Crítica de I Due Foscari en el Liceu

 

Crítica de I Due Foscari en el Liceu
Elenco de I Due Foscari en el Liceu

Hay sesiones de gloria para la ópera y la vivida con esta ópera de la etapa de galeras de la producción verdiana, I Due Foscari en el Liceu ha sido una de ellas.

El público del Liceu cayó rendido ante la presentación de Plácido Domingo en su primer papel de barítono en este escenario.

Tras una ausencia de casi cuatro años, su última visita fue todavía como tenor en un repertorio nada habitual en su trayectoria, el Bajazet del haendeliano Tamerlano, en julio de 2011, ahora ha vuelto con un rol baritonal que ya ha cantado en diferentes ocasiones y del cual ha realizado varios testimonios videográficos en los últimos años.

Con un teatro lleno de aficionados pero con una presencia más que notable de extranjeros, fieles seguidores del tenor, comenzó esta representación en versión concertante que eligiera Verdi para poner música a partir de la novela The two Foscari de Lord Byron con la ayuda de uno de sus colaboradores más fieles Francesco Maria Piave.

Evidentemente no es una de las obras más representadas ya que ni por interés dramatúrgico ni musical es capaz de enfrentarse a otras obras posteriores del genio de Busetto, pero ya tocaba un acercamiento en el Liceu ya que desde 1977 no se representaba esta obra.

Si tuviéramos que señalar dos aspectos a subrayar de la misma es su visión de esa difícil tensión-conciliación entre deber político o de Estado y amor familiar, y sobre todo porque es el primer apunte de los que después desarrollará como drama musical a través de la figura del “padre” que aparecerá mucho más profundizado en obras como Traviata, Don Carlo o Aida entre otras.

Lástima que el resultado musical final de la propuesta se convirtiera mayormente en un merecido homenaje a quien tantas noches de gloria ofreció a este teatro con más de cuatro minutos de aplausos que llegaron a emocionar al cantante convocante de esta fiesta verdiana que por los resultados reales de la misma.

Las más de siete décadas de Plácido Domingo han pasado factura y más después del anuncio de la intendente del teatro que Domingo cantaría por deferencia a su público a pesar de no estar en óptimas condiciones de salud vocal. Su actuación fue de menos a más, de menos segura a más afianzada reservándose para la escena final mucho más teatral que canora y eso lo supo aprovechar el cantante para llevarse al público a su bolsillo tras una “Questa dunque è l’iniqua mercede” muy sentida en que los recursos vocales y gran técnica mostraron el gran cantante que es.

El que tuvo menos suerte fue Aquiles Machado, que volvió a Barcelona por quinta vez desde que ganara el concurso Viñas hace ya una década con una afección vocal. Su voz no sonó fresca, su agudo fue un peligro cada vez que era atacado si bien mostró nuevamente una línea de canto muy expresiva dentro de las limitaciones que las flemas le permitían.

La gran triunfadora de la noche después de Plácido fue la soprano ucraniana Liudmila Monastyrska que debutaba en el Liceu. Voz poderosa supo contrarrestar la frialdad del resto del reparto, si bien abusó de decibelios donde no eran necesarios perdiendo esa dulzura de canto que se acerca más al bel canto que a lo que sería el canto posterior verdiano sobretodo en su primera aparición “Tu al cui sguardo onniposente”, mejorando en su última aria “Più non vive…” en expresividad y línea, cuidando más la dinámica y enriqueciendo el fraseo.

Raymond Aceto fue el terrible Loredano por partida doble, por la maldad del personaje y por un canto que no convenció en absoluto. Ya su debut en Norma fue criticado pero en este título verdiano ni la voz sonó rotunda ni proyectada, sino más bien entubada y sin interés.

El resto de los comprimarios estuvieron correctos como los cuerpos estables del teatro, orquesta y coro.

La batuta de Massimo Zanetti ofreció una versión desigual, a veces unos tempi demasiado lentos que rompían el ritmo de la representación y el fiato de los cantantes, como un exceso de decibelios que ponía en peligro la audición de los mismos.

Sea como sea fue una velada en la que pudimos gozar del buen hacer de un cantante hacia su público y la gratitud de este hacia uno de los últimos divos que ha sabido compaginar su deber profesional con un charme hacia la gente verdaderamente inusitado en la lírica.

Muchos de los que acudieron ya hacen cola para escucharlo en su próxima cita el próximo abril en el Gran Teatro del Liceu con otro de los grandes barítonos verdianos, Simon Boccanegra, y acompañado por la misma batuta y el mismo tenor…esperemos que todos en mejores condiciones físicas y musicales.

Robert Benito