Crítica de Hänsel und Gretel, Munich

Crítica de Hänsel und Gretel, Munich

Siempre he pensado que los cuentos infantiles no son más que relatos crueles que bajo el envoltorio de inocentes lecturas esconden vivencias oscuras y deseos inconfesables de lo que el comportamiento humano en todas sus neurosis puede manifestarse.

Uno de estos casos llevado al extremo es el cuento de los pobres hermanos Hänsel y Gretel que los pobres en un momento de pereza absoluta se enzarzan en unos juegos no obedeciendo el mandato de su madre de trabajar con lo que a su vuelta se venga de ellos enviándolos al bosque. Y al llegar el padre borracho se enfrenta a su mujer por lo que ha hecho con sus hijos. Pero ahí no acaba esta ideal escena familiar sino que los niños muertos de hambre se dejan llevar por sus apetitos más bajos al comer parte de una casa ajena hasta el punto de ser cazados por una bruja tan amable que les alimenta para convertirlos en mazapán. Y por si no fuera poco, la astucia de estos inocentes niños les lleva a engañar a la bruja hasta meterla en el horno para que sea ella la que acabe cocinada y devorada cual botín de tribu carnívora por los propios niños y sus padres en un inocente final de fiesta con frases pseudo-moralistas con tintes religiosos.

Puede parecer exagerada esta lectura pero nada más lejos de lo que Richard Jones nos ofrece en su puesta en escena para la ópera de Múnich de la presente Navidad, en la que un teatro lleno de público infantil y adulto se reía de todo este argumentario.

Es verdad que la música a veces suaviza cualquier mensaje y la partitura de Engelbert Humperdinck lo consigue de manera muy sutil haciéndonos entrar en los diversos mundos del cuento con unos aromas muy suaves e inocentes musicalmente hablando.

Con una puesta en escena entre tradicional y sub-realista, cómo no podía ser de otro modo para esta obra, el resultado fue magnífico.

El Padre de Markus Eiche fue fantástico, con una voz de barítono oscura supo moldear su timbre para cada uno de los momentos destacando su presentación “Ral la la la, heissa Mutter”. La Madre fue interpretada por Sabrina Hogrefe que estuvo correcta en el canto y brillante en la interpretación destacando el dúo “Eine Exe, steinalt”

Las dos hadas fueron interpretadas con convicción y ese toque de dulzura necesaria en sus respectivos racontos por Rachael Wilson y Elsa Benoit.

Crítica de Hänsel und Gretel, Munich

La bruja de Kevin Conners fue de antología, y es que para cualquier tenor que se atreva a interpretar este rol lo ha de hacer disfrutando y exagerando, siendo una escena memorable su interpretación del conjuro “Knusper, knusper, Knäuschen”

El Hänsel de la mezzo Jana Kurucová fue muy interesante vocalmente ya que su instrumento tiene un gran registro con facilidad en toda su extensión, una emisión y color homogéneo que le permite a la vez expresar la riqueza de matices de su papel sin embargo a veces se quedo corta en la interpretación del chico travieso que marcaron los hermanos Grimm

La soprano Eri Nakamura fue una muy buena Gretel destacando su facilidad para los agudos y su potencia vocal, pero a la vez la gracia de su interpretación verdadera valedora del ritmo de la representación ya desde el primer dúo “Brüderchen, komm…”.

Esta producción estrenada en marzo del 2013 y que es coproducción con la Ópera de Cardiff resulta amable y su punto más alto es el momento del sueño con la preparación de un gran banquete por parte de cabezudos chefs, árboles que andan y un mayordomo con cabeza de pez, pero que funciona a las mil maravillas, igual que el caos de la cocina de la bruja donde el público no pudo por menos de interrumpir su silencio respetuoso por un hilarante aplauso.

Mención aparte merece la numerosísima y de calidad participación del Kinderchor der Bayerischen Staatoper en la última escena “Erlöst, befreit, für alle Zeit” junto al concertante final de la obra.

La batuta amable y correcta Tomás Hanus junto con las buenas prestaciones de la orquesta titular hizo que este cuento con final caníbal se convirtiera en una velada amable en el que todo el mundo saliera con una sonrisa y ganas de comer mazapán.

Lástima que aquí en España no tengamos una ópera o mejor dicho una tradición parecida con títulos como “el Gato con botas de Montsalvatge” o alguna zarzuela que hiciera el mismo efecto como sucedía en el pasado con “Los Sobrinos del Capitán Grant”.

 

Robert Benito