Estas numerosas representaciones de La Traviata en el Teatro Real de Madrid no hacen sino repetir lo que ocurrió en el Liceu de Barcelona hace 6 meses, poniendo en evidencia la situación actual del mundo de la ópera. Aparte de algunos poquísimos divos – hoy estaba en el reparto Leo Nucci – no son los cantantes los que llevan al público a los teatros, sino los títulos. Nada tiene de extraño, por tanto, que las programaciones actuales estén llenas de títulos de gran repertorio y con repartos generalmente bastante mediocres. El caso de estas Traviatas, tanto en Barcelona como en Madrid, es sumamente representativo. El teatro se ha llenado en todas las representaciones, mientras que el resultado artístico no ha pasado de la corrección.
La producción escénica ofrecida se debe al escocés David McVicar, uno de los directores de escena de mayor prestigio en los tiempos actuales. Esta producción se anuncia como coproducción de las óperas de Barcelona, Glasgow, Cardiff y Madrid. Teniendo en cuenta que se estrenó hace ahora 6 años en la ciudad escocesa y que hasta hace 6 meses no había llegado a España, me da la impresión de que Barcelona y Madrid se han unido a la coproducción hace poco y, seguramente, de la mano de Joan Matabosch, ya que no alcanzo a ver el interés que podía haber tenido Gerard Mortier en este trabajo. Tras su estreno en Glasgow se ha podido ver en Cardiff hasta en tres ocasiones en los últimos 5 años, habiendo viajado además en gira por Inglaterra.
También se pudo ver en Ginebra hace 2 años, aunque la ciudad suiza no figure entre los coproductores, al menos en este momento.
La producción de David McVicar es totalmente tradicional, con una escenografía única (Tanya McCallin) para toda la ópera, cambiando los ambientes simplemente con elementos de atrezzo. Vestuario adecuado, obra de la misma Tanya McCallin y correcta iluminación de Jennifer Tipton. Poco hay que señalar en esta producción como novedoso, aunque hay que reconocer que el buen gusto está siempre presente. Apenas señalaré el hecho de que Alfredo canta el aria De miei bollenti spiriti a Violeta, mientras ella duerme, y el de hacerle llegar a la fiesta de Flora en estado de embriaguez. Se puede esperar más del director de escena escocés. La coreografía de Andrew George resulta bastante ramplona.
La dirección musical de La Traviata en el Teatro Real estuvo en manos de Renato Palumbo, quien no me cabe duda de que conoce la partitura a la perfección. No obstante, su dirección me ha resultado un tanto decepcionante, abusando de volumen orquestal en numerosas ocasiones y con tiempos un tanto erráticos, que se caracterizaban por aceleraciones en unos momentos – léase Leo Nucci en escena – , ralentizándose en otros. No sé si la Orquesta del Teatro Real está perdiendo calidad o es que Renato Palumbo no sacó el debido partido de ella, pero el sonido que salía del foso no era comparable al que hemos escuchado de esta orquesta no hace mucho tiempo. Correcto el Coro del Teatro Real.
Se han programado tres repartos del título, que tienen que ser considerados como alternativos, ya que el precio de las localidades era el mismo en todas las funciones. El que ahora nos ocupa era el tercero cronológicamente y contaba con la presencia de Leo Nucci en el reparto como mayor atractivo.
El personaje de Violeta fue interpretado por la joven soprano rusa Venera Gimadieva, que entró en estos repartos al producirse la cancelación de Patrizia Ciofi, lo que trajo consigo la reubicación de las otras intérpretes anunciadas. La verdad es que, tras ver a Patrizia Ciofi en Barcelona en Octubre, hemos salido ganando con el cambio. Esta joven (31) soprano rusa tiene un brillante futuro por delante, si no se echa a perder. Su actuación hasta el Amami, Alfredo del segundo acto fue totalmente intachable. Voz atractiva, bien manejada y destacada intérprete, muy creíble además por su figura escénica. Hoy por hoy no va más allá de ser una soprano lírico-ligera, que queda un poco corta en los momentos más dramáticos, para los que le falta un centro más importante. Si evoluciona positivamente, en unos años podría ser una magnífica Violeta. Hoy casi lo es.
Alfredo era el tenor rumano Teodor Ilincai, cuya actuación me resultó decepcionante. No había tenido la oportunidad de verle en escena desde una Bohème en Barcelona hace tres años y a mi parecer en este tiempo las cosas han evolucionado bastante mal. Suelen decir que para cantar ópera hace falta incluso voz. El caso de Teodor Ilincai es que al día de hoy voz es lo único que tiene y eso, efectivamente, no es un buen bagaje, si no va acompañada de otras cualidades. Al rumano le falta elegancia, línea decanto, expresividad y desenvoltura escénica, mientras que le sobran sonidos abiertos, engolamientos excesivos, y monotonía. Tanto su aria, como la cabaletta, coronada por un DO sobreagudo, e incluso su dúo con Violeta (Parigi, o cara) no consiguieron arrancar ni un aplauso del respetable. Su afinación me pareció bastante dudosa en varias ocasiones.
Leo Nucci fue Papá Germont y volvió a mostrarse como un auténtico milagro vocal viviente. Efectivamente, como tal hay que considerar la frescura de su timbre a sus 73 años de edad. Para mí no es ni ha sido nunca Germont uno de los personajes más afines a Leo Nucci, de cuyo arte he disfrutado más con otros personajes que con éste. Si algo destacaría de su actuación sería, además de la frescura vocal, a la que me acabo de referir, su perfecta dicción. Se notan signos de fatiga, como no puede ser de otra manera, en la parte alta de la tesitura, lo que no ocurría hace unos pocos años. Tengo la impresión de que se encontraba cómodo con los tiempos excesivamente vivos que ponía Renato Palumbo desde el foso, lo que tampoco es muy de extrañar. Tengo que decir que ni sus dúos con Violeta ni Di Provenza pusieron en peligro las estructuras del teatro, ya que los aplausos a escena abierta nunca pasaron de 20 segundos.
Los personajes secundarios fueron bien cubiertos en todos los casos. Marifé Nogales lo hizo bien como Flora, aunque su volumen vocal es un poco escaso. Buena actuación de Marta Urbieta como Annina. Correcto, Albert Casals en la parte de Gastone. Muy adecuado Cesar San Martín como Barón Douphol. Bien, sin más, Fernando Radó como Doctor Grenvil. Desenvuelto el Marqués de Damián del Castillo. Los tres personajes episódicos fueron muy bien resueltos por Alejandro González (Giuseppe), Elier Muñoz (Mensajero) y Abelardo Cárdenas (Criado de Flora).
El Teatro Real estaba totalmente lleno. No hubo excesivo entusiasmo durante la representación, mejorando en los saludos finales con ovaciones y bravos para Leo Nucci y Venera Gimadieva.
La representación comenzó puntualmente y tuvo una duración de 2 horas y 44 minutos, incluyendo dos intermedios. Duración musical de 1 hora y 58 minutos. Si no me equivoco, la más rápida a la que he asistido. Seis minutos de aplausos.
El precio de la localidad más cara de La Traviata en el Teatro Real era de 213 euros, habiendo butacas de platea por 203 euros. La localidad más barata costaba 34 euros.
Jose M. Irurzun