Crítica: «Don Pasquale» en el Teatro alla Scala de Milán

Por Bernardo Gaitán Crítica: «Don Pasquale» Scala Milán
Luca Zoppelli, musicólogo e investigador donizettiano afirma que estamos inusualmente bien informados sobre la génesis de Don Pasquale gracias a Giovanni Ruffini, el joven refugiado político en Francia, a quien Gaetano Donizetti le había confiado la tarea, en el otoño de 1842, de revisar un viejo libreto cómico para la nueva temporada del Théâtre Italien de París. Ruffini escribía largas cartas semanales a su madre, que permanecía en Liguria. En ellas hablaba de su frustración por los continuos cambios solicitados por el compositor, pero también de la generosa recompensa y diversas anécdotas teatrales sobre la creación de la ya inmortal ópera.
Una escena de «Don Pasquale» / Foto: Brescia e Amisano – Teatro alla Scala
La premisa de la historia no es en absoluto novedosa; se basa en la tradicional pero infalible fórmula de la ópera buffa del siglo XVIII: una pareja enamorada (tenor y soprano por excelencia) ve su amor impedido por un viejo (normalmente de voz grave) que también ama a la protagonista, mientras todos los hilos son movidos por un astuto personaje, amigo de todos. Con esta descripción general, podemos sintetizar un gran número de óperas del clasicismo y belcantismo. Entonces, ¿por qué una ópera como Don Pasquale ha logrado perdurar a lo largo de los años frente a otras con tramas similares? El musicólogo Claudio Toscani ofrece en el programa de sala una respuesta, señalando varias razones. Primero, Don Pasquale es una comedia compleja, que a veces se inclina hacia lo ridículo, pero en otras ocasiones se envuelve en un lirismo melancólico, como ocurre en las arias de Norina y Ernesto. Sin embargo, el verdadero triunfo radica en su regionalismo; la fórmula del viejo avaro que arruina el amor de los jóvenes es puramente italiana. Cuando finalmente se estrenó el 3 de enero de 1843 en el Théâtre Italien, los parisinos quedaron fascinados con este entrañable título, pues acostumbrados a la opéra comique, descubrieron en el teatro buffo italiano que esta fórmula funcionaba perfectamente, aunado naturalmente a la extraordinaria música de Donizetti.
Entre las curiosidades que han llegado a nuestros días, está que Antonio Tamburini, el famoso barítono destinado a interpretar por primera vez el papel del Doctor Malatesta no tenía una gran relación con Luigi Lablache, quien interpretaba a Don Pasquale, dice Ruffini en una carta que “eran como perros y gatos”. Lo más interesante es que el libretista señala la belleza del hermoso cantabile del primer acto («Bella come un angelo») junto a un “allegro brillante” del cual con el tiempo se perdió la pista. Según Zoppelli, este misterioso fragmento parece que no fue representado ni en el estreno de 1843 ni posteriormente. Se perdió todo rastro del fragmento hasta hace unos años, cuando volvió a aparecer el manuscrito autógrafo, no catalogado y sin indicaciones del autor en una biblioteca italiana (desgraciadamente falta la última hoja). Es una especie de polonesa con una parte vocal ligera y cincelada, similar al estilo de Rossini, correspondiente a los medios vocales de Tamburini. No está claro en qué punto de la ópera debería haberse insertado, probablemente en el tercer acto. Donizetti especificó claramente en sus notas que la trama debía situarse en “época moderna, en la Roma actual” y que los personajes debían vestir con ropa civil contemporánea. Esta indicación plantea un dilema para cualquier regista y diseñador de vestuario, ya que la «Roma actual» de Donizetti es en realidad, nuestra Roma de mediados del siglo XIX. Crítica: «Don Pasquale» Scala Milán
Una escena de «Don Pasquale» / Foto: Brescia e Amisano – Teatro alla Scala
La solución que el director escénico Davide Livermore utilizó en 2018, en la puesta en escena que ahora se repone, fue un término medio, pues situó la trama en la Roma de los años 50 del siglo pasado. Como es habitual en las producciones del regista turinés, la obra está llena de referencias cinematográficas; en esta producción el cine italiano de los años 50, con evidentes alusiones a películas de Fellini, Germi, De Sica, Risi y Mastrocinque. El escenario, diseñado por Giò Forma, presenta una Roma en blanco y negro que destaca la famosa estación de trenes Termini, los icónicos estudios de Cinecittà y muestra tomas aéreas del Coliseo, la Fuente de Trevi y otros lugares históricos, gracias a las animaciones y vídeos creados por D-wok. Elementos automovilísticos italianos, como el Alfa Romeo de Norina y la Vespa utilizada por muchos de los figurantes, evocan el ambiente de los clásicos del cine. Por su parte, Gianluca Falaschi diseñó un vestuario elegante y perfectamente adecuado al entorno cinematográfico, con los hombres en trajes de tonos grises oscuros y Norina, quien en esta producción es una modista, luciendo vestidos coloridos y de muy buen gusto. La regia de Livermore, salvo por algunos gags puntuales, resulta un poco floja; definitivamente es talentoso para el drama, pero en la comedia deja un poco que desear. Un elemento dramatúrgico destacable es que durante la obertura narra la vida de joven de Don Pasquale, su historia lo humaniza al punto que en los primeros minutos sentimos empatía por él debido a que su madre se encargó de ahuyentar a todas las mujeres en su vida.
La obertura anticipaba una función extraordinaria desde el punto de vista musical, ya que solo en este momento, Evelino Pidò mostró un control total de la orquesta y un correcto desarrollo del estilo belcantista. Sin embargo, al terminar la obertura, parecía que otro director había subido al podio. Pidò se volvió errático e irreconocible, proponiendo tempi completamente fuera de estilo que solo lograban exhibir las carencias de los cantantes. No hubo prácticamente ningún matiz interesante, poca coherencia en los tiempos rápidos y con un volumen ridículamente elevado cubrió impetuosamente a los cantantes durante casi toda la función. Igualmente errática fue la Orquesta del Teatro alla Scala, que se dejó confundir por la esquizofrénica batuta del director turinés. Esta actuación en el foso le valió sonoros abucheos al final de la función desde el loggione.
Una escena de «Don Pasquale» / Foto: Brescia e Amisano – Teatro alla Scala
Ambrogio Maestri ofreció un Don Pasquale convincente tanto escénica como vocalmente. El barítono italiano evidenció su vasta experiencia en este rol, interpretando al clásico viejo avaro pero con una profunda humanidad. En lugar de presentar un personaje de cuento de hadas, Maestri nos mostró a un hombre solitario y melancólico, cuyas acciones están justificadas por su pasado. Desafortunadamente, el potente volumen de la orquesta hizo que su voz fuera casi inaudible en varias ocasiones. A pesar de esto, su registro medio fue muy bueno, aunque presentó ligeras dificultades en los agudos. Lawrence Brownlee en el papel de Ernesto no resultó del todo convincente. El tenor estadounidense, poseedor de una fina voz y elegancia en el fraseo, mostró debilidad en la actuación. Su timbre es demasiado ligero y su volumen insuficiente para un teatro como La Scala, haciendo que sus agudos pasaran desapercibidos. Sin embargo, cabe reconocer que su pronunciación italiana es loable. Por su parte, la Norina de Andrea Carroll recibió abucheos y decepcionó profundamente. Aunque mostró seguridad en el escenario, sus evidentes deficiencias técnicas y de proyección la traicionaron. Desgraciadamente, la interpretación actoral de la soprano estadounidense no logró compensar los defectos vocales. Su voz es pequeña y presenta una gran dificultad para las coloraturas, que fueron muy sucias y embarradas. Los sobreagudos, además de ser apenas tocados, estuvieron descolocados y forzados.
Quien tuvo la mayor aceptación del público fue el simpático Doctor Malatesta creado por Mattia Olivieri. El barítono italiano a pesar de ser ligeramente sobreactuado en algunos momentos, sacó adelante el rol con temple. De vocalidad cumplidora y un carisma con lo que se echa al público a la bolsa. Poseedor de un registro central bello y una línea de canto elegante se mostró siempre seguro y brillante. En el papel del notario, Andrea Porta destacó por la comedia física, más que por la vocalizad. El Coro del Teatro alla Scala, dirigidos por Alberto Malazzi interpretaron con maestría la simpática»Che interminabile andirivieni!»
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Milán (Teatro alla Scala), 28 de mayo de 2024.   Don Pasquale
Orquesta y coro del Teatro alla Scala
Director: Evelino Pidó.  Director de coro: Alberto Malazzi.
Director de escena: Davide Livermore.
Escenografìa: Davide Livermore y Giò Forma. Vestuario: Gianluca Falaschi. Iluminación: Nicolás Bovey.  Vídeo: D-Work. Crítica: «Don Pasquale» Scala Milán
Elenco: Ambrogio Maestri, Mattia Olivieri, Lawrence Brownlee, Andrea Carroll, Andrea Porta.                  OW