Crítica de «Turandot». Munich

TURANDOT (G. PUCCINI)

 

Nationaltheater de Munich. 26 Julio 2012.

 

Dicen que  todo buen escribano echa un borrón y eso es lo que puede aplicarse a esta representación de Turandot. Es ni más ni menos que un borrón echado por un magnífico escribano, como lo es la Bayersiche Staatsoper.

 

La producción lleva la firma de La Fura dels Baus, con dirección de Carlus Padrissa, y se estrenó aquí durante el pasado mes de Noviembre, habiendo sido recibida sin entusiasmo por parte de la crítica. A mi parecer se trata de un espectáculo fallido, que se queda en la superficie de las cosas y que no pretende otra cosa sino ser protagonista del espectáculo o epatar, como ustedes quieran.

Escena. Acto III
Escena. Acto III

A una producción escénica en ópera hay que pedirle que se ponga al servicio del libreto y la partitura para narrar la historia, usando amplios grados de libertad, pero uno pretende siempre salir del teatro comprendiendo cuál ha sido la idea directriz del responsable escénico y qué ha pretendido decir al espectador. Nada de esto ocurre en la producción de Turandot que nos ocupa. Me llegan noticias de que en el programa de mano Carlus Padrissa habla de que en su trabajo  China se ha apoderado de Europa, comprando toda la deuda del viejo continente, y Turandot es la  que gobierna en Europa. Siento no poder confirmar esta información, porque mi alemán es excesivamente pedestre para  leer las notas de un programa de mano, pero les aseguro que dicha interpretación nada tiene que ver con lo visto en escena.

 

La producción es un puro exceso, aparte de la presencia de patinadoras en escena, en la que estamos ante el movimiento continuo. Todo se mueve y de manera continuada, excepto los cantantes. Cuando no tenemos patinadores, tenemos danzantes, o bien figurantes subidos en trapecios o tramoyistas poniendo cables de seguridad a sus compañeros, o bien proyecciones permanentes, para cuyo disfrute se entregan unas gafas de plástico a los espectadores, con instrucciones para usarlas en  la pantalla de los sobretítulos. Por tanto, a este movimiento permanente hay que añadir el ruido de los espectadores en busca de las gafas. Desde mi punto de vista no hay nada más en toda la producción, sino afán de protagonismo  por parte de los componentes de La Fura. A una producción hay que exigirle que no moleste el desarrollo musical y ésta se caracteriza por todo lo contrario. Finalmente, no sé si estamos en un circo  o, como alguien ha dicho, en un cómic en escena.

Escena. Acto II.
Escena. Acto II.

La Fura parece haber sido la responsable de presentar la versión original de Turandot, la estrenada en la Scala, siendo el único aporte el curioso de hacer que sea Turandot la que vaya al final acompañando a Timur, al haber muerto Liú.

 

La escenografía de Roland Olbeter apenas presenta otra cosa que un gran arco para la escena de las adivinanzas. El vestuario de Chu Uroz resulta muy colorista y divertido, lo mejor de la producción para mi gusto. Los videos de Franc Aleu no tienen interés y molestan notablemente. Finalmente, la iluminación de Urs Schönebaum  resulta interesante, a ratos. Por supuesto, al final tenemos a los fureros  ofreciendo la consabida tela de araña en escena. La dirección escénica de Carlus Padrissa es inexistente. No se ocupa sino de mover figurantes, quedando el coro como si estuviéramos en un concierto con vestidos y los cantantes quedan abandonados a su suerte. salvo para hacer cantar a Liú su última aria en una plataforma elevada, que no hacía sino crearle dificultades añadidas.

 

Si escénicamente, el espectáculo de La Fura del Baus ha sido decepcionante, algo parecido se puede decir de la dirección musical de Dan Ettinger, que resultó plana y ruidosa, salvo en la música que sigue a la muerte de Liú. Al menos en el estreno pudieron contar con la presencia de Zubin Mehta en el podio. El israelí Dan Ettinger queda unos cuantos escalones por debajo del hindú. Buena la prestación de la Bayersiche Staatsorchester y algo decepcionante, en general, el Coro, al que he encontrado por debajo de otros años.

 

Al frente del reparto estaba la soprano americana Jennifer Wilson, de la que tan mal recuerdo tengo tras su Isolde en Bilbao esta pasada temporada. Esta cantante no tiene ni de lejos el interés que podía tener hace unos años. Únicamente funciona bien el tercio agudo, aunque resulta excesivamente metálico. El centro ha perdido volumen de manera importante y los graves son totalmente inaudibles. La que pudo ser la gran esperanza americana entre la sopranos dramáticas se ha quedado reducida a la nada o a muy poco.

Jennifer Wilson
Jennifer Wilson

Marco Berti fue una vez más Calaf y estuvo a su nivel habitual, salvo que nunca le había visto tan apretado en la parte de arriba como en esta ocasión. Quizá es que todavía no se ha recuperado de la “enfermedad” que le hizo cancelar el concierto en Bilbao el pasado 2 de Junio, pero que no le impidió cantar Don José – no anunciado – en Masada unos días más tarde. Su Nessun Dorma pasó casi desapercibido y tuvo muchos apuros para dar el DO sobreagudo del segundo acto.

Marco Berti
Marco Berti

La soprano rusa Ekaterina Scherbachenko fue una Liú decepcionante. Digo decepcionante, porque me parece una de las sopranos jóvenes más prometedoras de la actualidad, con una voz  muy bella y un buen manejo de la misma. Su Liú resultó insuficiente de volumen, ofreciendo incluso problemas de afinación, que se acentuaron en el aria final Tu che di  gel sei cinta. Tener que cantar en un a plataforma elevada más de 20 metros no es la  manera más cómoda  de hacerlo.

Ekaterina Scherbachenko.
Ekaterina Scherbachenko.

Buena impresión la dejada por el bajo ucraniano Alexander Tsymbalyuk como Timur. Las tres máscaras cumplieron con su cometido sin mayor brillantez. Eran Fabio Previati (Ping), Kevin Conners (Pang) y Emanuele D’Aguanno (Pong).  Un lujo Levente Molnar como Mandarín. Ulrich Ress fue un Emperador Altoum un tanto deficiente.

Escena
Escena

 

El teatro estaba lleno, con presencia de “Suche Karten” en los alrededores. La reacción final fue cálida, pero sin entusiasmos. No hubo aplausos a escena abierta.

 

La representación comenzó con los habituales 5 minutos de retraso y tuvo una duración total de 2 horas y 45  minutos, incluyendo dos intermedios de 58 minutos en total. La duración estrictamente musical fue de 1 hora y 47 minutos. Mucho intermedio para tan breve duración musical. Hasta en esto La Fura no estuvo acertada. Los aplausos finales, un tanto arrastrados, se prolongaron durante casi 7 minutos.

 

El precio de la mejor localidad era de 163 euros, habiendo butacas de platea también desde 91 euros. En los pisos superiores las localidades bajaban a 64 y 39 euros.

Fotografías: Cortesía de Bayerische Staatsoper.

José M. Irurzun