Crítica: «El caballero Olmedo» Zarzuela Por José Antonio Lacárcel
Quiero empezar este comentario en torno al estreno de El caballero de Olmedo, en adaptación de Lluís Pascual en cuanto a libreto, y con música del joven maestro Arturo Díez Boscovich teniendo como base la formidable obra de Lope de Vega. Digo que quiero empezar este comentario teniendo presente la , para mí, enorme y brillante labor que ha realizado durante todos estos años, al frente del Teatro de la Zarzuela, Daniel Bianco. Un trabajo espléndido, teniendo muy en cuenta cuáles son los mimbres con los que construir la programación de un teatro nacional que, además, tiene una larga historia, cargada de luces y sombras, hasta que adquiere su carácter de teatro nacional. Y es entonces cuando encuentra el verdadero camino, ese mismo que ha venido recorriendo el señor Bianco, al combinar sabiamente en sus programaciones, la noble tarea de recuperar el repertorio olvidado, muchas veces injustamente; seguir ofreciendo títulos de repertorio y embarcarse en la importante aventura de ofrecer la posibilidad de que asistamos a estrenos.
Porque es éste un capítulo muy importante y que no siempre ha sido bien atendido. Reconozco que hay que tener valentía para ofrecer obras nuevas, obras que puedan enriquecer el repertorio, que se aparte de repetir siempre los mismos títulos con parecidos montajes, cayendo muchas veces en una monotonía, en un adocenamiento que es altamente perjudicial para el género que parecería estancarse sin encontrar nuevos horizontes, nuevas fórmulas capaces de regenerarlo y ampliarlo adecuadamente. Por eso, el gran equilibrio que ha sabido llevar a cabo el señor Bianco es bien de agradecer porque, vuelvo a insistir, junto a las grandes obras de repertorio, junto a los títulos suficientemente consagrados, ha ido rescatando otros siguiendo un acertado criterio musicológico y, por último, la serie de estrenos con los que se ha conseguido algo muy importante. No todas las obras estrenadas han tenido la misma acogida. Eso pasa siempre y es lo lógico, pero muchas pasarán al repertorio, enriquecerán nuestro género y, creo, que irán entrando de lleno en el gusto y en la memoria de los buenos aficionados. Crítica: «El caballero Olmedo» Zarzuela
Claro que siempre que vamos a un estreno, siempre que nos acercamos a lo que nos es desconocido, existe un cierto desasosiego, aunque no queramos admitirlo. ¿Cómo será esto? ¿Habrá acertado el autor? ¿Seguirá los dictados de su propio criterio o se dejará influir por las modas, por la opinión de los distintos senados que enjuician y muchas veces condenan o glorifican una obra sin que acabemos de saber muy bien por qué? Confieso que fui a la Zarzuela con esa mezcla de esperanza, de ilusión y también, por qué no reconocerlo, cierto temor ante una nueva obra, desconocida y que tenía nada más y nada menos como punto de referencia la obra del Fénix de los Ingenios, del gran Lope. Y siempre impone un tanto el entrar de lleno en el mundo literario de los grandes del Siglo de Oro y además vertiendo la creación en torno a la música. Que el Caballero se convierta en ópera siempre supone correr un riesgo. Claro que el nombre de Lluís Pascual ya suponía una garantía en cuanto al rigor con el que iba a ser tratado el libreto. Y teníamos un interés especial en comprobar cómo ponía música a Lope, un joven compositor como es Arturo Díez Boscovich, malagueño que tiene una excelente formación, que conoce la música escénica, que ha hecho interesantes incursiones en el campo de la música cinematográfica y que, además, es un solvente director orquestal. Pero claro, quedaba la no pequeña incógnita de cómo se decidiría a tratar un tema de nuestro Siglo de Oro, un compositor del siglo XXI. Cómo casar la belleza de los versos y de las situaciones de Lope, con la música que se espera de la estética de esta nuestra época.
Cierto que en nuestra historia del género lírico tenemos ejemplos muy interesantes. De hecho, el maestro Vives compone una brillantísima partitura sobre el tema de «Peribáñez y el Comendador de Ocaña», dando lugar a La Villana. Y es el mismo maestro catalán el que también toma un tema de Lope en una de sus obras cumbres, Doña Francisquita que bebe de la jugosa fuente de “La discreta enamorada”, del fénix de los ingenios. Dentro de una calidad inferior hay otra referencia clara a Lope en la obra de Jacinto Guerrero, La rosa del azafrán, asunto tomado de “El perro del hortelano”. Bien se ve que los temas de la época dorada de nuestra escena tienen gancho, tienen un especial atractivo para libretistas y compositores. Crítica: «El caballero Olmedo» Zarzuela
Y ahora ha vuelto a ocurrir. De nuevo una obra importante, muy importante, entra de lleno en el mundo operístico. De nuevo los versos de Lope sirven de inspiración. Y esta vez es con la figura atractiva del desgraciado caballero de Olmedo. No era fácil el reto que tenía Pascual, y a mi juicio lo ha solventado con suficiente acierto. La esencia es la misma que la de la obra. El final también en cuanto a la consumación de la venganza, en cuanto a la satisfacción del odio. O sea, la muerte del buen caballero, a traición. Igual que en la obra de Lope. Claro que no aparece la lamentación de Tello ante el Rey ni el momento cumbre en el que Don Pedro amonesta a su hija: “,Guarda lágrimas y extremos, Inés, para nuestra casa”. El decoro ante todo, el criterio del honor tan bien querido en el Siglo de Oro. Pero por lo demás, me parece una adaptación francamente buena y muy respetuosa con el original. Tiene un buen ritmo, no decae nunca la atención y las escenas jamás resultan premiosas. La dirección escénica es ágil, bien llevada. Muy lograda la esquemática escenografía de Daniel Bianco y un para mí acertadísimo vestuario de Franca Squarciapino. La coreografía nos resultó un poco más discutible, a pesar de la indudable calidad de Nuria Castejón.
Y la música. Aquí la verdad tengo que mostrarme verdaderamente contento. Una partitura fresca, muy llena de sentido, teniendo en cuenta que debe servir de vehículo expresivo a unos personajes tallados con maestría por el genial Lope, que debe subrayar unos momentos, unas pasiones, donde la envidia, los celos, la ruindad, se miden con la gallardía, con el amor en su más hermosa expresión, con la nobleza. Todo ello se tiene en cuenta por parte del compositor que recurre también, como Lope, a la famosa copla, al trágico cantar “Que de noche le mataron, al caballero, la gala de Medina, la flor de Olmedo”. El compositor se ha decidido porque el aire popular resulte un tanto más liviano, sin la profundidad dramática que tiene el enunciado. Pero resulta bien, porque tiene una autenticidad popular que ha sabido subrayar muy bien. Ya en la obertura notamos que domina toda la riqueza tímbrica que puede desarrollar la orquesta. El trazado es muy racional, alejado de planteamientos muy habituales en la música de finales del XX y de lo que llevamos del XXI. El planteamiento es aparentemente sencillo pero los resultados son francamente buenos, pues llega rápidamente al espectador que empieza a sentirse identificado con la propuesta dramática que se va a desarrollar a continuación. Como ocurriera con los mejores creadores del género operístico pienso que Díez Boscovich ha huído deliberadamente de toda connotación pedantesca, con concesiones a modas. Al contrario es el suyo un lenguaje muy teatral, muy válido, perfecto para ser entendido , para ser asumido y para que el espectador viva de verdad los avatares de la acción, se siente integrado en la magia argumental. Creo que el pulso dramático, la intensidad musical está presente en cualquier momento. Los coros son bien tratados. La orquesta tiene una personalidad propia y utiliza los resortes tímbricos para dar sentido y entidad a los personajes. Por cierto todos ellos están muy bien tratados, sucediéndose con gran lógica las distintas escenas. Me resultaron bellísimos los dúos entre Inés y Alonso. El personaje de Tello deja de tener connotaciones de gracioso, tal como ocurre en el tratamiento que le da Lope, y alcana un nivel dramático muy considerable y que ha sido hábilmente subrayado por el compositor. Todos los personajes alcanzan un buen nivel. Me quedo, por supuesto, con la pareja protagonista, con el bien trazado Tello y con una formidable visión del villano, del rencoroso, del recomido por la envidia que le lleva al crimen. Es el traidor Rodrigo que ha sido tratado con brillantez por el compositor.
También el capítulo de intérpretes resultó más que interesante. Joel Prieto es un excelente tenor, de una voz bella, bien timbrada, con facilidad absoluta para el registro agudo, y con una zona ancha donde la voz no pierde fuerza y sí alcanza una notable belleza. Cantó con sumo gusto, cantó creyéndose el personaje. Fue la suya una actuación afortunada. Yo ya le había escuchado en alguna ocasión y la buena impresión que siempre me ha causado se vió revalidada por su convincente actuación en la figura principal de la obra, Don Alonso el caballero de Olmedo. Estuvo brillante en todo momento, seguro, muy acorde con el personaje. Muy lírico y apasionado en los momentos en que se encuentra con Doña Inés. Su voz bonita, segura, fue un elemento más para el éxito de la noche. Crítica: «El aballero Olmedo» Zarzuela
Rocío Pérez tiene una voz muy personal. Me parece una soprano ligera con unos agudos perfectos, en el sobreagudo no se abre la voz sino que conserva la misma línea de pureza canora. Canta con muchísimo gusto y supo encarnar la encantadora figura de doña Inés, la apasionada enamorada del gallardo caballero y la desdeñosa mujer que desprecia al pretendiente al que aborrece. Sin quererlo origina la gran tragedia que acabará consumádose en la noche.
Germán Olvera hizo gala de una espléndida voz de barítono lírico, cantando con gusto y haciendo muy creíble su antipático personaje. Tiene buena presencia, seguridad en el registro medio bastante bello y con un buen nivel de calidad en los registros más agudos. Además tiene talento como actor y compuso un Don Rodrigo muy estimable. Nicola Beller Carbone encarnó con oficio y solvencia el personaje de Fabia, la alcahueta, personaje tan tratado en nuestra literatura de todos los tiempos. Cantó bien, con sobriedad y eficacia. Como también lo hizo Berna Perles en el papel de doña Leonor, quizá uno de los personajes menos destacados de la obra. Gerardo Bullón dio vida a otro personaje un tanto anodino coo es el Don Fernando. Y como de costumbre, muy acertada la actuación de Rubén Amoretti, que puso su buen hacer y su solvencia al servicio del personaje de Tello, haciendo otra incursión en el persona de la sombra que va a avisar de la tragedia y que hace dudar al caballero gala de Medina y flor de Olmedo.
El coro estuvo acertado, estando brillante en el réquiem con el que termina sorprendentemente la obra. Afinación, empaste y la calidad contrastada de siempre, con la inteligente dirección de Antonio Fauró. La orquesta estuvo muy bien dirigida por Guillermo García Calvo quien hizo una excelente exposición de una partitura llena de belleza y muy convincente. Sirvió de apoyo a los cantantes y estuvo muy bien cuidada en cuanto a calidad tímbrica y en algo que siempre me llama la atención, el adecuado equilibrio de los planos sonoros. También estuvieron airosos en sus pequeños cometidos Graciela Moncloa y Francisco Pardo.
En definitiva, una obra muy interesante, que merece convertirse en obra de repertorio, obra de un joven compositor con la suficiente personalidad para expresarse en un lenguaje propio, sin las servidumbres a las modas más o menos imperantes. Música que se entiende, que llega, que convence. Crítica: «El caballero Olmedo» Zarzuela
6 de octubre de 2023, Madrid (Teatro de la Zarzuela) El caballero de Olmedo. Ópera con música de Arturo Díez Boscovich y libreto de Lluís Pasqual sobre el texto de Lope de Vega de la obra del mismo nombre.
Dirección musical: Guillermo García Calvo Dirección de escena: Lluís Pasqual
Elenco: Joel Prieto, Rocío Pérez, Germán Olvera, Nicola Beller-Carbone, Berna Perles, Rubén Amoretti, Gerardo Bullón, Graciela Moncloa, Francisco Pardo. Crítica: «El caballero Olmedo» Zarzuela