8 de Septiembre de 2012.
En 1841 un abatido Verdi tras el fracaso de sus primeros títulos y, sobre todo, por el fallecimiento de su primera mujer y sus dos hijos, se encontró de casualidad con el empresario Bartolomeo Merelli. Éste puso en sus manos el libreto de Temistocle Solera: “Nabucco”. Este hecho no sólo cambió el devenir del propio Verdi, sino puede que también el de la historia de la ópera. Puede que no se trate del mejor título del genio de Busetto, pero sin duda que es uno de los más emblemáticos.
Dentro del 60º Festival de los Amigos de la Ópera de A Coruña tuvo lugar, el pasado día 8, la versión en concierto de este título verdiano.
Elisabette Matos afectada, tal y como se informó por megafonía, de una infección en las vías respiratorias sacó adelante el complicadísimo y exigente rol de Abigaille. Bién por arriba, con una magnifica emisión y generosa de medios, destacó en su cabaletta “Salgo gia del trono aurato …” y en el dúo del III acto con Nucci. Esos problemas antes reseñados, quizás deslucieron su registro grave y la resolución de alguna de las agilidades. Con todo, se debe agradecer su esfuerzo, su profesionalidad y el notabilísimo resultado pese a cantar con las facultades mermadas.
Una agradabilísima sorpresa fue Luiz-Ottavio Faria (Zacarías). Una gran voz de bajo, con excelente registro de graves, medios honestos, buena línea de canto y excelente ascensión al agudo tal y como acreditó en su cavatina del I acto y en el aria “Tu sol labro …”. El tenor Pancho Corujo sacó adelante el rol de Ismaele, qué en principio no parecía apropiado para su timbre y condiciones vocales. Delicada y matizada fue la mezzo Alexandra Rivas (Fenena) y bién los comprimarios Pablo Carballido (Abdalo) y Alberto Feria (Sacerdote de Baal). De entre estos destacamos a Patricia Rodríguez Vico (Rachel), tal y como acreditó en los concertantes.
Pero capítulo aparte merece Leo Nucci (Nabucco). Pese a sus 70 años y con las características “marca de la casa”, exhibió un recital de canto verdiano, ese de la extinta escuela baritonal italiana: legato, fiato, morbidezza, medias voces, ese declamar cantado y, sobre todo, saber lo que se está cantando. Como dijo el incombustible Nucci en una entrevista: “para cantar Verdi, hace falta haber vivido”. Si magníficos estuvieron su “Chi mi toglie …” y el citado dúo con Matos, mención especial para el sentido “Dio di Giuda! …” pero, sobre todo, para la cabaletta “O prodi miei seguitemi …”. Nucci la dotó de un inusual nervio y brio verdiano, coronándola, en interminable fiato, con un timbrado La bemol. La cabaletta fue bisada ante la petición del público. Es, sin duda y pese a todo, el mejor barítono verdiano de la actualidad.
Sonó muy bién la Sinfónica de Galicia bajo la batuta de Keri-Lynn Wilson. La canadiense dirigió briosa, con pasión, con nervio, con ajustados tempi, con una lectura despejada de populismos, pendiente de las entradas y sintiendo la ópera. Basta decir como anécdota que la cantó, casi toda, acompañando a cantantes y coro. El coro de la Sinfónica, bajo la atenta dirección de Wilson, resolvió el difícil cometido del “Va pensiero …”. En resumen: una magnífica noche de ópera.