Crítica: Don Giovanni Por Majo Pérez
El joven Teatro del Bicentenario – Roberto Plasencia Saldaña de León (México), con algo más de una década a sus espaldas, apostó por el gran título mozartiano para retomar la actividad operística en esta temporada 2021-2022. Existen más de 50 obras líricas que tratan al arquetipo creado por Tirso de Molina y la de Mozart es para muchos la más perfecta de todas ellas, tanto desde un punto de vista musical como en cuanto al calado psicológico de los personajes y la complejidad de la trama. De hecho, a lo largo del tiempo, el Don Giovanni de Lorenzo Da Ponte ha permitido a los directores de escena aproximarse al mito desde multitud de puntos de vista. Crítica: Don Giovanni
Nacida de la colaboración entre el Teatre Principal de Palma de Mallorca, donde se estrenó en marzo de 2019, el Teatro del Bicentenario de León y el Instituto Estatal de la Cultura de Guanajuato, en esta coproducción Paco Azorín respeta el espíritu del dramma giocoso original, basando su concepto escénico en la idea de que nadie está en posición de juzgar a don Juan, pues todos participamos en mayor o menor medida del juego de la seducción y la conquista. En la era del movimiento #MeToo contra el acoso sexual y de la corrección política, exonerar a don Juan de sus actos puede resultar, cuando menos, arriesgado. No obstante, la manera en que Azorín trata a los personajes y el tono de lo que acontece sobre el escenario van despejando las posibles reticencias de los espectadores, y si nos les convence, al menos les permite sopesar otro punto de vista que no resulta ofensivo.
La acción se sitúa en una época indeterminada, con el factor tiempo como otro de los ejes principales del montaje: Mozart, interpretado en el escenario por tres actores (un niño, un joven y un anciano –a pesar de que el compositor nunca alcanzara dicha edad–), y don Juan son, ante todo, inmortales. En la obertura, los personajes de la obra se van presentando uno a uno apoyados por la proyección de un vídeo que simula la cabecera de una telenovela o de un reality show y, tras ello, el guaperas sevillano sale literalmente de su tumba para volver a protagonizar sus correrías de faldas y sus atropellos. Este inicio es potente; por un lado, contextualiza y da el tono de lo que se va a ver y, por otro lado, ayuda al espectador a reconocer a los protagonistas en cuanto aparecen en el escenario, cosa nada banal dado el torbellino de actores que viene poco después.
En general, el montaje es de una gran complejidad técnica aunque cantantes, bailarines y figurantes lo hacen parecer sencillo. La escenografía única, diseñada por Azorín, la cual consiste en paneles articulados y en una escalera de grandes dimensiones que van creando diferentes espacios y atmósferas, dota al escenario de gran versatilidad. El uso de un clave con ruedas, dos bicicletas y un side-car también contribuye a ese dinamismo escénico. Las certeras proyecciones diseñadas por Pedro Chamizo aportan significado en forma de imágenes e inscripciones y la apropiada iluminación de Pedro Yagüe también suma en todo momento. El vestuario, de épocas y estilos diversos, si bien sirvió para reforzar la idea de atemporalidad, me resultó algo confuso; el atuendo gótico de los figurantes era mucho más llamativo que el de los solistas, algo que les restaba protagonismo.
La Orquesta Sinfónica de la Universidad de Guanajuato (OSUG), atenta a las indicaciones del maestro Roberto Beltrán, sonó compacta y con los acentos mozartianos en su sitio. En la lectura de Beltrán, los tempi lentos tomaron protagonismo, restando más que sumando en momentos como el ‘aria del catálogo’ o la serenata del protagonista ‘Deh vieni alla finestra’. Los recitativos, acompañados por un clavicémbalo, contrastaban de algún modo con lo que veíamos en el escenario: ¿un nuevo guiño a la atemporalidad de la obra? Y es que desde hace un par de décadas es más habitual acompañarlos con fortepiano, tal y como los musicólogos actuales afirman se hacía en tiempos de Mozart. La versión interpretada resultó de combinar la de Praga (29 de octubre 1787) y la de Viena (7 de mayo de 1788), lo cual permitió que Don Ottavio nos deleitara con dos arias (‘Il mio tesoro’ y ‘Dalla sua pace’) y Donna Elvira con la muy difícil y bella ‘Mi tradì quell’alma ingrata’, aunque se cortó el dúo de Leporello y Zerlina vienés ‘Per queste tue manine’.
El elenco de solistas, de muy buen nivel, logró un resultado global notable. El barítono Armando Piña delineó un don Juan escénicamente más avasallador que seductor, en concordancia con la puesta en escena y con su voz cálida y robusta, aunque no siempre homogénea. El Leporello de Rodrigo Urrutia fue de menos a más, aunque no acabó de entrar del todo en el personaje. Su voz careció del brillo y su actuación de la viveza que se esperan de un Leporello. Del magnetismo escénico de la soprano Sarah Traubel y de su adecuación al estilo mozartiano no hay dudas. Capaz de una gran precisión, exhibió como Donna Anna toda su experiencia teatral y musical y convenció a pesar de su timbre algo agrio. Esta característica, la belleza de la voz, sí la tiene Marcela Chacón y aunque la faceta escénica no sea su fuerte ni sus coloraturas fluyan con facilidad, su Donna Elvira estuvo a la altura de la anterior, recibiendo grandes aplausos. El tenor Leonardo Sánchez prestó a Don Ottavio su voz varonil y su considerable caudal sonoro. Demostró también buenas dotes actorales y un trabajado fraseo, aunque sus coloraturas no fueron ejecutadas con el mismo rigor. Estupenda la pareja de Zerlina y Masetto formada por la soprano Carolina Torres y el bajo-barítono Esteban Baltazar; ella, debutante y él, aunque joven, con ya varias producciones internacionales a sus espaldas. Mostraron el frescor de dos jóvenes enamorados y gustaron. José Luis Reynoso, como Comendador, pasó de puntillas sobre su personaje, al no dar con el carácter de ultratumba ni la cavernosidad que debe poseer la voz del bajo que interpreta esa parte. El coro estuvo correcto y profesional en sus cortas intervenciones. Crítica: Don Giovanni
Con fuertes restricciones aún de aforo, el magnífico Teatro del Bicentenario colgó el cartel de ‘Localidades agotadas’ y se mostró pródigo de aplausos al final de la representación. Hoy domingo 7 de noviembre tendrá lugar la última función de este Don Giovanni en León y el próximo domingo 14, a las 12:00 horas, se podrá disfrutar de esta producción en el histórico Teatro Juárez de la hermosa ciudad de Guanajuato.
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5 de noviembre de 2021. Teatro Bicentenario (León, México). Don Giovanni de W. A. Mozart. Dirección musical: Roberto Beltrán. Director de escena: Paco Azorín. Solistas: Armando Piña (Don Giovanni), Sarah Traubel (Donna Anna), Leonardo Sánchez (Don Ottavio), Marcela Chacón (Donna Elvira), Rodrigo Urrutia (Leporello), Carolina Torres (Zerlina), Esteban Baltazar (Leporello), José Luis Reynoso (El Comendador). Orquesta Sinfónica de la Universidad de Guanajuato. Coro del Teatro del Bicentenario. Jaime Castro (director del coro). Crítica: Don Giovanni