Crítica de L’elisir d’amore en Albacete

Crítica de L’elisir d’amore en Albacete
Escena de L’elisir d’amore en Albacete

Al escuchar las melodías que el maestro Donizetti nos regaló en L’elisir d’amore, de tan variada inventiva, desbordante imaginación e inmediato impacto, no podemos más que sonreírnos por el sambenito de música mediocre, por la simpleza y claridad, con que algunos quieren vestirle. La sencillez y la ligereza con que trató los sentimientos de unas criaturas de pueblo, mucho más racionales que algunos bípedos de hoy, que respiran con emoción sus vivencias no requerían mucho más para conectar con un público que no ha dejado de aplaudir esta música a la que el calificativo de fácil le queda muy corta. El segundo elogio es para esta nueva producción, en línea “low cost” no vamos a engañarnos, que firma Ignacio García y nos muestra lo que es saber adaptarse a las circunstancias económicas y lograr un espectáculo de buena calidad visual. Traslada la trama desde la aldea del País Vasco francés (como señala el libreto original) al español, suposición que nace al ver el cartel de la biblioteca a la que acude Adina, y le otorga una atmósfera más cercana a la zarzuela que a las intelectualizadas puestas operísticas de hoy. Su visión es colorista en la escenografía (Alejandro Contreras y Ana Ramos) y remarca la simpleza y alegría de los pobladores del villorrio en el vestuario (Mariana Mara) un tanto ramplón en las hechuras y sin asomo de miedo en el color. Quizá exagerada la caracterización de Dulcamara, que hasta podría dar miedo y no la confianza que él busca para poder vender sus pociones. Es un aliciente saber que, además de Toledo y esta función de L’elisir d’amore en Albacete, la producción podrá verse en varios teatros de España (Avilés, Cádiz, Málaga, etc.) en fechas próximas. En esta ocasión se contó con la dirección musical de Francisco Antonio Moya al frente de la Orquesta Filarmónica de la Mancha (OFMAN) en el foso. Su pulcra lectura utilizó una brocha un tanto más gorda de la requerida para obtener ese acabado preciosista del belcanto. Moya consiguió adaptar el caudal sonoro de la orquesta a las diferentes voces solistas y mantener el orden en los concertantes. Un buen quinteto de cantantes solistas dieron lo mejor de sí en sus respectivos personajes.

Crítica de L’elisir d’amore en Albacete
Escena de L’elisir d’amore en Albacete

El tenor Miguel Borrallo interpretó al buenazo y tontón Nemorino con un lenguaje corporal apropiado aunque excesivamente blando en algunos momentos. Vocalmente el personaje le va muy bien, se le nota cómodo en el registro agudo y frasea con elegancia. La soprano argentina Mercedes Arcuri está impregnada en el perfume del compositor. Su Adina es pícara, melindrosa o abiertamente coqueta en lo escénico; firme, segura y abundante vocalmente. Esa noche debutaba el personaje y seguramente logrará llevarlo a cotas más altas, dada la calidad de su material vocal y desarrollo escénico. El petulante sargento Belcore, además de ridículo pretensioso en esta propuesta de García, fue defendido con corrección por el barítono Javier Galán. Pero fue Luis Cansino quien se llevó el gato al agua con su vozarrón y un dominio apabullante de la escena recreando un Dulcamara descaradamente charlatán y extravagante de pies a cabeza. La discreta Gianetta de Eva Tenorio también puso su grano de arena para que el público sonriera continuamente y aplaudiera con entusiasmo a todos al final de la representación. El coro, muy ajustado en el número, participó activamente actuando y cantando con enjundia.

Federico Figueroa