El pasado día 30 de septiembre, y dentro del 60 festival de Amigos de la Ópera de la Coruña, tuvo lugar la segunda representación, esta temporada, de la ópera de Puccini “Madama Butterfly”.
La Orquesta Sinfónica de Galicia volvió a mostrar el grandísimo nivel de esta formación, pero con algún “pero”: como un exceso de decibelios y “sonoridad” a la qué la sometió el director musical Marcello Panni, lo que ocasionó problemas a los cantantes y lastró alguno de los momentos más líricos del título pucciniano, o unos – a veces – inadecuados y acelerados tempi: como en la oración de Suzuki del comienzo del II acto (“E Izagi, ed Izanami, Sarundasico e Kami …”).
Fiorenza Cedolins (Cio Cio San) fue de menos a más a lo largo de toda la función. Demostró una gran línea de canto, con homogeneidad de registros, buena afinación y exhibió unos majestuosos pianissimi en el II acto. Quizás le faltó redondear algunas notas y mostró un registro agudo algo destimbrado. Su magnífica interpretación de la celebérrima “Un bel dí vedremo”, se vió deslucida porqué Panni le echó encima la orquesta en las notas finales de la meritada aria.
El chileno Tito Beltrán (Pinkerton), sin problemas de afinación, lució un bello timbre pero tuvo problemas por arriba al colocar muy atrás los agudos. A esta emisión, tampoco le ayudó la sonoridad orquestal antes señalada. Lo mejor del tenor fue el aria “Addio fiorito asil”. El barítono Borja Quiza (Sharpless), de gran presencia escénica, también con algún que otro problema de emisión, fue otro damnificado del comentado exceso orquestal. Cumplieron el resto de comprimarios. Sin embargo, conviene destacar a la mezzo Nuria Lorenzo (Suzuki) que dió gran réplica a la protagonista de la ópera. Con un bello timbre, buenos medios y un registro lírico homógeneo, demostró una gran presencia escénica y un excelente desenvolvimiento vocal y dramático. El público supo premiar su convincente y sobresaliente actuación.
Bellísima, detallista pese a su minimalismo, elegante y preciosa fue la escenografía de Mario Pontiggia, Éste supo crear la atmósfera y los movimientos escénicos adecuados para la obra, pero su dirección escénica tuvo algunas “incongruencias”: como cuándo Butterfly le dice a Suzuki “Chiudi!”y no hay panel que cerrar, el hecho de retirar una pasarela en la dramática escena final de la ópera (que distrae la atención del público) o una excesiva concepción servil en la relación entre Cio Cio San y Suzuki (quién es algo más que una sirvienta). Inteligentísimo y fundamental fue el diseño de luces de Eduardo Bravo y majestuoso fue el vestuario creado por Shizuko Omachi, con amplia experiencia cinematográfica, su contribución en este ámbito fue un auténtico lujo para la producción.
Daniel Diz Portela