Crítica: «Hambres», una zarzuela de Ángel del Castillo

Crítica: «Hambres» zarzuela Ángel Castillo Por Federico Figueroa

Una zarzuela que abre apetitos

El Teatro de Ablanque estrenó el pasado jueves 29 de junio Hambres, el penúltimo trabajo escénico del artista Ángel del Castillo. Hambres es teatro lírico contemporáneo, en concreto una sátira zarzuelera e irreverente con la sociedad e incluso con el propio género, que se ríe de sí misma y se queda tan ancha. Del Castillo es compositor, dramaturgo, director de escena y gestor de ésta y otras obras lírico-teatrales a las que ha etiquetado como antióperas y, en el caso de Hambres, como antizarzuela. Y esto ocurre en un pequeño pueblo, Ablanque, de la provincia de Guadalajara (España), que se perfila ya como el ombligo de la España rural y antilírica. Crítica: «Hambres» zarzuela Ángel Castillo

Yelen Montero y Pilar Moráguez en una escena de "Hambres" / Foto: © Fdoble
Yelen Montero y Pilar Moráguez en una escena de «Hambres» / Foto: @fdoble

Del Castillo promovió la construcción del Teatro de Ablanque como parte de una iniciativa cultural que pretende revitalizar uno de los municipios integrantes del precioso parque natural del Alto Tajo, donde ya se han podido ver las antióperas ANTRIFRIDA y ANTIMEDEA. Con Hambres, este multifacético artista nos ofrece su primera zarzuela o, mejor dicho, antizarzuela, una nueva denominación que, a pesar del intento, se resiste a prescindir del término con el que desde hace casi cuatro siglos se han identificado los muy heterogéneos exponentes del teatro lírico en español. Hambres es una obra que alterna música con partes habladas y partes cantadas en una serie de números cerrados. La mayoría del público actual de zarzuela está acostumbrado a las obras que vieron la luz durante la restauración del género a mediados del siglo XIX, con derivaciones al “género chico”, a «la revista» y a lo que se dio en llamar “género ínfimo”. Como gran espectáculo, la zarzuela perdió adeptos y creadores a mitad del siglo XX, entrando prácticamente en fase terminal. Sin embargo, pareciera que en los últimos años el género está resurgiendo con un goteo constante de títulos de nueva creación más acordes a los tiempos que corren tanto en sus tratamientos dramatúrgicos como musicales.

Pilar Moráguez y Alberto Purcell en una escena de "Hambres" / Foto: © Miguel PM
Pilar Moráguez y Alberto Porcell en una escena de «Hambres» / Foto: Miguel Nieto

El libreto, como ya se ha mencionado, es también obra del propio compositor y hunde sus raíces en el sainete, pero en clave actual, encerrando pasajes bien logrados y otros no tanto. Del Castillo confiesa que se inspiró en la película Jamón, jamón de Bigas Luna, aunque en la obra también se advierten guiños a Pedro Almodóvar. El carácter audiovisual, casi cinematográfico, está presente desde el inicio de la obra, con un vídeo en el que el autor, como alter ego de la protagonista, Julita, nos confiesa que él-ella escribe-compone para lo/as feo/as de la sociedad. Como en la película aludida, Julita tiene una madre humilde, Carmen, que se dedicó a la prostitución y ahora regenta un bar de alterne llamado Julita’s. La niña ha salido lista y estudiosa, y ayuda a llevar las cuentas y el papeleo tanto del negocio de su madre como del de la vecina, Álvara, una señora tan clasista como retorcida. Y bueno, Julita también tiene un noviazgo, oculto, con Eduardo, el hijo de Álvara, un niñato bien con pinta de no saber hacer nada que no sea divertirse. Julita anuncia a Eduardo que está embarazada y él le propone matrimonio. Todo parece ir sobre ruedas, aunque Carmen barrunta que tal boda no será posible. Y así es: Álvara, para quien Julita es demasiado poca cosa, contrata a un prostituto a través de la aplicación “Finger” al que pide que se inmiscuya en la relación de su hijo y la protagonista.

Algunas escenas de Hambres me recordaron el modus operandi de la revista, donde se suceden números espurios, que poco o nada tienen que ver con la trama principal, y cuya razón de ser tiene que ver con hacer que no decaiga la acción y entretener al público. Por ejemplo, en el Bar Julita’s se nos presenta el personaje del Manco, una especie de incondicional de Carmen que protagoniza su escena para después meternos en el show del propio bar, en el que un grupo de “vedettes” bailan al más puro estilo perruno, es decir, que perrean de verdad. Y también es el caso del prostituto ruso y su triste balada o del número del travesti, quien interpreta en playback (otro atrevimiento bien logrado de Del Castillo) una de las baladas más “picantes” y poco conocidas, al menos en España, de la gran Rocío Jurado, «Amores a solas». Crítica: «Hambres» zarzuela Ángel Castillo

Ihor Voievodin y Sara Rapado en una escena de "Hambres" / Foto: © Fdoble
Ihor Voievodin y Sara Rapado en una escena de «Hambres» / Foto: @fdoble

Todo el libreto rezuma ironía y nos comunica el mundo interior y los ideales de su autor, quien deja frases aquí y allá en pro de la igualdad, la inclusión y los derechos humanos. Además nos hace reflexionar, como si de un espejo inverso se tratara, sobre la problemática de la prostitución. En un momento de la representación, el ruso nos suelta que está siendo explotado por proxenetas, cuando todos sabemos que son las mujeres quienes sufren esta situación en la vida real. Y así, como sin querer, van cayendo denuncia tras denuncia a la doble moral y a la miopía ética de nuestra sociedad. La escenografía se adaptó perfectamente a los condicionantes de la sala, y tanto el vestuario como las videoproyecciones, muy logrados, hicieron justicia al espíritu de la obra, mientras que la iluminación, obra de Julio Bao, resultó sobresaliente.

Alberto Porcell y Sara Rapado en una escena de "Hambres" / Foto: @Fdoble
Alberto Porcell y Sara Rapado en una escena de «Hambres» / Foto: @fdoble

La música vino servida por una grabación MIDI, que escuchamos en altavoces repartidos por la sala. Los cantantes tuvieron pues que superponer sus voces a dicha grabación, con el obstáculo de unos tiempos y dinámicas inamovibles, al tiempo que se comprometían a fondo con la faceta escénica. Así, fuimos capaces de vivir, a un metro de distancia, desde un cunilingus a la protagonista hasta el ataque racista a “la china” que entra en el bar a vender productos. En este punto también hay un mordaz sinsentido, pues la china es en realidad un chico, aunque eso le da lo mismo a la burda clientela del puticlub. Del Castillo no rehúye de las citas a otros compositores y escuchamos un poco del “No puede ser, esa mujer…” de Sorozábal en labios de Álvara, eso sí, con un sentido bien diferente. También escuchamos el “Ave María” del Otello verdiano y otras partes de música de Bach y de la banda sonora de Jamón, jamón. Incluso suena algo de Rosalía. El batiburrillo musical, en el que hay un firme clásico, sin duda, tiene sonidos de instrumentos de las familias de los metales, de las maderas, cuerdas y mucho sintetizador.

El público, gente del pueblo y también llegados de diversas partes de España, disfrutó de una zarzuela que transita por caminos no convencionales pero sin alejarse de la tradición. Y esto es, en mi opinión, un acierto. La zarzuela puede ir por donde le dé la gana siempre y cuando no se traicione a sí misma. El elenco estuvo liderado por las sopranos Yelen Montero (Julita), Pilar Moráguez (Carmen) y la mezzosoprano Sara Rapado (Álvara), a las que secundaron el tenor Alberto Porcell (Eduardo) y los bajo-barítonos Ihor Voievodin (Antino) y Darío Gallego (Ignacio), todos bajo la dirección musical de Elisa Gómez (desde una pantalla). El grupo de bailarines (Laura Conchuela, Sara Gómez, Saray Amorín y Pablo Vázquez) aportaron vistosidad y vivacidad al espectáculo, aunque debo señalar que las dos intervenciones del transformista Gala von Rich lograron los aplausos más efusivos de los espectadores que llenaban la sala de menos de 40 localidades. Ojalá que Hambres pueda ser vista en salas de una gran ciudad. Lo tiene todo para atraer a un público que está deseoso de experiencias diferentes. Crítica: «Hambres» zarzuela Ángel Castillo


29 de junio, Ablanque (Teatro de Ablanque)  Hambres   Zarzuela de Ángel del Castillo.   Estreno absoluto.

Dirección de escena, diseño de vestuario y vídeos: Ángel del Castillo

Dirección musical: Elisa Gómez

Reparto: Yelen Montero, Pilar Moráguez, Sara Rapado, Alberto Porcell, Ihor Voievodin, Darío Gallego, Diego Rodríguez.

Bailarines: Laura Conchuela, Sara Gómez, Saray Amorín, Pablo Vázquez.

OW