Crítica «Die Entführung Serail» Scala Por Bernardo Gaitán
El Teatro alla Scala presenta seis funciones de la legendaria puesta en escena de Die Entführung aus dem Serail firmada por Giorgio Strehler que data de 1965. En la primavera de 1781 Mozart rompió relaciones laborales con el arzobispo de Salzburgo, Hyeronymus von Colloredo, para establecerse como freelance en Viena. Una de sus intenciones artísticas era escribir una ópera alemana, deseo aún más alimentado por la reciente decisión del emperador José II de establecer un teatro de ópera nacional. Por tanto, podemos comprender su emoción cuando, el 30 de julio de 1781 tuvo por primera vez entre sus manos el libreto escrito por Johann Gottlieb Stephanie “el joven” para Die Entführung aus dem Serail junto al encargo de una ópera para el teatro de la corte. Mozart puso manos a la obra y terminó partitura en abril de 1782 y finalmente el telón del Burgtheater de Viena se levantó 16 de julio de 1782 para el estreno de El rapto en el serrallo.Crítica «Die Entführung Serail» Scala
El tema del Singspiel (género caracterizado por la alternancia de partes habladas y piezas musicales típico de la cultura germánica) está tomado del libreto de Christoph Friedrich Bretzner titulado Belmont und Constanze que como muchas otras obras contemporáneas, se basa en un entorno turco y trata de la fuga de prisioneros cristianos de la esclavitud otomana. El exótico paisaje está impreso en un color musical característico y unificador de estilo «turco», que como señala el historiador musical Cesare Fertonani «sobre todo la música vinculada a Osmin muestra una imagen sonora del exotismo y la barbarie, concretada en el timbre de instrumentos como el bombo, el tambor militar, los platillos, el triángulo, el sombrero chino (o media luna) y el flautín con intenciones y resultados muy expresivos.
Desde el innegable éxito en su estreno hasta hoy día, pocas producciones han quedado impresas en la memoria de los melómanos como la firmada por Giorgio Strehler en 1965 para el Festival de Salzburgo. La ya histórica producción de Strehler llegó a La Scala en 1972, con reposiciones en 1978, 1994 y 2017. A más de medio siglo de su estreno sigue funcionando, pero más como una ‘joya histórica’ que como un espectáculo de entretenimiento. Bien dice Anthony McCarten en su obra The Pope que «‘el humor alemán no debe necesariamente hacer reír» y esta producción confirma esa frase. Los gags y trazo escénico propuestos por Strehler -retomados en esta producción por Laura Galmarini– funcionó exitosamente hace 5 décadas, hoy por desgracia con la influencia de la televisión, del streaming, del cine y un largo etcétera, el público está habituado a otro tipo de humor mucho más dinámico, violento e incluso de mal gusto. De cualquier forma, los vestuarios de Luciano Damiani son la verdadera joya de la corona, increíblemente bien realizados e incapaces de pasar de moda. Damiani diseñó igualmente la escenografía clásica de los años 50’s: ciclorama monocolor en el fondo con mamparas pintadas a mano en estilo árabe que simulaban el palacio del Pachá. Al centro, una rampa inclinada servía para realizar un juego de sombras gracias a la iluminación de Marco Filibeck quien iluminaba solo una parte del escenario dejando ver a los personajes, mientras la rampa se mantenía siempre oscura y de los intérpretes que se posicionaban ahí se veía solo la silueta.
La innovación de este revival lo encontramos en el foso, la enérgica batuta de Thomas Guggeis sorprendió por su frescura y eficacia. El concertador alemán de 31 años, además de tener el control total de la Orquesta del Teatro alla Scala, brilló tanto por sus tempi veloces y precisos como por los lentos muy elegantes; además de proponer dinámicas brillantes y siempre en estilo mozartiano. La estrepitosa obertura sirvió como muestra de lo que vendría -musicalmente hablando- durante las siguientes 3 horas. Las dos participaciones del Coro del Teatro alla Scala dirigido por Giorgio Martano fueron intensas, vivaces y animadas. Jessica Pratt interpretó una Konstanze elegante, refinada y vocalmente impecable. Los sobreagudos y agilidades de la soprano angloaustraliana fueron impolutos y llenos de virtuosismo. Partió plaza con «Ach ich liebte, war so Glücklich» apenas entró en escena, aunque naturalmente el momento más esperado de la noche era su tour de forcé: la temida aria «Martern aller Arten» la cual gracias a la estudiada batuta de Guggeis fue apoteósica. A pesar de ser la única de todo el elenco de no tener el alemán como lengua materna, su pronunciación tanto hablada como cantada es perfecta. Una gran Konstanze de la actualidad, de la que han acaba podido disfrutar en Bilbao hace unas semanas.
El tenor alemán Daniel Behle en el papel del caballero Belmonte evidencia un claro y cuidadísimo estilo mozartiano (que recuerda a Francisco Araiza), por su refinado fraseo y delicada intensidad en el registro agudo. Muy aplaudido en la famosa aria «Ich baue ganz auf deine stärke». Por su parte, Peter Rose interpretó un Osmin escénicamente divertido y vocalmente cumplidor. Jocoso en general, pero aún más en los duetos con Belmonte, con Pedrillo y con Blonde. La voz del bajo inglés cuenta con cierta dificultad de audición en el registro grave, pero cubre este defecto con sus habilidades como hábil actor. Como su amo, el autoritario Pachá Osmin, el actor y director alemán Sven-Eric Bechtolf ejecutó el demandante rol hablado. Bechtolf tiene experiencia interpretando el personaje en varias casas de ópera del mundo, es evidente del dominio del texto, la muy clara pronunciación y proyección. Otra simpática pareja que se llevó sonoros aplausos fue la de Pedrillo y Blonde, interpretados respectivamente por Michael Laurenz y Jasmin Delfs. El tenor alemán sorprendió por su vivacidad en «Frisch zum kampfe! Frisch zum streite!» así como por su melancolía y sensibilidad en la serenata «In Mohrenland gefangen war ein Mädele» llena de sensualespianissimi. Mientras su compatriota soprano fue vitoreada sobre todo desde el loggione al sacar a flote unos sobreagudos cristalinos en el aria «Durch Zärtlichkeit und Schmeicheln».
En resumen, un título entrañable y perfecto representante de las “turquerías” clásicas de la época y que tanto atraían a Mozart. De hecho, fue el ‘genio de Salzburgo’ quien ayudó tanto a exorcizar desde Europa al mundo turco que hasta principios del siglo XVIII constituía un peligro para la supervivencia misma de Occidente con un final donde exalta las bondades que puede tener un musulmán con poder. De un predecible final sangriento y vengativo (que bien propondría una tv-serie actual), Mozart opta por el perdón y la misericordia por parte del Medio Oriente, un mensaje que tanta falta hace en estos días.
Milán (Teatro alla Scala), 5 de marzo de 2024 Die Entführung aus dem Serail
Director musical: Thomas Guggeis Director del coro, Giorgio Martano
Director de escena: Giorgio Strehler. Retomada por Laura Galmarini.
Escenografía y vestuarios, Luciano Damiani. Iluminaciòn, Marco Filibeck. Movimientos mímicos, Marco Merlini.
Orquesta y Coro del Teatro alla Scala. Crítica «Die Entführung Serail» Scala
Elenco: Sven-Eric Bechtolf, Jessica Pratt, Jasmin Delfs, Daniel Behle, Michael Laurenz, Peter Rose, Marco Merlini.