El Centro Nacional de Difusión Musical (CNDM) sigue con su programación del Ciclo Universo Barroco, que con tanto éxito viene desarrollando durante los últimos años. En esta ocasión ha correspondido el turno a la ópera de Antonio Vivaldi, La Fida Ninfa, que volvía al Auditorio tras un paso un tanto accidentado en abril de 2008. Yo tuve la suerte de verla unos días más tarde, sin accidentes y en versión íntegra, en el Centro Miguel Delibes de Valladolid, cuando había dinero en la ciudad del Pisuerga para ofrecer una programación sumamente atractiva.
Esta ópera responde a una especie de operación de marketing del propio Vivaldi, ya que por entonces parecía estar preparando el interés de los venecianos para su regreso a la Serenísima, y lo hacía estrenando óperas en localidades próximas, por lo que aceptó encantado el encargo de Verona en 1732 para componer esta obra. De hecho, un año más tarde estaba de regreso en Venecia.
La Fida Ninfa fue la obra elegida por los académicos de Verona para la inauguración del actual Teatro Filarmónico, posteriormente dos veces destruido y otras tantas veces reconstruido. Los organizadores, entre los que se encontraba el Marqués Scipione Maffei, consideraron que la ocasión era ideal para que se pusiera en música un libreto del propio Maffei, que había aportado grandes sumas de dinero para la ocasión, y ése es el encargo que hacen a Vivaldi
El Marqués Maffei hizo un libreto espantoso, aburrido y ridículo, lleno de pastores, ninfas, selvas, montes y ríos, donde no pasa nada, y para coronar la obra, no se le ocurre cosa mejor que añadir una escena final sin relación con las tres horas anteriores, con presencia de Juno y Eolo, que no tiene más sentido que la afición que el marqués tenía por la mitología. Gracias a Dios, Vivaldi se encargó de la música y nos regala momentos de gran calidad. Contiene nada menos que 27 arias, tres sinfonías, además de varias composiciones para más de una voz. Por supuesto, no todo tiene una calidad extraordinaria, pero hay donde elegir. El aria del Narete, el padre de las ninfas, Deh, ti piega es preciosa, lo mismo que la de Osmino Qual serpe tortuosa, o el aria de bravura de Morasto Destino avaro o la originalísima Dite oimé también de Morasto, acompañada de guitarra.
El concierto ha corrido a cargo de la muy notable Cetra Barockorchester Basel, que ha tenido una actuación muy destacada en todos sus pupitres. La dirección de Andrea Marcon ha tenido que luchar con el recuerdo que conservo de la dirección de Jean Christophe Spinosi en el año 2008. En mi opinión el maestro veneciano ha ofrecido desde el clave un actuación muy buena en la segunda mitad del concierto, mientras que en la primera parte me ha parecido más inclinado a la rutina y con menos imaginación y energía que la que derrochó Spinosi hace 7 años. En estas óperas en concierto, que consisten en giras por distintas ciudades europeas, los directores son también responsables de la confección de los repartos vocales, ya que estos conciertos se contratan llave en mano. En este aspecto, las elecciones de Andrea Marcon me han parecido menos afortunadas que lo que otros colegas suyos ofrecen.
La protagonista de la ópera, La Fida Ninfa o Licori, ha sido la soprano extremeña María Espada. La verdad es que esta ópera permite medir perfectamente las posibilidades vocales de una soprano, puesto que tiene nada menos que 6 arias, unas con da capos y otra sin ellos. La impresión final es positiva, pero sin mucho entusiasmo. La voz tiene anchura suficiente y resulta atractiva en el centro, pero la encuentro un tanto impersonal en su canto y un tanto corta en agilidades, que en este tipo de óperas tienen una gran importancia.
El otro personaje relevante es Moraste, interpretado por la soprano italiana Roberta Invernizzi. Me parece una muy notable cantante, muy expresiva y dominando perfectamente el canto de agilidad. Le falta un mayor volumen vocal y un timbre más atractivo. Evidentemente, a lo largo de más de 3 horas el público se acostumbra a su voz y gana las mejore ovaciones en la segunda parte de la ópera.
La mezzo soprano alemana Franziskca Gottwald me pareció una modesta intérprete del personaje de Elpina, la otra ninfa de la ópera, pues no es sino la hermana de Licori. La voz no tiene especial atractivo, quedando corta de volumen y escasa de graves. Lo normal en esta ópera es que la intérprete de Elpina doble en la escena final en la parte de Giunone. Aquí no ha sido así, sino que la diosa Juno ha sido interpretada por la italiana Romina Basso, cuya actuación ha sido francamente buena, con una voz atractiva, bien manejada y con graves suficientes. Una pena que no haya doblado como Elpina.
El canto de mayor calidad del reparto lo ofreció el contratenor Carlos Mena en la parte de Osmino. Este cantante ha mejorado mucho en los últimos años y hoy es un contratenor de una gran musicalidad y con una voz atractiva. Osmino tiene dos arias, que son dos auténticos caramelos, y Carlos Mena las cantó muy bien, a pesar de tener que luchar con el recuerdo de Philippe Jaroussky, que fue Osmino hace 7 años.
El tenor finlandés Topi Lehtipuu cumplió bien en la parte de Narete, el padre de las dos ninfas. No está muy sobrado de agilidades, pero lo hizo de manera solvente.
Luca Tittoto ofreció una voz amplia y sonora en la parte de Oralto, cubriendo con suficiencia las exigencias del estilo barroco.
Finalmente, el barítono leonés Ismael Arróniz dio vida a Eolo, lo que no deja de sorprender, ya que un personaje episódico, únicamente presente en el petacho de la escena final y cuya parte puede ser perfectamente cubierta por Oralto. Arróniz ofreció una voz bien timbrada, algo engolada y sonora.
El Auditorio ofrecía una entrada de alrededor del 80 % del aforo, lo que es una muy buena ocupación en este tipo de eventos. El público se fue calentando conforme avanzaba la ópera y dedicó una muy cálida acogida a los artistas en los saludos finales, especialmente a Andrea Marcón y la orquesta.
El concierto comenzó puntualmente y tuvo una duración de 3 horas y 9 minutos, incluyendo un intermedio. Duración musical de 2 horas y 43 minutos. Seis minutos de aplausos.
La entrada más cara costaba 40 euros, mientras que la más barata tenía un precio de 15 euros.
José M. Irurzun