Crítica de La boheme de Puccini

Valencia. Palau de les Arts. 15 de diciembre

En menos de veinticuatro horas Chailly volvía a subirse al podio para dirigir esta vez La Bohème del compositor de Lucca, en lo que ha sido su debut operístico en España, un montaje que según sus palabras es «fiel a la partitura y dramaturgia de Puccini». Con un Palau prácticamente lleno y lleno de cámaras ya que se está realizando la grabación de la producción en H.D. para su posterior comercialización comenzó esta historia de amor cuya escenografía utiliza las proyecciones de cuadros impresionistas y de la época de la bohemia para ilustrar y revestir la acción, idea que va cobrando fuerza a lo largo de toda obra sin cansar ni estorbar a la acción escénica. La regia corrió a cargo del turinés Davide Livermore, cantante y últimamente director de escena en carrera ascendente.

El sexteto solista fue equilibrado, de calidad, joven y dinámico, de prestaciones vocales elevadas y con una gran credibilidad escénica. La Mimi de la soprano israelita Gal James destacó por su buen hacer y su mejor cantar tanto en los momentos líricos como en los más dramáticos, cantando con gusto, sin caer en tantos defectos manidos acumulados en este rol.

El Rodolfo de Aquiles Machado es bien conocido en nuestro país ya que es uno de sus roles estelares y que en este momento está en un momento de brillo especial con un aspecto muy cuidado tanto a nivel físico como vocal, si bien en algunos agudos se resintió la pureza de timbre que le caracteriza.

La pareja Marcelo-Musetta fue absolutamente perfecta, Matteo Peirone y Carmen Romeo ofrecieron una gran compenetración y sinergia tanto en lo vocal como en lo escénico, compartiendo incluso un practicable móvil, elemento escenográfico criticable por su reiteración.

De empaque el Colline de Gianluca Buratto y con una frescura grande el Schaunard de Mattia Olivieri, alumno del Centre de Perfeccionament Plácido Domingo, entre quienes por la regia se intuía una relación homoerótica considerable.

El resto de los partiquinos correctos en sus breves papeles, si bien creemos que para estos pequeños roles de Benoit y Alcindoro, perfectamente les podían haber cantado intérpretes del país con el mismo resultado en vez de traer profesionales de otras latitudes.

El coro aprovechó todo el acto II para demostrar nuevamente su calidad interpretativa tanto canora como escénica y sería injusto no señalar la aportación perfecta de las dos escolanías que enriquecieron la parte de los niños de la escena del barrio latino, la Escola Coral Veus Juntes de Quart de Poblet y la Escolanía de la Mare de Déu dels Desemparats.

Por último reiterar el placer de escuchar una orquesta con tanta calidad, musicalidad, perfección de solistas y familias, ductilidad de dinámicas y articulaciones, etc… si bien en esta ocasión de la mano de un Chailly que vivía el drama hasta momentos de verdadera emoción personal. Su Bohème sonó contundente, a veces excesivamente contundente, pero a cambio ofreció unos fraseos de una exquisitez inusual, siempre al servicio de la palabra y de la acción escénica, no pudiendo decir si la música provocaba la acción o la acción se traducía en música orquestal.

Ojala que este trabajo de maridaje entre Riccardo Chailly-Davide Livermore-Helga Smith den otros frutos tan maduros, redondos y de calidad como esta Bohème cuyo público compensó con bravos y reiterados aplausos puesto en pie.

Un fin de semana para recordar.

Nicolás Piquero R-B