La enfermedad de Stuart Skelton convierte al joven Dario di Vietro en inesperada estrella del Samson et Dalila de Oviedo, junto a unos triunfales Nancy Herrera y Carlos Álvarez. Con Max Valdés reencontrándose con la OSPA, la propuesta escénica de Curro Carreres gustó en Oviedo.
El estreno de Samson et Dalila (última ópera de la Temporada de la Ópera de Oviedo) comenzó cargado de incertidumbre. Regiduría informaba que por una infección grave en las cuerdas vocales el tenor Stuart Skelton no podría cantar su rol de Sansón. Sin embargo, sí haría las partes actorales, y su voz sería interpretada por el joven tenor italiano Dario di Vietro, que se encontraba en esos momentos audicionando en la ciudad.
Sólo cabe el aplauso ante este joven italiano que, partitura en mano, asomaba desde el codo para asumir el difícil reto de cubrir vocalmente a Skelton. Y, a pesar de los nervios iniciales, dejó muy buena impresión, con momentos de gran brillantez, como el dúo con Nancy Fabiola Herrera al final del segundo acto. Una pena que la posición, tan escorada, no permitía proyectar la voz para todo el teatro, y saliese bastante velada para una parte de los palcos. Si se trataba de no interferir en la escena el foso podría haber sido una buena solución para su colocación.
Una soberbia Nancy Herrera asumió el papel de estrella, presentándose como una Dalila extremadamente sensual y poderosa, dueña de la escena y con un control total sobre su voz, sabiendo dosificarse para poder llegar con plenas garantías al final de la ópera, y sobre todo ofreciendo un segundo acto para el recuerdo, tanto en el dúo con Carlos Álvarez como con su interpretación del “Mon coeur s’ouvre a ta voix”, demostrando la riqueza de matices de un personaje tan poliédrico, malvado pero con gran ambigüedad en cuanto a sus sentimientos.
Por otro lado, Oviedo echaba de menos a Carlos Álvarez, quien regresó después de mucho tiempo al Campoamor convertido en el Sumo Sacerdote en un momento vocal envidiable, que hace olvidar épocas pasadas y que nos devuelve a un barítono que ha ganado en armónicos, que conoce mejor su voz y sabe utilizarla de manera muy racional, lo que no es sencillo ante un rol tan exaltado como el que le tocó asumir en esta ópera.
El cuarto pilar del éxito cosechado por Samson et Dalila fue el coro de la Ópera de Oviedo que, quizá contagiado por los murmullos que acompañaron todo el comienzo de la representación tras conocer por megafonía los problemas de Skelton, acusó el peso del estreno en el comienzo de la ópera, pero que supo rehacerse rápidamente para demostrar su valía, y versatilidad, tanto en los momentos de mayor potencia como en aquéllos que exigían una mayor delicadeza y un color diferente para adecuarse a las exigencias de la partitura de Saint-Saëns. Mención especial para sus intervenciones a capella en el lamento de Sansón en el tercer acto, y sobre todo para las voces graves en el “Hymne de joie”.
Curro Carreres presentaba su visión, muy aplaudida, y que tuvo grandes destellos de calidad. Especialmente en el primer acto, donde los cambios de punto de vista y las transiciones consiguieron aportar una inusitada fluidez al devenir dramático. El segundo acto, con un tálamo central que condicionaba toda la escena pecó de algo más de rigidez –las situaciones del libreto tampoco permiten un derroche de movimiento escénico–, aunque se echó de menos el poder ver el momento capital del corte del pelo, que fue oculatado al público. En el tercer acto pudimos ver una bacanal coreografiada por Antonio Perea muy interesante, en forma de un sensual pas de deux, extremadamente expresivo, para dar paso a una sencilla coreografía grupal que culminaba la escena. El final, con Sansón elevándose de manera espectacular sobre todos para derribar el templo dejó una grata impresión entre el público, aunque tampoco se llegase a ver en ningún momento el derribo propiamente dicho.
La Orquesta Sinfónica del Principado de Asturias recibía de vuelta en el foso a Max Valdés, quien fue su titular durante diecisiete años. Su dominio del repertorio francés es absoluto, y supo exprimir al máximo las posibilidades tímbricas de una ambiciosa partitura, cuidando siempre de respetar a las voces, lo que resulta del todo menos sencillo dada la profusa orquestación de la que hace gala Saint-Saëns.
Una noche victoriosa a pesar de todo en el Campoamor, que vio cerrar su temporada con una velada iniciada con susto inicial, pero que acabó ante la ovación más intensa de este año. Por cierto, bonito detalle el de Carreres haciendo partícipes del éxito a todos los trabajadores del teatro, sacando a saludar a todo el equipo técnico y de sastrería del Campoamor, trabajadores por lo general en la sombra y cuyo ímprobo esfuerzo es indispensable para levantar proyectos como Samson et Dalila.
Final feliz, pues, para la Ópera de Oviedo, que ya anunciado su próxima Temporada: La Walkiria (septiembre de 2015), Nabucco (octubre de 2015), Las bodas de Fígaro (noviembre de 2015, El Duque de Alba (diciembre de 2015) y La Bohème (enero- febrero de 2016).
Alejandro G. Villalibre @agvillalibre