Crítica de Tosca de Puccini. Berlin

Berlín Deutscheoper. 23 Febrero 2013.

Estas representaciones de Tosca son la ocasión para el debut de Anja Harteros en el personaje. Lógicamente, había levantado gran expectación su debut, no en balde se trata de una de las más grandes sopranos de la actualidad. Paseando por el teatro en uno de los intermedios pude ver a Dominique Meyer y a Nikolaus Bachler, directores de las óperas de Viena y Munich, respectivamente. Los teatros españoles no estaban presentes.

La Deutscheoper ha vuelto a poner en escena la producción del ya desaparecido Boleslaw Barlog (1999), que llega con ésta nada menos que a 359 representaciones. Cumplirá 44 años el próximo 13 de Abril. Un auténtico prodigio de longevidad. Estamos ante una producción de las que hoy no se llevan, es decir escenarios realistas, vestuario de la época en la que se desarrolla el drama y ni la más mínima provocación. En la escenografía de Filippo Sanjust no falta nada: la Madonna en una columna, como dice el libreto, la pila y la capilla en el primer acto. Por supuesto, el crucifijo y los candelabros en el segundo, y, finalmente, la terraza, el ángel y la vista a lo lejos de San Pedro del Vaticano en el tercero. El vestuario lleva la firma del mismo Filippo Sanjust y es el visto tantas veces, destacando el de Floria Tosca, que da la impresíón de haber sido hecho para la ocasión y que resulta muy atractivo. La dirección de escena la ha llevado adelante Gerlinde Pelkowski. Una producción del mayor de los clasicismos, especialmente recomendada para nostálgicos, aunque no tiene el brillo de las de Franco Zeffirelli.

La dirección musical estuvo encomendada a Donald Runnicles, el titular de la casa, que es una auténtica garantía en el podio de cualquier teatro de ópera y más en el suyo. Su lectura ha sido francamente buena, cuidando mucho a los cantantes y obteniendo un estupendo resultado de la Orchester der Deutschen Oper Berlin. También el Coro de la casa lo hizo bien y estoy con ganas de volver a escucharle en obras de mayor compromiso, ya que se trata, a mi parecer, de uno de los mejores coros de ópera del mundo.

Anja Harteros es una magnífica cantante, poseedora de un instrumento de gran belleza, al que acompaña unas muy destacables dotes interpretativas. Su carrera está llevada con mucho cuidado y no es de las sopranos del star system, que hoy están aquí y mañana en la otra parte del mundo. Por supuesto, canta en todos los grandes templos de la ópera, pero hay dos sitios a los que es particularmente fiel: Munich y Berlín. Su debut en Tosca hay que considerarlo como un éxito, aunque bueno será entrar en algunas matizaciones. Como ya ocurriera en su debut en la Marschallin de Rosenkavalier, sorprende el dominio del personaje, a pesar de no haberlo cantado nunca. Se nota que hay un estudio profundo y consigue llenar el escenario con su sola presencia. La voz es de las más bellas que pueden escucharse, con una gran homogeneidad de registros y sin el más mínimo atisbo de descontrol en las notas altas. Únicamente, su registro grave no está a la misma altura, dándome la impresión de que este debut puede llegar algo prematuramente. No me entusiasmó en su primer dúo con Cavaradossi, resultando plenamente convincente en el siguiente con Scarpia, dando en una sola frase una auténtica lección de canto. Me refiero a la de Egli vede ch’io piango. Su segundo acto fue muy bueno, coronado con un Vissi d’arte inmejorable, de los de recordar durante mucho tiempo. En el último acto se echó en falta mayor colaboración de su Cavaradossi para que el entusiasmo prendiera en el público. Hoy por hoy es una de las mejores Toscas posibles, aunque creo que puede mejorar con el tiempo.

Cavaradossi era nuevamente Mássimo Giordano, que parece haberse convertido en mi sombra. Inició su actuación con un Recondita Armonía con las notas desafinadas a las que no tiene acostumbrados. Todo lo demás fue lo de siempre: falta de emoción, exceso de portamentos y mediocridad en abundancia. Para quienes le vieron en Bilbao hace un mes, les diré que su actuación pudo ser marginalmente mejor.

El barítono italiano Ivan Inverardi fue un Scarpia bastante modesto. Sus dotes interpretativas no son excesivas, mientras que su voz es grande, pero con tendencia a quedarse atrás. No pasa de ser un Scarpia rutinario.

El joven (26) bajo croata Marko Mimica me produjo una estupenda impresión como Angelotti. Tiene carrera por delante. El americano Seth Carico fue un buen Sacristán, pero su voz resulta demasiado joven y ligera para el personaje. Adecuado el tenor Jörg Schörner en Spoletta. Sonoros tanto Andrew Harris (Sciarrone) como Tobias Kehrer (Carcelero). Jan Cedric Petersen fue un Pastorcillo escasamente audible, cantando en interno.

La Deutscheoper ofrecía una entrada algo superior al 90 % del aforo y el público se mostró particularmente cariñoso con Anja Harteros, que fue braveada muy sonoramente, aparte de haber recibido una prolongada ovación de 72 segundos tras el Vissi d’arte.

La representación comenzó puntualmente y tuvo una duración total de 3 horas y 3 minutos, incluyendo dos largos intermedios, seguramente inevitables en este tipo de producción. La duración estrictamente musical fue de 1 hora y 48 minutos. Los aplausos finales se prolongaron durante algo más de 6 minutos.

El precio de la localidad más cara era de 88 euros, habiendo butacas de platea desde 50 euros. La localidad más barata costaba 30 euros.

José M. Irurzun