Crítica de ‘El ángel de fuego’ en el Teatro Real: una psicosis lírica compartida

                                                                 crítica ángel de fuego Real Por María Pardo

La expectación generada por el estreno de El ángel de fuego de Sergéi Prokófiev en España no dejó indiferente a nadie. Si algo se puede comenzar diciendo de esta rareza lírica es que la música es desasosegada e inquietante para situaciones no menos sobrecogedoras de un tiempo en el que a una enfermedad mental se le asignaba la etiqueta de posesión demoníaca, por ignorancia de la gran mayoría y/o por la malicia de otros que ostentan el poder. Prokófiev ambientó esta ópera en Colonia en el siglo XVI. Calixto Bieito traslada la acción a los años 50 del siglo pasado, quizás para que el público empatice más fácilmente con la angustia de sus personajes. Los viste con un ropaje de colores neutros y propone un entorno inspirado en la idea de Freud de que la mente está compartimentada.

Detalle de la escenografía que representa «diferentes habitaciones de la mente de Renata»

La escenógrafa Rebecca Ringst –junto con el figurinista Ingo Krügler, el luminador Franck Evin, la diseñadora de vídeo Sarah Derendinger y la dramaturga, Beate Breidenbach, habituales colaboradores de Bieito que ya participaron con él en la producción del Teatro Real  Die Soldaten (2018)–, crean una especie de edificio en forma de cubo (y que nos recuerda inevitablemente al film Cube de Vincenzo Natali) con muchas estancias por las que van a moverse los intérpretes de una manera asombrosamente coordinada mientras este gira y se transforma en aquello que necesita la escena: una habitación infantil ocupada inapropiadamente por un señor mayor; la consulta médica de Agrippa von Nettesheim, donde se practican abortos; el salón señorial, territorio de Fausto y Mefistófeles, donde caballeros dan rienda suelta a sus más oscuros deseos; un desván opresivo; una habitación de hostal del tamaño de un zulo; el porche de entrada a una casa; unas escaleras interiores que conectan unas estancias con otras,… la casa va tomando la forma que la agonía existencial de Renata requiere en su búsqueda del ángel Madiel.

Ella cuenta a Ruprecht, quien la acompañará en su viaje por la locura y el ocultismo, que este ser (imaginario o no), se le presentaba a diario en su infancia y en su adolescencia hasta el día en el que quiso entregarse a él carnalmente. Enfadado, Madiel desapareció, volviendo a aparecer en la persona del conde Heinrich. Ambos inician una relación y, tras dos años de felicidad, el conde la abandona porque no soporta más la obstinación de Renata en que reconozca que él es el ángel Madiel. Desde entonces, ella lo busca. Protegida por Ruprecht, que se ha enamorado de ella y la acompaña a pesar de que lo rechaza, viaja hasta Colonia en busca del conde. Allí terminará en un convento donde entenderán su perturbación como una posesión demoniaca que hay que erradicar en la hoguera para purificar su alma. crítica ángel de fuego Real

Ausrine Stundyte (Renata), en ‘El ángel de fuego’ de Prokófiev

Una proyección constante del rostro de Renata sobre parte del edificio deja claro al público que se está asomando al universo íntimo y atormentado que hay en la mente de la protagonista. Otro elemento con significado es la presencia constante de la bicicleta, que simboliza equilibrio y autonomía. Al comienzo de la ópera, colocada sobre el suelo al revés, Renata la observa obsesivamente y maniobra un pedal con las manos. En otras ocasiones la usa para desplazarse, pero al final arderá en llamas para ser la hoguera a la que una sociedad perturbada la condena a morir. crítica ángel de fuego Real

Gustavo Gimeno, a cargo de la dirección musical, guio a la orquesta con conciencia absoluta de lo que ocurría en escena y con los acentos de tensión y relajación claros. Su interpretación de la partitura, respetuosa y orgánica, sacó lo mejor de la Orquesta Titular del Teatro Real, que sonó coordinada y compacta en todo momento. Asimismo, dio un soporte sensible y atinado al discurso vocal de los cantantes en su narrativa. Por su parte, el Coro del Teatro Real estuvo vocal y musicalmente correcto, como nos tiene acostumbrados, si bien la puesta en escena de Bieito no le sacó partido escénicamente. Su aparición sobre el escenario más relevante llegó al final, en la escena del exorcismo, en la que se comportaron como un grupo de zombis de los que podemos ver en las series de ficción contemporáneas.

Ausrine Stundyte (Renata) y Leigh Melrose (Ruprecht), protagonistas de ‘El ángle de fuego’ de Prokófiev

Los cantantes, sin excepción, impresionaron por su labor actoral. Demostraron estar muy bien dirigidos y reconciliados con sus acciones, de modo que el sonido de sus voces era una somatización de las circunstancias vitales de sus correspondientes personajes, aportando una credibilidad absoluta a la trama. crítica ángel de fuego Real

La soprano lituana Ausrine Stundyte ya mantiene una relación con el personaje de Renata desde 2016 y con el moldeado por Bieito desde 2017. En esta ocasión, la Renata que nos presenta es profunda, honesta e intensa, al igual que su voz. Su partenaire, el barítono inglés Leigh Melrose, también es otro habitual en este rol. Se mantiene a la altura dramática y vocal de su compañera. Es creíble, ingenuo, visceral e igualmente intenso. Su voz obedece con rigor a las exigencias del personaje.

Otro habitual en el equipo artístico de Bieito en esta producción es el tenor ruso Dmitry Golovnin como Agrippa von Nettesheim/Mefistófeles. Todo el brillo vocal de sus agudos va más allá de la orquesta acompañados de la serena perversidad que necesita este retorcido personaje. La mezzosoprano polaca Agnieszka Rehlis, como madre superiora y vidente, interaccionó con una voz propia para cada uno de los personajes que interpretó. El bajo finlandés Mika Kares como el inquisidor, la mezzosoprano georgiana Nino Surguladze como posadera, el bajo ruso Dmitry Ulyanov como Fausto y el actor alemán Ernst Alisch como el conde Heinrich/el padre, estuvieron brillantes, convincentes y apropiados en el conjunto de la obra. He de resaltar el excepcional trabajo mímico del tenor catalán Josep Fadó como Jackob Glock y doctor; la asombrosa calidad vocal y musical del barítono madrileño Gerardo Bullón como Mathias y posadero; el aplomo que el bajo barítono onubense David Lagares como camarero aportó a su personaje, testigo siempre presente como si pretendiera ser el propio demonio en el anonimato.  Las sopranos españolas Estíbaliz Martyn como primera novicia y Anna Gomá como segunda novicia, que se estrenan en el Teatro Real, supieron estar a la par que el resto de compañeros.

Josep Fadó (Jackob Glock / Doctor), Mika Kares (El inquisidor), Dmitry Ulyanov (Fausto), Ausrine Stundyte (Renata), Gerardo Bullón (Mathias/Posadero), Leigh Melrose (Ruprecht), David Lagares (Camarero) y Dmitry Golovnin (Agrippa von Nettesheim / Mefistófeles). Brutus (perro) en ‘El ángel de fuego’ de Prokófiev

Tenemos la oportunidad de ver en el Teatro Real hasta el 5 de abril esta estremecedora ópera del compositor ucraniano Prokófiev, antigua conceptualmente y joven en su alumbramiento. Quiere la casualidad que coincida en el tiempo con el conflicto de Rusia contra Ucrania, por este motivo todas las representaciones están dando comienzo con el himno ucraniano en solidaridad con su pueblo. El arte es universal y no tiene fronteras: por un lado, en El ángel de fuego podemos ver que la locura, la ignorancia, el abuso de poder son atemporales y que el ser humano puede quedarse impasible contemplando como unos inmolan impunemente a aquellos que están en desventaja; por otro lado, en la vida real de esta producción vemos cómo los artistas, independientemente de su lugar de procedencia en el mapa, son capaces de trabajar en armonía cuando se trata de crear algo más elevado que ellos mismos. Y de esta reflexión saco la quijotesca idea de que sólo el arte puede salvarnos de nosotros mismos. crítica ángel de fuego Real

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Teatro Real de Madrid, 22 de marzo de 2022. El ángel de fuego, música y libreto de Sergéi Prokófiev (1891-1953), basado en la novela homónima (1907) de Valeri Briúsov. Nueva producción del Teatro Real en colaboración con la Opernhaus de Zúrich. Director musical, Gustavo Gimeno. Director de escena, Calixto Bieito. Escenógrafa, Rebecca Ringst. Figurinista, Ingo Krügler. Iluminador, Franck Evin. Diseñadora de vídeo, Sarah Derendinger. Dramaturga, Beate Breidenbach. Director del coro, Andrés Máspero. Coro y Orquesta Titulares del Teatro Real. Reparto: Ausrine Stundyte como Renata, Leigh Melrose como Ruprecht, Dmitry Golovnin como Agrippa von Nettesheim/Mefistófeles, Agnieszka Rehlis como La madre superiora/vidente, Mika Kares como El inquisidor, Nino Surguladze como Posadera, Dmitry Ulyanov como Fausto, Josep Fadó como Jackob Glock/doctor, Gerardo Bullón como Mathias/posadero, Ernst Alisch como el conde Heinrich/el padre, David Lagares como camarero, Estíbaliz Martyn como primera novicia y Anna Gomá como segunda novicia.