El «Messiah» de la New York Philharmonic Por Carlos J. López Rayward
La Navidad en Nueva York tiene sus tradiciones ineludibles: desde el mercadillo de Bryant Park al árbol gigante del Rockefeler Center y su pista de patinaje sobre hielo, a las «Rockettes» del Radio City Music Hall o el «Cascanueces» del Tchaikovsky en el Ballet de Nueva York.
Tampoco puede faltar la representación de «Messiah» de Handel, que este año llega servida por la New York Philarmonic con el Handel and Haydn Society Chorus, Hera Hyesang Park (soprano), Hannah Ludwig (mezzosoprano), John Matthew Myers (tenor) y Joshua Conyers (barítono), con Fabio Biondi en el podio directoral, todos ellos en su estreno en el renovado Wu Tsai Theater del Lincoln Center.
En la batuta de cada director del «Messiah» está siempre la magia de la interpretación. La repetición de la misma obra año tras año, lejos de aburrir, crea una una memoria musical, una rutina en el público. Y es en lo rutinario donde brillan los detalles.
El director italiano Fabio Biondi estuvo muy ordenado, sacando números sobresalientes de la New York Philharmonic, unos profesores irreprochables que destacan en el unísono y la afinación. Nos gustó el entendimiento entre violines y violas, que se hicieron audibles en todas su pulpa y vitalidad, y fueron convenientemente subrayados por Biondi, quien atesora toda la sabiduría que le dan sus años como violinista barroco.
El público pudo disfrutar también de la elegancia y el equilibrio en el coro Handel and Haydn Society Chorus, que repetía una vez más en el «Messiah». Los coristas convencieron con páginas espléndidas como For unto us a Child is born, que sonó más camerística que monumental, en una versión efectiva y personal, y en todo caso interesante.
Los responsables de la New York Philarmonic parecen haber aprendido la lección de la superficial versión del año pasado, y han decidido apostar en esta ocasión por un elenco vocal de mayores garantías.
La soprano coreana Hera Hyesang Park atrae a un gran número de aficionados con su perfección técnica y su bellísimo timbre. Park atesora un instrumento lujoso que viaja por la partitura con una elegancia inmarcesible, y por tanto quizás impersonal. Su aria Rejoice greatly fue un ejemplo de todo ello, con un desarrollo espectacular de las agilidades. Park canta siempre a una distancia prudencial de la obra, como si tuviera miedo de mancharla con el menor error del canto. Su postura estilística es invariablemente lírica, con acentos acaso demasiado melancólicos en una página tan jubilosa.
El tenor californiano John Matthew Myers tuvo un buen debut con la New York Philharmonic. Con un timbre rico y de color irregular, Myers es un cantante estiloso y atento. El artista se vuelca en colorear la línea, que en ocasiones resulta saturada de acentos y no exenta de algún sonido hueco, aunque su musicalidad e inteligencia vocal quedan más que demostradas.
Incluso más convincente resultó el barítono del Bronx Johua Conyers. Conyers nos pareció elegante, musical y muy respetuoso con la obra, con un canto tranquilo y disfrutable, muy preciso en las agilidades, lo que demuestra su madurez en el manejo de la voz. Su aria The trumpet shall sound, junto al infalible trompeta Matthew Muckey, fue de lo mejor de la velada.
La mezzosoprano californiana Hannah Ludwig ofreció un canto muy honesto, pese a uan línea irregular y un marcado paso de registro. Ludwig canta de manera interesante y atractiva, haciendo buen uso de un instrumento fresco y en forma, con un canto más descreído que lírico y la flexibilidad de las gargantas jóvenes. Escuchamos en ella resonancias de pecho entubadas, más bien descarnadas, en contraposición a la belleza tímbrica del registro agudos. Se trata de una cantante versátil, acaso más adecuada para la ópera que para el oratorio.
La compañía vuelve a reproducir en su programa de mano los desternillantes comentarios acerca de lo difícil que es conciliar la música de Handel con las prácticas esclavistas de la Royal African Company y de la South Sea Company, de las que el compositor fue accionista durante un tiempo. Juzgar el «Messiah», o cualquier otra obra del arte universal, con la engañosa superioridad moral que da la perspectiva histórica no es ni inteligente ni navideño. Así como el presunto negrero duerme en la oscuridad del féretro, su música sigue alumbrando el futuro generación tras generación, hermanando a todos en un solo canto.
Cada representación del «Messiah» de Handel desvela el misterio de la música como bálsamo infalible para la paz y la reconciliación. Mirando atrás al año que termina y a nuestro alrededor, no podemos evitar sentir la impotencia de no poder revertir la iniquidad, el odio, la ignorancia. Pero con cada nota y cada compás se construye el camino hacia un mañana mejor para todos. Por eso, quien esto escribe les desea a todos los lectores de Opera World un 2024 lleno de música.
David Geffen Hall (Wu Tsai Theater) del Lincoln Center de Nueva York, a 16 de diciembre de 2023. Messiah, oratorio en inglés de Georg Friedrich Händel, con un texto bíblico recopilado por Charles Jennens.
New York Philharmonic Orchestra de Nueva York. Dirección Musical: Fabio Biondi. Hera Hyesang Park (soprano), Hannah Ludwig (mezzosoprano), John Matthew Myers (tenor) y Joshua Conyers (barítono) Coro de la Handel and Haydn Society. Carter Brey (chelo), Matthew Muckey (trompeta), Ketn Tritle (órgano), Paolo Bordignon (clave).