Crítica: El Teatro Real regresa al Carnegie Hall con un concierto memorable

Por Carlos J. López Rayward

El Teatro Real de Madrid ha cuzado de nuevo el charco para regresar al Carnegie Hall de Nueva York, y lo ha hecho como de costumbre un programa ambicioso, una orquesta en plena forma y dos solistas de primer nivel que cosiguieron dejar huella en el público neoyorquino. A pesar de la excelencia artística de la velada, el amplio auditorio no se llenó al completo, un dato que invita a reflexionar sobre los desafíos de visibilidad que aún enfrentan algunas instituciones europeas cuando cruzan el Atlántico con propuestas que deben competir con la enorme oferta cultural de Nueva York.

El Teatro Real de Madrid en el Carnegie Hall de Nueva York. Foto: Fadi Kheir. Teatro Real
El Teatro Real de Madrid en el Carnegie Hall de Nueva York. Foto: Fadi Kheir. Teatro Real

El concierto se abrió con las Danzas fantásticas de Turina, una obra de gran colorido y exigencia rítmica que sirvió como carta de presentación para la orquesta. Pese a que David Afkham ofreció aquí una lectura algo tibia, sin encontrar un pulso orquestal verdaderamente homogéneo ni un unísono lo bastante sólido, encontramos la necesaria tensión interna que convierte estas danzas en pequeños mundos en ebullición. Hubo además momentos bien dibujados en los vientos, auqnue en esta primera pieza el conjunto sonó más correcto que inspirado.

Todo cambió con la entrada de María Dueñas, que interpretó el Concierto para violín de Korngold con una madurez y profundidad expresiva que resultan sorprendentes para una artista tan joven. Detrás de un control técnico imperturbable, Dueñas desplegó un discurso musical cuidadosamente elaborado, con fraseo fluido, líneas expansivas y una musicalidad sin afectación, que le permitió habitar el lirismo cinematográfico de la partitura sin caer nunca en la dulzura fácil. Su sonido, firme pero flexible, coloreado pero centrado, cuajó en una visión profundamente emotiva de la obra, que fue recibida con auténtica fascinación por parte del público.

David Afkham y María Dueñas en el Carnegie Hall de Nueva York. Foto: Fadi Kheir. Teatro Real
David Afkham y María Dueñas en el Carnegie Hall de Nueva York. Foto: Fadi Kheir. Teatro Real

Más allá del virtuosismo, lo que más nos impresionó de Dueñas fue su incipiente pero excepcional gusto estilístico: una intuición musical de gran hondura, poco frecuente entre los músicos de su generación. Cada entrada, cada transición, cada suspensión en el segundo movimiento estaba medida con un sentido narrativo muy claro. No fue tanto solo un ejercicio de brillantez, sino un relato personal, sensible y estructurado, que la posiciona entre los nombres imprescindibles del presente violinístico. La ovación que recibió antes del descanso dejó patente su éxito.

La Alborada del gracioso de Ravel abrió la segunda parte con mayor soltura orquestal: aquí sí se percibió una orquesta cohesionada, rítmicamente viva y tímbricamente pulida, especialmente en las maderas y la percusión. Afkham subrayó los acentos humorísticos con elegancia sin caer en la caricatura, preparando el terreno para el bloque vocal.

Y fue entonces cuando Saioa Hernández, en su debut estadounidense, transformó la velada en un acontecimiento. La soprano madrileña no sólo triunfó: arrasó. Con una entrega generosa y una voz que llenó sin esfuerzo la sala, Hernández demostró ser una artista en plenitud. Su instrumento es singular, homogéneo en todos los registros, esmaltado, poderoso y dúctil, y lo maneja con una flexibilidad exquisita. La afinación es precisa, la emisión libre y segura, y su dicción clara permite apreciar cada palabra incluso en un idioma, el español, que no siempre se proyecta con la nitidez necesaria.

Saioa Hernández y David Afkham en el Carnegie Hall de Nueva York. Foto: Fadi Kheir. Teatro Real
Saioa Hernández y David Afkham en el Carnegie Hall de Nueva York. Foto: Fadi Kheir. Teatro Real

Pero más allá de las cualidades vocales, lo que hizo especial su actuación fue su capacidad comunicativa: Hernández disfrutó intensamente de su debut, se entregó sin reservas y estableció una conexión inmediata con el público. Desde el grito de dolor de ¡Allí está! de Falla, pasando por la entrega apasionada en Juntos desde chavalillos de Penella, hasta el lirismo nostálgico de ¿Qué te importa que no venga? de Serrano, la soprano ofreció un abanico expresivo completo, siempre en estilo, siempre musical. Su magnetismo escénico y su expresividad emocional terminaron por eclipsar el interés por la, por otra parte, segura y bien conformada orquesta del Teatro Real.

El público respondió con bravos incesantes y una ovación prolongada, que motivó dos propinas memorables: una Petenera de La Marchenera de Federico Moreno Torroba, sensual y melancólica, y el Intermedio de La boda de Luis Alonso de Giménez, que Afkham y la orquesta abordaron con generosidad y alegría por el feliz transcurso de la velada. Hernández, emocionada y envuelta en un mantón de manila, besó el escenario del Carnegie Hall al concluir, en un gesto espontáneo que resumía su felicidad y el éxito de la noche. La exitosa carrera de la soprano está siendo eminentemente europea, pero esperamos que este debut sea tan solo la primera de múltiples aparaciones en las américas.

La presencia contumaz en Estados Unidos del teatro madrileño es una apuesta que no está pasando desapercibida. Con esta velada, el Teatro Real de Madrid ha demostrado una vez más que es capaz de traer una propuesta musical de altísima calidad, con solistas de referencia internacional, repertorios cuidadosamente diseñados y una orquesta solvente y flexible. Compite así sin complejos con la oferta del Metropolitan Opera, y proyecta una imagen artística de primer nivel que confirma que en Madrid hay un gran teatro de ópera, vivo, dinámico y abierto al mundo.

OW


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Carnegie Hall, Nueva York, 5 de junio de 2025. Orquesta Titular del Teatro Real de Madrid. David Afkham, Director. María Dueñas, violín. Saioa Hernández, soprano.

Obras de Turina, Korngold, Ravel, Falla, Penella, Serrano y Ravel.