido). El Coro de la Opera, con presencia única en el tercer acto, se ajusta bien al ritmo y el carácter, pero en la tarea de la directora Olga Santana sigue pendiente el redondeo de la cuerda soprano, que emite con dureza y un punto de estridencia.
Cinco producciones de Don Pasquale en Las Palmas en 48 temporadas parecen suficientes para dejarlo descansar y recuperar la extensión del repertorio que se iba afianzando en los programas de los últimos años. También hay vida más allá del belcanto, el verismo, el romanticismo francés e incluso Verdi. Y esa vida florece en todas las casas de ópera del mundo, como es constatable en los medios de difusión audiovisual.
Guillermo García Alcalde