Auditorio Nacional de Madrid. 20 Junio 2012 No es muy habitual asistir en nuestro país a una representación de esta semi-ópera de Henry Purcell. De hecho, creo recordar que la última vez que la vi fue en el Teatro Arriaga de Bilbao y de eso han pasado ya mas de 15 años. Así pues, no puedo sino acoger con satisfacción la oportunidad que nos brinda el Auditorio de Madrid, aunque sea en forma de concierto y sin ballet, que es parte fundamental de esta obra. Hay que decir que muchas veces no hace falta dilapidar el dinero para ofrecer un excelente espectáculo de ópera. Basta en muchas ocasiones hacer el cesto con los mimbres adecuados. La otra consideración que me viene a la cabeza es la gran calidad musical y la enorme modernidad para su tiempo de Henry Purcell. Hay que pensar que esta obra se estrenó en 1692, cuando todavía Haendel no había comenzado su carrera, y es prácticamente contemporánea de Monteverdi. Purcell siempre me ha parecido un auténtico adelantado a su tiempo.
El resultado del espectáculo ha sido un triunfo incontestable por parte del público. ¡Qué diferencia con lo vivido el día anterior en el Teatro Real! El Centro Nacional de Difusión Musical, organizador del concierto, puede sentirse francamente satisfecho. Uno de los mimbres fundamentales para confeccionar el éxito de este cesto ha sido la presencia de los Gabrieli Consort and Players, con su director Paul McCreesh al frente. Esta música necesita instrumentistas y directores que la conozcan a fondo y éste ha sido el caso, muy alejado de lo que nos brindaron el día anterior en el Teatro Real Sylvain Cambreling y el Klangforum Wien. McCreesh y sus músicos – auténticos solistas - parecían disfrutar interpretando esta música y así consiguieron traspasar su disfrute a los espectadores. Hay que reconocer que estos conjuntos ingleses tienen una especial afinidad con esta música, que fluye con una gran facilidad. Magníficos músicos los 20 integrantes de la orquesta y gran labor de Paul Mc Creesh. Aunque se trataba de una versión de concierto, los 11 vocalistas actuaron sin partitura y moviéndose en el amplio espacio que dejaba la parte delantera del escenario. Su atuendo informal consiguió crear una gran sensación de cercanía con el espectador. En el grupo de cantantes había algunos, cuyas carreras están ya bien establecidas y otros que no tardarán en conseguirlo. Todos ellos hicieron gala de un buen gusto y una musicalidad exquisita. La palma de la calidad hay que darla sobre todo a la soprano Sophie Bevan, que ofreció una voz de calidad y una gran expresividad. Su carrera está muy asentada, no en balde este mismo año ha cantado ya con éxito en el Covent Garden (Sophie de Rosenkavalier) y viene de ser Donna Elvira en el Don Giovanni de Garsington. Katherine Manley es una soprano con voz atractiva, más reducida que la de su colega, pero que canta con un gusto exquisito. También su carera está consolidándose, siendo habitual su presencia en la English National Opera. Me produjeron una muy favorable impresión los dos barítonos, Peter Harvey y Ashley Riches, ambos poseedores de voces atractivas y bien timbradas y con grandes dosis de expresividad. Sin duda que sabremos más de ellos en un futuro próximo. El resto de los cantantes lo hicieron bien, aunque no al mismo nivel que los anteriores. Los tres tenores ofrecieron musicalidad y voces agradables, aunque reducidas. Eran Nicholas Mulroy, Benedict Hymas y Joshua Ellicott. La soprano Helen-Jane Howells tiene una voz de soubrette, pero canta y se mueve con facilidad. La también soprano Zoe Brown es muy joven y se le ve todavía un tanto inmadura. Finalmente los contratenores David Allsopp y Benjamin Turner completaban el grupo y cantaban casi exclusivamente en los conjuntos. El Auditorio ofrecía una entrada de alrededor del 80 % del aforo y el público mostró su complacencia con los artistas, dedicando sonoros bravos al final de la representación, obligando a McCreesh a ofrecer una corta propina musical El concierto comenzó con 4 minutos de retraso y tuvo una duración total de 2 horas y 18 minutos, incluyendo un intermedio de 22 minutos. Los aplausos finales se prolongaron durante 8 minutos, incluyendo la propina musical, que apenas llegó a los 2 minutos Los músicos abandonaron el escenario, cuando los aplausos eran todavía muy intensos. El precio de la mejor localidad era de 30 euros, habiendo localidades desde 12 euros. José M. Irurzun