Crítica de I due foscari de Verdi. Roma

El estreno de «I due Foscari» de Giuseppe Verdi, que se presenta en el Teatro de la Opera de Roma, demuestra que con un grandísimo director de orquesta como Riccardo Muti y voces excepcionales, hasta un trabajo menor puede adquirir estatura de obra maestra.
En su tercer título verdiano de la temporada 2012/2013 que celebra los 200 años del nacimiento del genial músico italiano, después del «Simón Boccanegra» de diciembre pasado y antes del «Nabucodonosor» que la cerrará en julio próximo, Muti prosigue su estrecha colaboración con el Teatro Costanzi de Roma, dando nuevo brillo y esplendor a obras consideradas menores pero que, en sus manos, adquieren niveles inigualables.
«I due Foscari», desde su infeliz estreno el 3 de noviembre de 1844 en el teatro Argentina de Roma, fue injustamente olvidada y recién a mediados del siglo pasado se la empezó a descubrir no solo por el aria del barítono del tercer acto.
Durante mucho tiempo no se reparó en la formidable orquestación con la que Verdi pintaba la triste historia del anciano dogo veneciano Francesco Foscari y de su hijo Jacopo, víctimas de una mezquina venganza de parte de Jacopo Loredano que, con la ayuda del Consejo de los Diez, el máximo órgano jurídico de la «República Serenísima», manda al exilio al hijo y depone al padre.
Inspirado en un drama de Lord Byron, basado en un hecho histórico, «I due Foscari» nació bajo el signo del entusiasmo del joven Verdi -que acababa de cumplir 31 años y estaba en su sexta ópera- por un libreto de Francesco Maria Piave.
Sin embargo, Piave será la causa del fracaso de la obra porque -según el mismo compositor- el clima sombrío y trágico de la trama «tenía un color demasiado uniforme desde principio al fin».
Muti, en cambio, autor de un cambio profundo en la calidad de la orquesta del Teatro Costanzi desde hace dos años, se concentró sobre todo en la orquestación, sin dejar de lado el aspecto vocal, contando con un trío de intérpretes formidables y capaces de pasar de un nivel estentóreo en los momentos más dramáticos a los más discretos cuando deben expresar dolor y desconsuelo ante la injusticia.I due Foscari. Verdi.Rome
El barítono genovés Francesco Meli trazó con matices dolorosos el drama de un padre que, en nombre de la razón de Estado, debe imponer a su hijo un exilio injusto, primera de esas figuras paternas que volverán repetidamente en la obra verdiana. Su interpretación del aria del tercer acto, «Questa è dunque l’iniqua mercede», arrancó aplausos estruendosos de parte del público.
El tenor Luca Salsi hizo honor a su patria chica, Parma, la misma de Verdi, con un Jacopo Foscari dividido entre la ira por la injusticia y el dolor. Con voz elástica y porte juvenil, Salsi descolló en los únicos dos actos de su personaje, sobre todo en el largo monólogo y aria del segundo acto. Pero la joya de la velada fue la soprano rusa Tatiana Serjan, especialista del repertorio verdiano (ganó el concurso «Una voz para Verdi» de 2002).
Una espléndida Lucrezia Contarini que une claridad de emisión con tonalidades sombrías a la Maria Callas.
La decepción fue la «régie» de Werner Herzog por falta de esa capacidad visionaria que es la principal cualidad del cineasta alemán.
Rica e inspirada la escenografía de Maurizio Baló, que recarga de significado los símbolos del poder, como el León de San Marcos o la sombría celda de Jacopo, pero exagera en la monocramía de negros y grises del vestuario.

Ernesto Pérez ROMA

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