Crítica de I due Foscari de Verdi. Valencia

I DUE FOSCARI (G. VERDI)

 

 

Palau de Les Arts de Valencia. 24 Enero 2013.

I Due Foscari es la sexta ópera que compuso Giuseppe Verdi y su segunda colaboración con el libretista Piave. Para mi gusto personal estamos ante una de las mejores óperas de la primera época del compositor, aunque se trata de una de las menos representadas, en lo que ha tenido que influir de manera decisiva su endeble y, en su mayor parte, previsible argumento. Es una de esas obras en las que nada que no sea totalmente previsible pasa, hasta llegar a una gran escena final, riquísima musicalmente y sorprendente dramáticamente.

En España sus representaciones han sido muy escasas, habiendo podido verse en los últimos años únicamente en Bilbao (2008) y Las Palmas (2011). Ahora llega a Valencia, conmemorando el segundo centenario del nacimientos del compositor, y de la mano de Plácido Domingo, que añadió el personaje de Francesco Foscari – hace el número 140 de su carrera – el pasado mes de Septiembre, inaugurando la temporada de ópera de Los Ángeles, de la que Supermán es el director general y artístico.

La hiperactividad de Plácido Domingo hace que sus apariciones en nuestros escenarios tengan lugar en producciones con las que está familiarizado. Así ha ocurrido también en esta ocasión, al ofrecerse la de Thaddeus Strassberger, que es la que se estrenó en Los Ángeles en la ocasión mencionada más arriba. Son también coproductores el Theater an der Wien y el Covent Garden, ya que el superdivo será el protagonista de la ópera también en estos últimos teatros.

ThadDeus Strassberger se limita a narrar la historia de los Foscari (Venecia, siglo XV), sin relecturas de ningún tipo y poniendo la acción en la época histórica referida. Lomenos convincente de la narración de Srassberger fue colocar la última escena en el dormitorio del Doge, en lugar de en la Sala del Consejo, lo que resulta más adecuado e impactante. La escenografía (Kevin Knight) presenta un escenario único, con una plataforma en el centro, cambiando las escenas con algunos módulos móviles y elementos de atrezzo. El escenario siempre ofrece un puente elevado, en donde se colocan algunos figurantes o coralistas en las escenas de conjunto. El vestuario (Mattie Ullrich) resulta lo más atractivo de la producción, siempre en rojo, negro o blanco, aparte de los modelos de Lucrezia Contarini. El ambiente nocturno y tétrico elegido por Strassberger permite una buena labor de iluminación (Bruno Poet).

 

La dirección escénica no tiene nada de particular y resulta poco convincente la extravagancia guiñolesca que hace en la escena del Carnaval. La producción no molesta, pero tampoco resulta ni atractiva ni interesante.

La dirección musical estuvo en manos del titular de la casa, el israelí Omer Meir Wellber, que hizo una lectura llena de energía, en ocasiones excesiva. En más de una ocasión abusó de volumen, especialmente en los concertantes, y hubo algunos desajustes entres escenario y foso en el primer acto. La Orquesta de la Comunitat Valenciana volvió a demostrar su categoría, aunque el sonido que salía del foso no era el que Ricardo Chailly conseguía el mes pasado. Buena actuación del Coro de la Generalitat Valenciana.

El reparto vocal ofreció mas sombras que luces. Como valoración global, mi impresión es que ninguno de los tres personaje principales ofrecían las voces adecuadas a los roles que tenían que cantar.

Plácido Domingo era el Doge Francesco Foscari, que es, sin duda, uno de los grandes personajes para un auténtico barítono verdiano, de los que hoy no nos queda sino Leo Nucci. Domingo no lo es, evidentemente. No cabe duda de que estamos ante uno de los artistas más importantes que pisa un escenario de ópera, como tampoco que ofrece una

milagrosa frescura vocal en un cantante que acaba de cumplir los 72 años. Cantante milagroso y artista excepcional no garantiza la adecuación vocal al personaje. Domingo sigue siendo un tenor y no deja de serlo por el hecho de haber perdido las notas más agudas. Sus dotes artísticas consiguieron emocionar en el personaje de Simón Boccanegra, pero eso no se ha repetido en esta ocasión. En su gran escena final faltó emoción, porque su voz no es la más adecuada. En los dos primeros actos faltaba contraste entre las voces y Supermán resultaba prácticamente inaudible en los grandes concertantes. Él sabe perfectamente que no es barítono y no intenta parecerlo, cantando con gran naturalidad, lo que siempre es de agradecer. En resumen, no diré que su actuación me resultó decepcionante, pero tampoco emocionante ni entusiasmante.

Aparte de la gran escena final de esta ópera, quien más tiene que cantar es Jacopo Foscari, cuya vocalidad exige un tenor lírico spinto, no ajeno al belcantismo. El siciliano Ivan Magri es un lírico ligero, como se pudo comprobar en su actuación en este mismo teatro en el Duca di Mantova. Intenta ahuecar la voz, pero acaba abriendo los sonidos continuamente, resultando en un canto monótono. En Los Ángeles cantó este personaje Francesco Meli, cuyas características vocales no son muy distintas, pero su canto es mucho más interesante. En mi opinión, es un error de reparto.

Algo parecido se puede decir de la soprano china Guanqun Yu, cuya voz responde a la de una soprano lírica, que queda corta en un personaje como el de Lucrezia Contarini. Su centro no es suficiente para traducir las emociones y el dramatismo del personaje, con unas graves carencias en las notas bajas, que resultan prácticamente inaudibles. Lo mejor de su voz está en el tercio agudo, lo que funciona de manera notable en los concertantes, pero su insuficiente centro y su falta de colores en la voz hace que su canto resulte monótono en este te personaje. Supongo que Plácido Domingo será quien habrá influido en su elección, no en balde fue la ganadora de Operalia el año pasado. En otro repertorio puede funcionar bien.

La voz más importante –no la mejor –fue la de Gianluca Buratto como Jacopo Loredano. Lo hizo bien. Este personaje tan malvado no exige nobleza en la voz y de ahí la buena actuación del bajo italiano.

Los personajes secundarios cumplieron bien. Eran Mario Cerdá (Barbarigo) y Marina Pinchuk (Pisana).

Era la función de estreno de la ópera y el Palau de Les Arts estaba lejos de ofrecer el lleno que podía esperarse, al contar con Plácido Domingo en el reparto. A pesar de la venta de entradas de última hora con descuentos del 50 %, el teatro no llegaría al 90 % de su aforo. El público no mostró entusiasmo durante la representación. Ninguna de las arias o dúos pasaron de tibios aplausos de apenas 12 segundos de duración. La recepción final fue mucho más cálida con sonoros bravos dirigidos a Supermán.

La representación comenzó con 5 minutos de retraso y tuvo una duración total de 2 horas y 20 minutos, incluyendo un intermedio de 34 minutos y una breve parada de otros 3 minutos entre los actos I y II. Duración puramente musical de 1 hora y 41 minutos. Los aplausos finales se prolongaron durante casi 8 minutos.

El precio de la entrada más cara era de 175 euros, habiendo también butacas en platea por 154 euros. En los pisos superiores los precios oscilaban ente 123 y 49 euros. Había entradas sin visibilidad por 20 euros.

Fotografías: Tato Baeza.

José M. Irurzun