Teatro Avenida, función del 13 de Abril.-
Nacidas al calor del II Imperio francés y testigos de su ocaso, las operetas de Offenbach son mucho más que un testimonio del pasado. Entre las desenfrenadas notas del can-can se desarrolla la crónica y la crítica de una sociedad que se ríe de sus propias sombras.
Entre el abundante corpus de creaciones del compositor «La vie parisienne» se constituye en un risueño fresco de personajes en el que conviven demi-mondaines, dandys, vividores, turistas fascinados por el encanto de la capital del mundo y despreocupados sirvientes, cada cual muñido de su equipaje de hipocresías necesarias para alcanzar sus fines… vivir… o sobrevivir…
Nada de crítica social en el marxista sentido de la lucha de clases, pero mucho de ironía a la hora de poner en escena el juego de la doble moral tras el disfraz de la comedia de equivocaciones.
Tal vez uno de los principales aportes de Offenbach al teatro haya sido el encontrar la fórmula para divertirse a pesar de todo… a costa de todo…
Crítica e ironía, sí… pero con una sonrisa o una carcajada antes de volver la escena un drama. Como haría Wilde en sus comedias, reirnos de nosotros mismos.
La Compañía Lírica G. Verdi eligió «La vie parisienne» como primer título de su temporada 2013, apostando a un éxito que ya había probado el año pasado con la misma obra, pero en nueva sala, en un intento de consolidarse como la tercer compañía privada que ofrece temporadas estables en Buenos Aires, encomiable esfuerzo en una época en la que la mayoría de las compañías reducen sus temporadas al compás del alza de los costos y de la reducción de los ingresos.
El resultado fue un interesante trabajo de conjunto, con artistas que tuvieron un correcto rendimiento, algunos muy buenos como el estupendo Barón de Gondremarck de Alejandro Schijman y la fresquísima Gabrielle de Clara Pinto, que presentaron unas desenvueltas y cuidadas caracterizaciones de sus personajes tanto desde lo vocal como desde lo escénico.
En otros casos podría esperarse una interpretación menos exagerada, sobre todo en los pasajes hablados, a la que se llegaría a través de un mayor ahondamiento en la riqueza de las situaciones que propone el texto. A veces la sutileza enriquece lo que la caricatura vuelve insustancial.
El rendimiento vocal fue correcto en general y con precisión en las escenas de conjunto. Todos los pasajes cantados fueron interpretados en francés, en tanto que los hablados en castellano.
Atractiva y desopilante fue la intervención de los actores que amenizaron los cambios de escena entre el I° y II° y el II| y IV° actos y la incorporación de un retrato que a través de una inspirada pantomima hacía los comentarios a la acción del III° acto, uno de los hallazgos de esta puesta de Adriana Segal.
La escenografía y el vestuario apuntaron a una concepción en época y realista (salvo algunos toques aquí y allá) muy lograda en el primer caso y que podría desearse de mayor coherencia en la gama cromática en la segunda. Aquí también, lo sutil sería una ganancia.
El coro tuvo una correcta prestación lo mismo que la orquesta a la que la dirección del Mtro. Ramiro Soto Monllor impuso ritmos y tempos que no siempre hicieron justicia a la chispa de la partitura.
La sala premio con cerrados aplausos esta vie parisienne que, a casi 150 años de su estreno, sigue entusiasmándonos.
por el Prof. Christian Lauria