Crítica de «Lohengrin» (R. Wagner). Barcelona

 

 

Gran Teatre del Liceu de Barcelona. 5 Septiembre 2012.

 

Versión de concierto.

 

Segunda entrega de la visita del Festival de Bayreuth a Barcelona, esta vez  con Lohengrin, cuyo resultado ha sido una copia del obtenido el día anterior: triunfo apoteósico de público, magnífica prestación de las fuerzas estables del Festival de Bayreuth, buena dirección musical y un reparto vocal – salvo excepciones –  indigno de un festival de tanto prestigio y tan larga historia.

 

Nuevamente, Sebastián Weigle ha sido el responsable de la dirección, ocupando el puesto de Andris Nelsons en las representaciones escénicas de Bayreuth. Como es bastante comprensible – las agendas obligan – no hemos tenido la suerte en Barcelona de contar con los dos directores más importantes este año en la llamada Verde Colina.  La verdad es que habría sido traumático haber contado inicialmente con Andris Nelsons, ya que hace unos días sufrió un desmayo ensayando con la Orquesta de Birmingham, lo que le obligó a ser hospitalizado.

 

Saludos finales
Saludos finales

 

Sebastián Weigle no es la primera vez que dirige Lohengrin en el Liceu, ya que fue él el responsable musical de las últimas representaciones de esta ópera hace 6 años. Ya entonces su dirección me pareció de lo mejor que había ofrecido en su época en el Liceu, mucho más afín al título que en el caso del Holandés. También ahora su actuación ha sido mejor que la del día anterior. Nada que objetar a su dirección en los actos I y III, donde Sebastián Weigle demostró que es un  maestro destacado y en un momento de madurez notable. En el segundo acto las cosas no rodaron de manera tan brillante, con mayores altibajos, pero siempre a buen nivel. En general, ofreció una lectura con tiempos que pecaron de cierta lentitud. Tuvo la fortuna de contar con la extraordinaria Bayreuther Festspielorchester, que ofreció una prestación brillantísima de principio a fin. Lo mismo puede aplicarse a la actuación del Bayreuther Festspielchor. Sin duda que han sido las fuerzas estables del festival  las auténticas triunfadoras de esta representación de Lohengrin. Si muchas veces se dice que los árboles no dejan ver el bosque, aquí habría que decir justo al revés: la visión del bosque hace que el espectador no se fije en los árboles. Hasta en los bosques más bellos hay árboles de escaso interés y no es malo tenerlo en cuenta para valorar debidamente el conjunto.

 

El reparto vocal, con la excepción del protagonista de la ópera, dejó bastante que desear. No es lo que debe exigirse a un festival de tanto prestigio, e incluso uno se pregunta cómo es posible que algunos cantantes puedan entrar en estos elencos, cuando no tienen la mínima categoría exigible para ello. Como pasa en muchos teatros hoy en día, da  la impresión de que también la familia Wagner está más interesada en el aspecto teatral de las representaciones que en la altura vocal. No sé qué pensaría el fundador de la dinastía, pero me cuesta mucho creer que, no ya Richard Wagner, sino ni siquiera sus hijos y nietos hubieran admitido en sus repartos a algunos de los cantantes que ayer vimos en Barcelona.

In Fernem Land. Klaus Florian Vogt y Wilhelm Schwinghammer
In Fernem Land. Klaus Florian Vogt y Wilhelm Schwinghammer

El triunfador de la noche fue Klaus Florian Vogt como Lohengrin. La voz de este estupendo cantante  es objeto de discusiones entre los aficionados a la ópera y no faltan razones para estos debates. Se trata de un tenor con una voz muy blanca, que no es la que uno identifica con un héroe wagneriano, aunque Lohengrin no requiera un tenor heroico. Mi posición personal está sin ninguna duda entre los defensores de este estupendo cantante, quien en personajes como Lohengrin, Walther o Parsifal ofrece interpretaciones magníficas. Su Lohengrin de la pasada noche fue extraordinario de principio a fin, cantando estupendamente y resultando un Lohengrin rayando en la perfección vocal. Su relato final, In fernem land, fue brillante y emocionante. Un Lohengrin magnífico el suyo.

 

La soprano alemana Annette Dasch ha sido desde el principio la Elsa de la producción de Bayreuth. Esta cantante responde perfectamente a las actuales exigencias de los directores artísticos de muchos teatros: figura espectacular de estrella de Hollywood, voz atractiva y muy buena actriz en escena. Su voz no tiene el volumen necesario para enfrentarse a Wagner, aunque Elsa no sea un personaje que exija una voz grande, pero hace falta un centro de mayor entidad. Su gran problema radica en que sus agudos son generalmente calantes y su musicalidad no es precisamente  infalible, con problemas de afinación en más de una ocasión. Nos regaló con un auténtico desfile de modelos, puesto que cambió de atuendo en cada acto, aunque únicamente el del último acto conseguía ocultar las huellas que su reciente maternidad han dejado en su anatomía.

 

Annette Dasch y Klaus Florian Vogt. Final del acto II.
Annette Dasch y Klaus Florian Vogt. Final del acto II.

En los dos primeros años de este Lohengrin en Bayreuth el personaje de Ortrud fue interpretado por Petra Lang. He tenido ocasión de verla en repetidas ocasiones en el personaje y se trata, indudablemente, de una de las mejores intérpretes actuales de Ortrud. La americana Susan Maclean no admite comparación con Petra Lang. Susan Maclean no tiene los medios necesarios para hacer frente a Ortrud, que no es una mezzo soprano, sino lo que se conoce como una falcon, es decir una tesitura entre soprano y mezzo. La voz no tiene mucha importancia, aunque sabe expresar bien, pero todo el tercio agudo resulta descolorido, apretado y hasta gritado. ¿No es lógico exigir al Festival de Bayreuth que los cantantes puedan, al menos,  con lo escrito en las partituras?

 

El barítono Thomas J. Mayer fue un buen Telramund, a quien se le ve bastante más cómodo en la parte alta de la tesitura que en las notas graves. Para mi gusto resulta una voz un tanto clara para la maldad que encierra el personaje, al que prefiero con una voz más oscura.

 

Es difícil de entender y mucho más de aceptar que Bayeuth haya contratado a un cantante como Wilhelm Schwinghammer para el personaje de König Heinrich o Enrique, el Pajarero. Este joven cantante forma parte de la Ópera de Hamburgo, siendo un perfecto desconocido en los grandes teatros de ópera del mundo. A su voz le falta volumen y prestancia, además de contar con unas notas altas blanquecinas y apretadas. Aparte de eso, daba la impresión de que su voz no estaba en las mejores condiciones. El año pasado fue Georg Zeppenfeld el encargado de dar vida al Rey. Cualquier comparación es odiosa, pero ésta en particular. ¿Qué han visto las hermanastras Wagner en este cantante, aparte de que tenga una figura atractiva?

 

Nos queda el Heraldo del Rey, que aquí ha contado con la presencia de Ralf Lukas, mientras que en Bayreuth fue interpretado por el coreano Samuel Youn, el Holandés del día anterior. Ralf Lukas es un veterano guerrero, cuya voz presenta huellas claras del paso del tiempo, con un vibrato difícilmente aceptable. Seguramente, el mayor de sus méritos es el de ser el cantante en activo que ha nacido más cerca de Wahnfried.

 

Quizá lo mejor del concierto fue precisamente el hecho de no haber tenido que soportar la producción escénica de Hans Neuenfels, la  de las ratas

 

El Liceu  ofrecía una ocupación algo superior al 80% del aforo, con huecos notables en las localidades más caras. El público ofreció una recepción triunfal a los artistas, tanto en los intermedios como al final del concierto. Triunfo espectacular de la Orquesta, el Coro y de Klaus Florian Vogt, pero todos recibieron su ración de triunfo.

 

El concierto comenzó con 5 minutos de retraso y tuvo una duración total de 4 horas y 37 minutos, incluyendo dos intermedios de 58 minutos en total. La duración puramente musical fue de 3 horas y 29 minutos, es decir 12 minutos más que la de Andris Nelsons en Bayreuth. Los aplausos finales fueron triunfalistas y apasionados, prolongándose durante 12 minutos y pudieron ser más. A esto habría que añadir los 5 minutos de ovaciones que recibieron los artistas al final de cada uno de los dos primeros actos.

 

El precio de la localidad más cara  (primer piso en este teatro) era de 280 euros, mientras que la butaca de platea costaba 224 euros. En el segundo piso el precio pasaba a 190 euros. Más arriba oscilaban entre 74 y 141 euros. Había localidades con visibilidad reducida o sin visibilidad entre 28 y 57 euros.

 

Fotografías: Cortesía del Liceu

 

Fotógrafo: Antonio Bofill

José M. Irurzun