Crítica de Madama Butterfly. Puccini. Oviedo

Teatro Campoamor de Oviedo. 13 Noviembre 2014.

Las tres óperas más populares de Giacomo Puccini (Boheme, Tosca y Butterfly) se han convertido en tabla de salvación para los teatros de ópera en estos tiempos de crisis. Las programaciones operísticas siempre han tenido en cuenta el resultado de taquilla, pero en los tiempos que corren parece haberse convertido casi en lo único que cuenta para justificar una programación. Hace poco, y con motivo de las versiones de concierto de Alcina, escribía que son muy pocos los divos capaces de llenar un teatro al conjuro de su nombre, siendo precisamente el título el elemento fundamental a la hora de atraer al público a un teatro de ópera. Así pues, no seré yo quien critique a la Ópera de Oviedo por poner en escena nuevamente Madama Butterfly, habiendo transcurrido exactamente 9 años desde su última representación en el Teatro Campomaor. Cosa distinta es que el resultado artístico haya dejado que desear. Por un lado, una producción escénica low cost y de escaso interés, por otro, una lectura musical no más que correcta y, finalmente, un reparto vocal con más sombras que luces.

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Escena

La producción escénica es de Olivia Fuchs, quien ya era conocida del público ovetense por su Zauberflöte modernista de hace tres años y que no tuve oportunidad de ver. La producción que ahora nos ocupa procede de Magdeburgo, donde se estrenó en Diciembre de 2012. No es precisamente el teatro de Magdeburgo uno de los más importantes en Alemania, sino más bien uno de tercera fila. Es algo parecido a lo que ocurriera con el Otello que inauguraba la temporada ovetense y para el que se eligió una producción de Bremerhaven, otro teatro alemán de escaso relieve. La producción va por caminos de minimalismo a ultranza por no decir de low cost. Estas producciones están cada vez más de moda y hay motivos económicos para ello, pero exigen una gran dirección escénica, lo que no ha sido el caso en Oviedo.

Olivia Fuchs trae supuestamente la acción a los años 50, lo que apenas se nota nada más que en el vestuario de Pinkerton y Sharpless en el primer acto, y en el de Goro y Kate Pinkerton en el último. Por lo demás nada hay novedoso en la propuesta d Olivia Fuchs. La escenografía y el vestuario se deben a Niki Turner y en el primer aspecto no ha habido sino unas plataformas blancas, coronadas por un pequeño módulo, que se supone sea el nido de amor. A esto se añade en el segundo acto un frigorífico, único elemento escénico que denuncia la ubicación en los años 50, aunque parece que Madama Pinkerton lo utiliza para guardar sus escasos ahorros. Si la escenografía es low cost, lo mismo se puede decir del vestuario, que en el caso de los japoneses resulta casi sonrojante. Buena la iluminación de Alfonso Malanda. La dirección escénica no frece nada destacable, resultando ridícula la presencia del borracho en el acto I. La dirección de actores fue más bien escasa.

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Escena

Al frente de la dirección musical estaba el asturiano Pablo González, cuya actuación me pareció un tanto irregular. El primer acto fue lo más flojo de su actuación, con un dúo de amor muy corto de inspiración. Las cosas mejoraron en el segundo acto, que fue lo mejor de su lectura, mientras que tendió a ralentizar excesivamente los tiempos en el último acto. La Oviedo Filarmonía no fue una orquesta muy brillante, aunque no creo que eso tenga que ver con la dirección de Pablo González. Cumplió el Coro de la Ópera de Oviedo, que ofreció lo mejor en el coro a bocca chiusa y lo peor en su actuación escénica, deficientemente dirigidos por la regía.

Amarilli Nizza fue una convincente intérprete de Cio Cio San, siendo en el verismo donde encuentra su mejor campo de actuación. Para mi gusto resulta más convincente en escena que vocalmente. En este aspecto las cosas andan bien por el centro y canta con gusto e intención, pero queda corta en las notas graves, cantando mejor Un bel di vedremo que Tu, tu piccolo iddio. Aunque cada uno pueda dar la importancia que quiera al detalle, diré que se escapó del RE bemol de la entrada de Butterfly en escena. No conozco ninguna soprano que, teniendo la nota, se escape de ella.

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Escena

La presencia del tenor ruso Víktor Antipenko en la parte de Pinkerton era sorprendente de antemano, ya que es un perfecto desconocido. Ofrecer la presencia de un cantante prácticamente desconocido es una apuesta importante, aparte de aspectos económicos más fáciles de entender. La apuesta fue fallida. Me cuesta creer que, habiéndolo escuchado, se le contrate. Baste decir que su voz era más reducida que la de Goro. cosa que nunca había visto hasta ahora. Se trata de una voz lírica, de cierto atractivo y homogeneidad, pero que tiene varias tallas menos que la que la el rol requiere. A eso hay que añadir su inmadurez artística, con muy escasa expresividad, y para colmo, pese a su juventud, no tuvo inconveniente en escaparse del agudo que corona el dúo de amor con Butterfly en el primer acto.

Me hizo ilusión volver a ver en un escenario al barítono cántabro Manuel Lanza, en esta ocasión como Sharpless. Tras un prolongado silencio de varios años, le he encontrado con la voz fresca y como buen intérprete. No es Sharpless un personaje para poder valorar el estado vocal de un barítono, pero la impresión es buena.

Marina Rodríguez-Cusí volvió a ser Suzuki, como lo fue hace 9 años en este teatro. El tiempo ha pasado y la mezzo valenciana no está en el mismo estado vocal, con una voz mas reseca que antes.

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Escena

Mikeldi Atxalandabaso fue un notable Goro, al que la producción no le sacó todo el juego que le podía haber sacado. Se ha convertido en una excelente alternativa para estos personajes importantes, aunque no sean protagonistas.

Lo personajes secundarios fueron, en general, mediocremente cubiertos. José Manuel Díaz dejo que desear como Yamadori, cumpliendo como Comisario Imperial. Deficiente el Tío Bonzo de Victor García-Sierra. Bien, tanto Manuel Quintana en el Oficial del Registro como Marina Pinchuk en Kate Pinkerton.

La entrada del Teatro Campoamor rondaba el 90 % del aforo, presentando los mayores huecos las entradas más baratas. El publico se mostró tibio a escena abierta. En los saludos finales hubo aplausos para todos, con más fuerza para Amarilli Nizza.

La representación comenzó puntualmente y tuvo una duración de 2 horas y 49 minutos, incluyendo un intermedio. Duración musical de 2 horas y 22 minutos. Cinco minuto de aplausos.

El precio de la localidad más cara era de 158 euros, siendo el precio de la más barata de 49 euros.

José M. Irurzun