Crítica: «La forza del destino» en el Liceu con Saioa Hernández

Por Xavier Rivera Crítica: forza destino» Liceu Saioa

Las estadísticas son elocuentes: Aida ha tenido 468 representaciones en el Liceu; Rigoletto, 391 y La traviata, 267. La ópera que los supersticiosos italianos llaman «L’Opera Innominabile», 63. Y estos resultados podrían extrapolarse sin duda a otros teatros. No obstante, ésta fue una obra clave en la ya exitosa producción de Giuseppe Verdi porque preparó el camino para sus futuras obras maestras: la Messa di Requiem, Don Carlos y Falstaff. La escritura musical de Verdi es, en esta obra, a la vez compleja y sobria y con efectos teatrales mucho más sutiles que en sus obras anteriores, con una exploración minuciosa de los estados de ánimo de los protagonistas a medida que se van enfrentando a las vicisitudes del drama, y  con escasas concesiones al embeleso melódico inmediato de los temas musicales utilizados. De ahí a hablar de un éxito de público más bien discreto, hay solo un paso. Ya en la época los críticos se mostraron reticentes, sin duda acostumbrados a la eficacia melódica de Rigoletto o de Traviata. La leyenda negra que rodea a esta obra no ha contribuido para nada a su éxito, alimentada por los problemas que Verdi tuvo con sus cantantes durante su fallido estreno en San Petersburgo en 1861, que finalmente se produjo en 1862. Más tarde, la muerte en escena del barítono americano Leonard Warren en 1960 y la de Dimitri Mitropoulos pocas semanas después de dirigirla, por no hablar de las innumerables cancelaciones, enfermedades y retiradas de artistas, han contribuido sobremanera a esta sombría reputación. Crítica: forza destino» Liceu Saioa

Una escena de «La forza del destino» en el Gran Teatre del LIceu / Foto: Antoni Bofill

Aquí en el Liceu, Maria Agresta y Vasilisa Berzhanskaya han renunciado muy recientemente a sus papeles de «Leonora» y «Preziosilla». Me parece que la realidad del problema es mucho más prosaica: Verdi había pensado en artistas auténticamente fuera de serie y la extrema dificultad de la escritura vocal no está al alcance de artistas simplemente excelentes. También está plagada de escollos para la orquesta y el coro, habitualmente brillantes en esta casa. Ayer, los solos de violoncello de Oscar Alabau, en homenaje a las víctimas de las inundaciones de Valencia, o su ‘Me pellegrina ed orfana’ de Leonora, así como los de Darío Mariño, con ese sonido de clarinete que parece irreal al comienzo del tercer acto, en el ‘O tu che in seno agli angeli’ de don Álvaro, alcanzaron cotas de emoción indescriptibles. También vibramos con el famoso ‘Rataplan’ del coro, uno de esos momentos inolvidables en los que el concepto de «Zusammen musizieren», tan caro para Claudio Abbado, adquiere todo su significado técnico y, sobre todo, emocional. La obertura… ¡simplemente magistral! El director Nicola Luisotti, que debuta en el Liceu, dirige con tal elegancia de fraseo, tal atención sostenida a las más mínimas inflexiones de la orquestación y tal garbo que el público se ve arrastrado indefectiblemente a este torbellino de emociones en el que Verdi pretende sumergirnos. Curiosamente, el director escénico había elegido interpretar la ‘Sinfonia’ después de la escena de la muerte del marqués de Calatrava. Parece que fue Franz Werfel (futuro marido de Alma Schindler/Mahler) quien propuso esta idea en la época en que Mahler era Director General de la Ópera de Viena. Personalmente dudo que esta extrapolación valga la pena porque trastorna nuestra memoria ecoica. Pero es también cierto que Verdi había escrito solo un breve preludio para su primera versión en 1861 y ya no escribió más oberturas para Otello, Don Carlos o Falstaff, sus óperas posteriores. Crítica: forza destino» Liceu Saioa

Una escena de «La forza del destino» en el Gran Teatre del LIceu / Foto: Antoni Bofill

La Forza del Destino fue un encargo de los Teatros Imperiales de San Petersburgo sobre un libreto tomado por Francesco Maria Piave del drama Don Álvaro o la fuerza del sino de Ángel Saavedra, Duque de Rivas, estrenado en Madrid en 1835. Curioso personaje, este duque: Grande de España en primer grado, fue desterrado por haberse visto implicado en el célebre motín del coronel Riego en 1820, que a la postre marcaría el inicio del trienio constitucional bajo el absolutista Fernando VII. Liberalismo que, en aquel momento, estaba estrechamente imbricado con los ideales de hombre solitario y misterioso, pero devorado por la pasión amorosa, de que hace gala el protagonista de su obra, Álvaro. Como en el Hernani de Hugo, cuyo impacto fue comparable al de la obra de Rivas, todos los protagonistas mueren en los avatares de esta trama increíble e inverosímil. Sin duda por ello, la crítica actual tiende a denostar el libreto, comparándolo con una mala novela policíaca… cuando es imposible juzgar el pasado con los criterios actuales. Por su parte, Verdi perdonó la vida a don Alvaro en la versión para La Scala de 1869, escribiendo un sublime trío final con el Padre Guardiano, Leonora y el ya mencionado don Alvaro, además de la susodicha obertura. Crítica: forza destino» Liceu Saioa

Saioa Hernández en un escena de «La forza del destino» en el Gran Teatre del LIceu / Foto: Antoni Bofill

Para su actual producción, el Liceu ha recuperado la que se coprodujo con París en 2012, dirigida escénicamente por Jean-Claude Auvray. Con la escenografía extremadamente sobria de Alain Chambon y sus llamativos contrastes de claroscuro, sólo el coro y sus abigarrados trajes, diseñados por Maria Chiara Donato, aportan un poco de vida a este drama. Todo el segundo acto se desarrolla bajo el peso aparentemente aplastante de un crucificado sin cruz suspendido de las bambalinas y el conjunto habla sobre todo a través de lo que no está dicho, sino apenas esbozado por la atmósfera y la eficaz iluminación de Laurent Castaing. En otras ocasiones he subrayado la incomodidad que puede sentir un director escénico al reponer la obra anterior de otro. Aquí, Leo Castaldi, colaborador habitual del gran Lluís Pasqual, presta una atención muy minuciosa a los coros y a los grandes conjuntos de danza, y consigue que funcionen de maravilla. En este drama, Verdi siguió la tradición de una trama en la que personajes cómicos y escenas populares contrastan, un poco a la manera de Sancho Panza, con los ideales y grandes impulsos de los nobles protagonistas. La «Preziosilla» de Szilvia Vörös rebosa vitalidad y facilidad vocal: a pesar de las dificultades de una tesitura temible, se mantiene siempre carismática, y el Fra Melitone de Luis Cansino es absolutamente ejemplar, tanto por su innato (aparentemente) sentido de la comedia como por la absoluta maestría de su interpretación vocal.

Amartuvsin Enkhbat y Francesco Pio Galasso en una escena de «La forza del destino» en el Gran Teatre del LIceu / Foto: Antoni Bofill

Pero donde se oscurecen mucho las tintas es en la construcción del juego actoral por parte de los protagonistas de la tragedia: es difícil decir si la responsabilidad incumbe a Auvray o a su reponedor Castaldi, pero la puesta en escena de todos los elementos dramáticos resulta francamente superficial: nunca conseguimos entender la razón o el ritmo de los movimientos e interacciones entre los actores y, en consecuencia, la catarsis tan anhelada brilla irremediablemente por su ausencia. En este contexto, es muy probable que no se aprecien en su justa medida las interpretaciones vocales de los principales solistas. La madrileña Saioa Hernández, a quien conocí en su debut en un concurso Aragall en 2010, mucho antes de que emprendiera su extraordinaria carrera actual, posee un instrumento sonoro, amplio, muy bien trabajado y se entrega plenamente en este tremendo personaje de Leonora, que ella construye buscando la autenticidad y la emoción genuina. Sin embargo, me quedé con la misma sensación que otrora: su canto es muy bello vocalmente, pero parece como si el culto a la calidad del sonido primara sobre la importancia de la emoción, del tumulto de sentimientos que un artista puede despertar en el oyente. Es un poco como escuchar a Tebaldi (por cierto, una de las «Leonoras» más famosas de la historia) y su indescriptible «squillo» cuando uno quisiera escuchar a la Callas y sus convulsiones existenciales, sin importarle si un sonido aquí o allá está quizá desgarrado o impuro. Sin embargo, en su ‘Pace, mio Dio’ nos produjo escalofríos y provocó una calurosa ovación absolutamente merecida.

Una escena de «La forza del destino» en el Gran Teatre del LIceu / Foto: Antoni Bofill

Su amante, Don Alvaro, está interpretado por Francesco Pio Galasso, una voz imponente y un cantante consumado. Pero, una vez más, nos vemos lastrados por una interpretación estereotipada, sin verdadera convicción, y por un artista demasiado retraído en su mundo vocal, incapaz de encontrar el carisma capaz de hacer estremecer al oyente. Por momentos, parecía como si regresásemos a una época remota en la que el trabajo escénico era secundario… En cambio, el barítono mongol Amartuvsin Enkhbat, con una voz absolutamente prodigiosa en cuanto a volumen y calidad, resulta mucho más convincente. Y no solo por la brillantez de su interpretación vocal, sino porque consigue hacer creíble el aspecto lóbrego y obsesivo de «Don Carlo di Vargas», tan típico del barítono verdiano, aunque su actuación siga siendo un poco convencional. El «Padre Guardiano» del mexicano Alejandro López es excelente: aunque su papel es relativamente liso emocionalmente, típico de un clérigo de ideología más bien intolerante, consigue darle vida y llenarlo de fervor místico mediante la serenidad y el impecable legato de su canto. Un maravilloso Giacomo Prestia cantó un impecable “Marqués de Calatrava”. Moisés Martín (Maestro Trabuco), Plamen Papazikov (El alcalde), Laura Vila (Curra) y Lucas Groppo (Cirujano) nos ofrecieron una interpretación más que meritoria de los «comprimari». El cuerpo de baile, liderado por Paolo Ferri, también resultó magnífico.

Frida Kahlo escribió: «La vida insiste en seguir siendo mi amiga, y el destino ¡mi enemigo!

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Gran Teatre del Liceu, 16 de noviembre de 2024. La forza del destino de Giuseppe Verdi. Libreto de Francesco Maria Piave revisado por Antonio Ghislanzoni, basado en el drama Don Álvaro o la fuerza del destino de Ángel de Saavedra, duque de Rivas; con una escena de Wallensteins Lager de Friedrich von Schiller.

Director musical: Nicola Luisotti. Director escénico: Jean-Claude Auvray. Reposición: Leo Castaldi. Escenografía: Alain Chambon. Vestuario: Maria Chiara Donato. Iluminación: Laurent Castaing. Coreografía: Terry John Bates. Reposición de la coreografía: Paolo Ferri. Director del coro: Pablo Assante.

Reparto. Saioa Hernández, Francesco Pio Galasso, Amartuvshin Enkhbat, Szilvia Vörös, Luis Cansino, Giacomo Prestia, Alejandro López, Laura Vila, Moisés Marín, Dimitar Darlev, Lucas Groppo.

Coro y Orquesta Sinfónica del Gran Teatre del Liceu.  OW