José Nogueira 13 octubre 2012
En una noche casi veraniega en Viena y con eventos como «La Fiesta de
la Cerveza» y «La noche de los museos» parece increíble que la Opera
de Viena se llenara, pero así sucedió. Incluso las 550 localidades de
«de pie» casi se agotan por completo.
La ocasión lo merecía ya que debutaba en el rol de Dulcamara el
mediático bajo Erwin Schrott.
Habíamos escuchado a Schrott en la Opera de Viena en el 2007 en «Las
bodas de Figaro» y haciendo un espectacular Leporello en la histórica
despedida de Bryan Terfel como «Don Giovanni» unas semanas despues.
Posteriormente lo vimos como Don Giovanni en el Theater an der Wien
(cuando ya había saltado a la fama por su relación con la soprano Anna
Netrebko) y teníamos mucho interés en ser testigos de su debut en la
ópera de Donizetti.
Schrott tiene un físico imponente que le permite hacer un buen Don
Giovanni pero a mi, personalmente, me encanta como Leporello (lo mismo
me pasa con Ildebrando D’Arcangelo). Anoche confirmó en Viena sus
datos de gran actor cómico y lo bien que se desenvuelve en este tipo
de papeles. Fue un gran Dulcamara destacando especialmente en los
recitativos, dando mucha credibilidad al personaje pese a su juventud
y demostrando que está en la élite por sus fantásticas cualidades
vocales y no por su relación con una de las mejores sopranos del
panorama lirico actual. Actúo maravillosamente durante toda la ópera y
cuando quiso sacar su potente voz esta llegó a todos los rincones del
teatro. Brilló especialmente en los dúos y en el aria del primer acto.
En el papel de Belcore el barítono Tae Joong Yang estuvo flojo y
demostró muchas carencias vocales; con señalar que ni siquiera fue
aplaudido en la agradecida aria de inicio «Come Parida vezzoso…»
ideal para el lucimiento, esta todo dicho.
Como Adina una excelente Chen Reiss que que estuvo brillante y muy
segura en los agudos y notas altas, demostrando una gran técnica y una
potente voz cuando el papel lo requería. Por juventud y belleza, se
augura una prometedora carrera para esta artista que mejora cada vez
que sale al escenario (la seguimos en Viena desde hace tiempo).
Como Nemorino, el tenor eslovaco Pavol Breslik que durante la
representación fue de menos a mas. No se le escuchó apenas en la
cavatina del primer acto «Quanto e bella» pero fue mejorando y mucho a
lo largo de la representación llegando a cantar el aria «una furtiva
lacrima» con mucha dignidad bajo el acompañamiento de Charlotte
Balzereit (todo un lujo) al arpa, la primera mujer que entro de forma
directa en la Filarmónica de Viena. Die Wiener Staatsoper impone
bastante a los jóvenes cantantes y el nerviosismo pudo jugarle una
mala pasada al tenor eslovaco al principio de la opera. Su voz, ideal
para el repertorio rossiniano, no es muy grande pero tiene juventud y
una técnica impecable, así que podrá dar mucho que hablar en el futuro
si elige los papeles adecuados en óperas que no salgan del belcanto.
En la dirección Musical, el joven director español Guillermo García
Calvo que supo darle a la obra de Donizetti esos toques rossinianos
que necesita, sobre todo en las intervenciones de Belcore y Dulcamara.
Será muy interesante asistir a las representaciones de «El Barbero de
Sevilla» que dirigirá próximamente. Fue muy aplaudido al final de la
función al igual que Chen Reiss y Erwin Schrott.
Una entrañable noche operística en Viena con una legendaria dirección
artística y puesta en escena por parte de Otto Schenk que sigue
emocionando al público como demuestran algunos aplausos y numerosos
flashes de cámaras fotográficas por parte de algunos turistas cuando
se abrió el telón. Parece increíble que lo que tardo Donizetti solo 2
semanas en componer siga entusiasmando al publico 180 anos después.
José Nogueira