GÖTTERDÄMMERUNG (R.WAGNER)
Nationaltheater de Munich. 15 Julio 2012.
Termina la Tetralogía wagneriana y lo hace de manera brillante. Un interesante espectáculo escénico, una estupenda interpretación musical y un reparto de nivel notable en su conjunto, donde Brünnhilde ha sido una auténtica diosa.
Andreas Kriegenburg corona su producción del Anillo con un Ocaso de los Dioses, que se convierte en una feroz crítica a la sociedad capitalista moderna y la crisis que ha generado, que supone el auténtico ocaso del sistema, no faltando en la escena inicial alusiones a la catástrofe de Fukushima. El Anillo y el oro del Rhin no son sino símbolos de poder, por el que se cometen todos los crímenes en la Tetralogía y no son pocos (Fasolt, Siegmund, Hunding, Mime, Siegfried, Gunther y hasta Hagen). En el final de la ópera es cuando me ha parecido entender de manera más clara toda la idea de Kriegenburg y el uso de los numerosos figurantes, que no resulta un capricho, sino algo profundamente estudiado. El egoísmo, el ansia de poder, la lucha por el oro, han traído consigo la destrucción – llamémosla crisis -, llegando a la Inmolación de Brünnhilde, devolviendo el oro a sus orígenes. Curiosamente, en los acordes finales del motivo de la Redención, aparece en escena todo el grupo de figurante vestidos de blanco, que acogen a la superviviente de la catástrofe (Gutrune) y hacen una piña todos ellos, mientras suena esa música maravillosa y prometedora. Es tanto como si Kriegenburg mostrara que el egoísmo de dioses, nibelungos y guibichungos es lo que ha traído la crisis y sólamente el pueblo llano, limpio, unido y solidario será capaz de resolver la situación. Este grupo de figurantes ha sido el encargado de desarrollar el trabajo en escena, el que formado el río en Rheingold, el que ha dado forma a la pradera en Walküre, el que ha dado vida al bosque en Siegfried, el que ha sufrido la opresión de los guibichungos (único momento en que el blanco de su indumentaria pasa a negro) y el que, finalmente, se une como una piña en los acordes finales. Un hermoso mensaje.
La escenografía de Harald B.Thor nos ofrece una gran sala en varios niveles, que viene a representar el cuartel general de un gran banco o quizá de un gran medio de comunicación. Es el cuartel general de los guibichungos. Escenario moderno, impersonal y deshumanizado, en el que los empleados van curiosamente uniformados al estilo chino (muy interesante el detalle, a poco que uno piense en el origen de la crisis). Creo que le ha faltado a Kriegenburg dar un paso más y convertir el espacio en el cuartel general de cualquier partido político actual. En esta gran sala el grupo de figurantes mueve unos pocos elementos para dar vida a las escenas de Brünnhilde en el primer acto. En el último acto el edificio ha entrado en auténtica decadencia, terminando con una pira funeral al fondo, verdaderamente espectacular. El vestuario de AndreaSchraad es adecuado y hay una destacada iluminación por parte de Stefan Bolliger.
Kriegenburg nos ofrece a Hagen y Gunther como unos depravados dirigentes en busca de poder y dinero, con Gutrune en plan de señora estupenda, cuya relación con su teórico hermano es bastante equivoca, pareciendo más bien ser su ”sobrina”. En todo el segundo acto el símbolo dorado del Euro, en forma de caballito con balancín es sumamente significativo. El coro usa continuamente teléfonos móviles para pasar y recibir mensajes y sacar fotografías y hay que destacar el revuelo en el edificio al conocerse la muerte de Sigfrido.
Me quedo con una muy buena impresión de la producción, más profunda que lo que se podía pensar en las primeras jornadas y, además, atractiva en muchas ocasiones. Es de lo mejor que hoy se puede ver escénicamente en la Tetralogía.
Del interés de la producción hay que dar paso a la brillantez de la versión musical. Excelente la dirección de Kent Nagano y magnífica la prestación de la Bayerisches Staatsorchester. Tanto Nagano como la orquesta nos han brindado un gran Anillo, muy especialmente en la dos últimas jornadas. Nagano ha demostrado que es un magnífico director y su edificio wagneriano no tiene fisuras, sino una gran riqueza y profundidad. De la relativa decepción de las dos primeras jornadas hemos pasado a la inmensa brillantez de las dos últimas. El único elemento que no me ha resultado tan convincente como esperaba ha sido el Chor der Bayerischen Staatsoper.
En el reparto pudimos disfrutar de una inmensa Brünnhilde, brillante, profunda e insuperable. Me refiero a Nina Stemme. No sé cuántos años habría que moverse hacia atrás hasta encontrar una soprano wagneriana de su categoría. No pude escuchar en vivo a Nilsson, Varnay o Trauber, pero me cuesta creer que pudieran superar en directo lo que Nina Stemme ha hecho en este Ocaso de los Dioses. No creo que olvide nunca su interpretación de Brünnhilde. ¡Stemme über alles! Lástima que no cantó las otras dos Brunnhildes.
Cuando escribía sobre la representación de Siegfried, decía que no hay más que dos posibles intérpretes de este personaje en la actualidad, Lance Ryan y Stephen Gould. Ha sido el tenor americano el que ha dado vida a Siegfried en esta ocasión y su actuación ha quedado por debajo de lo esperado. Evidentemente, la voz es muy adecuada al personaje, un auténtico tenor heroico, pero le he encontrado más forzado que en otras ocasiones. En el arranque del tercer acto galleó, lo que me hizo temer lo peor para lo que venía a continuación. No obstante, todo el relato de sus hazañas lo resolvió satisfactoriamente, aunque tuvo que empujar en más de una ocasión. No tiene la frescura de Lance Ryan ni su atractivo escénico, pero hay que reconocer que, a pesar de los problemas, sigue siendo un Sigfrido de garantía.
Eric Halfvarson fue un adecuado Hagen, no siempre a punto, pero cumpliendo razonablemente bien con su cometido. Iain Paterson fue un buen intérprete de Gunther. Su voz no es muy amplia y un tanto impersonal, pero resuelve el cometido a satisfacción .La soprano Anna Gabler ofreció una figura muy atractiva en Gutrune, aparte de una destacada interpretación escénica. Supongo que estos aspectos han primado en su elección más que los puramente vocales, que no tienen mayor importancia. Wolfgang Koch volvió a repetir su espectacular Alberich, siendo una pena que el personaje sea tan breve en esta ópera. Finalmente, Michaela Schuster hizo una notable Waltraute, tanto escénica como vocalmente.
Repetían las Hijas del Rhin, y volvieron a demostrar que son un auténtico lujo. Eran Eri Nakamura (Woglinde), Angela Brower (Wellgunde) y Okka von der Damerau (Flosshilde). En las Nornas me produjo una muy favorable impresión Irmgard Vilsmaier (Tercera Norna), mientras que Jamie Burton (Segunda Norna) ofreció un timbre ácido, y completaba el trío Jill Grove, notable como Primera Norna.
El teatro ofrecía el lleno habitual, con numerosos “Suche Karten” en los alrededores, a pesar de que la representación se retransmitía gratis por Internet y también en pantalla gigante en la gran plaza delante del teatro. La plaza estaba llena, a pesar de la gran tormenta que descargó durante la hora previa a iniciarse la representación. El público dedicó una recepción triunfal y muy merecida a Nina Stemme – pateo incluido – y a Kent Nagano y su magnífica orquesta. Hubo bravos sonoros también para Wolfgang Koch y Stephen Gould, así como para las Hijas del Rhin.
La representación comenzó con los consabidos 5 minutos de retraso y tuvo una duración total de 6 horas y 1 minuto, incluyendo dos intermedios de 81 minutos en total. La duración estrictamente musical fue de 4 horas y 39 minutos. Los aplausos finales fueron muy intensos y se prolongaron durante 8 minutos, de los cuales los 3 últimos transcurrieron con el telón echado y sin que nadie volviera a salir a saludar, a pesar de la insistencia del público. Este insólito hecho parece deberse al hecho de que los artistas se trasladaron a saludar a los espectadores del exterior. De hecho, cuando yo salía del teatro casi 5 minutos más tarde de que apagaran los aplausos del interior, se escuchaban ovaciones en la plaza.
El precio de la localidad más cara era de 193 euros, habiendo localidades en el patio de butacas desde 142 euros. En los pisos superiores los precios oscilaban entre 117 y 64 euros.
Fotografías: Cortesía de Bayerische Staatsoper
José M. IRURZUN