Por José Antonio Lacárcel Crítica: Francisquita» Monzó Cerro
En el año 2019 tuvimos ocasión de ver y escuchar una interesante versión de Doña Francisquita, una de las obras maestras de nuestro género lírico, con libreto de Federico Romero y Guillermo Fernández-Shaw y música del eminente maestro Amadeo Vives. Basada en la obra de Lope de Vega, La discreta enamorada, poner en escena esta joya de nuestra música suponía, como siempre, un reto a superar. Lo que hizo entonces, y vuelve a verse ahora, Lluís Pasqual es ofrecernos un visión muy personal e íntima. En el año 2019, Lluís Pasqual llevó al escenario del Teatro de la Zarzuela, su personalísima versión de su relación con esta hermosa zarzuela a la que, al parecer, escuchaba por la radio como hacíamos tantas y tantas personas en aquellos años sin color. Pasqual sitúa la acción de cada uno de los actos, en un escenario y en un contexto diferente. Así el primer acto se desarrolla en un estudio de grabación en el año 1932, en la grabación de un disco; el segundo acto en el plató de Televisión Española en el año 1962, para una retransmisión televisiva. Y el tercer acto, en un ensayo en el propio Teatro de la Zarzuela en la actualidad. Una visión muy especial la de Lluís Pasqual, con la que se podrá coincidir o no, pero es cierto que no ha buscado una distorsión, una caricatura de la obra que tenía entre manos, como hacen algunos directores escénicos. Hace desaparecer los diálogos pero un actor va sirviendo de hilo conductor y va exponiendo, a grandes rasgos, el argumento de la obra que en esta ocasión tiene enjundia, tiene nivel. Crítica: Francisquita» Monzó Cerro
No en balde la fuente de la que bebe es nada más y nada menos que el Fénix de los Ingenios. Este hilo conductor se basa en textos del propio Pasqual y es interpretado por el conocido actor Gonzalo de Castro, que da vida a tres personajes distintos en las distintas épocas en que se sitúa la acción. Hace cinco años, cuando se presentó esta versión de Doña Francisquita, ya dimos nuestra opinión sobre la misma en estas mismas páginas. No es cosa de repetir lo que entones escribimos, pero sí de insistir en que, aunque se va aclarando el hilo argumental, la falta de los diálogos originales puede crear una notable confusión en el espectador que no se conozca al dedillo el argumento que desarrollaron en su momento Federico Romero y Guillermo Fernández Shaw. Volveré a insistir en que se estará o no de acuerdo con el planteamiento de Pasqual pero de lo que no cabe duda es de que ha intentado y creo que conseguido, dar una versión muy, muy personal de la obra de Vives y que ha tratado a la misma con respeto, yo diría que con verdadero cariño alejándose de algunas de esas producciones que entran en lo absurdo y que pienso que nada aportan a la obra. Pero es éste un tema para tratar más largamente y en otro lugar. Asistimos al segundo de los repartos de esta nueva aparición de la obra de Vives en el escenario del teatro de la Zarzuela. A teatro lleno por completo lo que creo que es un indicativo bien claro de que la zarzuela no es género muerto, como pretenden algunos, sino algo que está muy vivo, algo que interesa a los públicos que se identifican con este género que es de singular importancia y que tiene un muy especial relieve en la segunda mitad del siglo XIX y la primera del XX. Y hay que añadir algo que resulta muy prometedor: como consecuencia de los criterios que en los últimos tiempos está siguiendo el teatro, se están produciendo estrenos lo que es en sí una magnífica noticia y nos hace alentar la ilusión de que nuestro tradicional género lírico puede revitalizarse con savia nueva. Esperemos que siga este criterio que tan acertado nos parece.
Pues veníamos escribiendo que estuvimos a teatro lleno en el segundo reparto que presentó unos resultados bastante satisfactorios. El público agradeció el esfuerzo y la entrega de los intérpretes y fue pródigo en ovaciones y bravos con los que premió la labor de los artistas que no regatearon esfuerzos y que contribuyeron a que la representación resultara bastante afortunada. La dirección musical estaba encomendada a Guillermo García Calvo, bien conocido del público del Teatro que siempre ha sabido valorar las buenas cualidades de este director. Nuestra impresión es que supo encontrar el pulso adecuado para hacer una lectura acertada de una partitura que presenta muchas complicaciones. Cuidó mucho a los cantantes a los que sirvió con eficacia. Supo obtener un hermoso sonido de la orquesta y demostró su profundo conocimiento de una obra que repetimos conoce en profundidad y con la que se siente bien cómodo. Su labor fue eficiente, segura y volvió a demostrar sus buenas cualidades como director. Crítica: Francisquita» Monzó Cerro
Resulta casi ocioso hablar una vez más del coro del Teatro de la Zarzuela, porque con decir que estuvo a la altura habitual en él, es ya un claro elogio. Estuvo empastado, seguro, con una perfecta afinación. Voces muy bonitas, muy bien conjuntadas, muy trabajadas por su excelente director Antonio Fauró. Los hermosos números corales de Doña Francisquita fueron espléndidamente interpretados. Desde la «Canción de la Juventud», o el de los estudiantes, o las restantes actuaciones hasta culminar con el maravilloso coro de los románticos que fue interpretado de forma brillante, irreprochable, con todo el lirismo que la partitura requiere, con un buen gusto absoluto.
Y tenemos que pasar a los cantantes. Marina Monzó ha sido una Francisquita magnífica. En todo momento ha entendido al personaje, lo ha hecho suyo y ha ofrecido una versión espléndida de la joven enamorada capaz de intrigar al máximo para conseguir su objetivo. Tiene una voz preciosa, canta con pasión. Su técnica vocal me parece muy buena. Su emisión de sonido está basada en una sabia utilización tanto de su voz como de las técnicas respiratorias. Pero sobre todo es una artista muy completa. Sabe actuar y pone alma y pasión en cada una de sus intervenciones. El registro agudo es hermoso, seguro, muy firme y siempre dotado de una gran musicalidad que va a estar presente tanto en sus graves como en su poderoso registro medio. Una cantante muy completa. Todas sus intervenciones tuvieron la vitola de la calidad. Desde el comienzo, pasando por esa hermosa escena “Peno por un hombre, madre, que no me quiere” Su versión de la famosa canción del ruiseñor fue hermosísima y en todo momento revistió a su personaje de todo el encanto y la gracia, de toda la elegancia femenina que el mismo conlleva.
El tenor Alejandro del Cerro dio vida al personaje de Fernando. Posee una voz amplia, potente, yo diría que está cerca de ser un tenor casi spinto. El timbre es bastante aceptable pero ofreció una actuación un tanto irregular. ¿Estuvo mal? No, pero pienso que pudo sacar mucho más partido a un personaje tan variado y tan intenso como es el de Fernando Soler. Mantuvo una línea bastante regular aunque me hubiera gustado menos envaramiento en algunos momentos. Su versión de la conocida “Por el humo se sabe…” pienso que fue bastante afortunada, así como el dúo con Francisquita “Le van a oir, cállese usted, imprudente”, donde dió fuerza y vigor a su personaje. Es seguro, muy seguro ,en los agudos, pasajes en los que parece encontrarse bastante cómodo.
Aurora la Beltrana estuvo encarnada por la mezzo María Rodriguez,, dueña de una voz interesante pero en la que a veces el excesivo vibrato puede estropear ese concepto que tanto valoro como es la musicalidad. En general su actuación fue bastante buena, dio bien el personaje desgarrado, pasional e irónico de la inconstante bolera. Donde más me gustó fue en el hermosísimo dúo que mantiene con Fernando “Escucha mi bien” donde supo poner de manifiesto pasión, despecho… Y pienso que estuvo excelente en la Canción del Marabú donde la gracia, el desparpajo y la picardía se dieron la mano en su interpretación. Mucho nos gustó el tenor Manuel de Diego en el agradecido papel de Cardona. Cantó siempre muy bien, con una voz muy bonita, poniendo alma en su quehacer, dotando de gracia a su personaje pero huyendo de ciertos histrionismos en los que han caído otros intérpretes de este destacado personaje. Ha sido el suyo un Cardona muy convincente, siempre en una línea de gran calidad. El resto del larguísimo reparto cumplió sobradamente el cometido encomendado y hay que destacar el buen oficio y la veteranía de Milagros Martín, espléndida en todo momento y la solvencia de Santos Ariño como Don Matías.
Mención aparte merece la entrañable actuación de la mítica Lucero Tena quien, con sus castañuelas, parecía darle otra dimensión al hermoso fandango. Muy dúctil y variado en su continua presencia escénica el actor Gonzalo de Castro que incorporaba tres personajes diferentes, a mi juicio mucho más logrados los del segundo y tercer acto. Y quiero dejar constancia de que me gustó especialmente el ballet y la sencilla pero eficiente coreografía de Nuria Castejón.
En definitiva, Doña Francisquita volvió a triunfar en La Zarzuela, como siempre que se representa con intérpretes de categoría. La obra de un catalán con tintes nacionalistas que quiso rendir un homenaje de gratitud y reconocimiento a Madrid, donde tantos y merecidos triunfos consiguió. El eterno Madrid, el gran Madrid, el que Fernando canta con un apasionado «Ay, Madrid del alma». Buen fin de temporada.
20 de junio de 2024, Madrid (Teatro de la Zarzuela) Doña Francisquita
Música: Amadeo Vives Textos cantados: Federico Romero y Guillermo Fernández-Shaw. Textos hablados: Lluís Pasqual
Dirección musical: Guillermo García Calvo Dirección de escena: Lluís Pasqual
Elenco: Marina Monzó, Alejandro del Cerro, María Rodríguez, Manuel de Diego, Gonzalo de Castro, Lucero Tena, Isaac Galán, Santos Ariño, Milagros Martín, Francisco Pardo, Julia Arellano, etc.
Orquesta de la Comunidad de Madrid, Coro del Teatro de La Zarzuela