Por Pablo Álvarez Siana Crítica: barbiere Siviglia Oviedo
Otro barbero en Oviedo
Segundo título de la septuagésimo séptima temporada ovetense con Il barbiere di Siviglia, considerada por público y crítica como una de las cumbres del arte cómico del gran Rossini y de toda la ópera bufa, ya no solo por su música única y de calidad suprema, sino también por el texto de Beaumarchais que el libreto de Sterbini respeta, algo nada habitual entonces. Un título siempre agradecido en la capital asturiana, donde se ha representado desde 1892 hasta en dieciséis ocasiones, de las que personalmente recuerdo la de 1973 con un reparto conformado por Ernesto Palacio, el gran Enzo Dara, la asturiana Fefi Arregui, Vicente Sardinero y el irrepetible Paolo Montarsolo. Este 2024 no solo hay programadas cinco funciones, entre las que no faltará el “viernes joven” protagonizado por el segundo reparto; además se incluirán dos representaciones más para el día 19, con pases a las 17:30 y 19:30, en una cuidadísima versión de Maite García Heres y a cargo de la Compañía musical infantil “La Federica” (residente de la Ópera de Oviedo), titulada El barbero de Sevilla para la infancia y pensada para un público de 9 a 99 años que espero podamos disfrutar igualmente.

Y es que El barbero siempre consigue hacernos un poco más felices en estos tiempos grises, porque Rossini entendió la ópera como su propia vida, sacando de ambas todo el jugo de principio a fin. Sin embargo, este barbero de Oviedo no resultó como hubiésemos querido pese a contar con todos los elementos para triunfar, pues los desajustes entre foso y escena fueron muchos, especialmente en los siempre difíciles concertantes. Dichos desajustes se fueron solventados como buenamente se pudo, convirtiendo los dos actos en un “totum revolutum” que tornó en disparate el propio argumento. Como Rita Consentino explica en el libro de la producción, las pautas generales son “humor e ironía para una crítica social”, aunque la sensación que produce es más bien que hay un intento de hacer que inicio y final encajen esperando que todo lo demás ruede por sí solo. Y efectivamente la comicidad fue la norma general, mas hubo momentos de sobreactuación por parte de todos, salvando el personaje mudo del criado Ambrogio con Aarón Martín cual Buster Keaton casi omnipresente. Omnipresente como una figuración que contribuyó a ese “horror vacui”, solo explicable en el interludio de la tormenta del segundo acto, donde no faltaron los paraguas.
La famosísima obertura pintaba bien con una Oviedo Filarmonía compacta y matizada. Se alza el telón y lo que vemos son cuatro cajas de embalaje con distintos tamaños y etiquetas de esta producción propia que irían recreando todos los espacios escénicos: el balcón de Rosina, la casa de Bartolo o la barbería de Fígaro, una idea sencilla pero efectista, a lo cual habría que sumar el ecléctico vestuario de Gabriela Hilario. La escena primera de Fiorello y Almaviva para la serenata convocó a un coro ataviado como bailaores con sombrero cordobés, haciéndonos a algunos preguntarnos si no podría haberse pensado en una rondalla, o mejor aún, en una tuna, algo todavía vigente en pleno siglo XXI y que hubiese aportado más “realismo” y hasta colorido. No obstante, tal detalle no menoscabó la labor del Coro Intermezzo, siempre bien vocalmente, ni nos privó de constatar el buen estado vocal del barítono zaragozano Isaac Galán ni el timbre peculiar del tenor maltés Nico Darmanin con sus “desdoblamientos” algo desiguales: mejor como Lindoro o el soldado borracho que como Alonso (desencajado en exceso en el “Pace e gioia sia con voi”). Crítica: barbiere Siviglia Oviedo

La primera aparición de Karina Demurova desde el balcón no estuvo exenta de un ligero desafine –las alturas no suelen ser buenas para el oído–. Me resultó interesante la elección de la mezzo rusa para una Rosina enorme en todos los aspectos: falta de homogeneidad en el color de su registro grave y agudo, aunque volumen suficiente ante un foso que no ayudaba precisamente a las voces, desde la conocida “Una voce poco fa” de la escena segunda, bien ornamentada. El clave-arpa resultó el mejor hilo conductor para toda la ópera, más allá de los recitativos, mientras que la guitarra de Manuel Paz, desde el foso, alcanzaba el más elevado nivel instrumental, con permiso del barítono mexicano Germán Olvera, el barbero protagonista, de escena prodigiosa ya desde su salida de la caja-barbería. A sus dotes actorales le acompañó además una vocalidad casi perfecta de no ser por algún pasaje dubitativo y unos agudos algo cortados en el “Largo al factótum”, que finalmente solventó con su volumen poderoso. Su control fue de menos a más en el resto de sus intervenciones.
Siguió la aparición del “Bártolo” del barítono asturiano David Menéndez, quien con los años ha ganado en registro grave sin ser bajo. Posee también la vis cómica que requiere el personaje, tal vez sobreactuado, especialmente en los conjuntos, pero demostrando que lo ha interiorizado plenamente, lo que nos hace pensar que lo irá afianzando en esta etapa madura. De lo más completo del elenco vocal estuvo el rol de Berta con la soprano asturiana Yolanda Montoussé, quien tendría su momento álgido en el aria “Il vecchiotto cerca moglie” tras una interrupción de quince minutos por un imprevisto sanitario que movilizó a los muchos y verdaderos doctores que se encontraban entre el público. Retomada la acción, la cantante nos siguió demostrando su capacidad para lo cómico, su buen desempeño en los concertantes, bien empastados con sus compañeros, y su excelente gusto al interpretar su aria final, ya más reposada. Esperaba más del Basilio de un Fernando Latorre muy querido en Oviedo, pero a su “calumnia” le faltó peso, poso y entendimiento con la dirección musical. Lamentablemente, la maestra Lucía Marín no encontró el equilibrio ni los tempi para que todo fluyese cómodo dentro de las enormes dificultades que Rossini vertió en la partitura, de enrevesadas agilidades, exigentes empastes y velocísimos textos.

Había mimbres musicales, vocales y actorales para un “barbiere di qualità” con el que estar entretenido, porque Rossini nunca defrauda. Y en “El barbero de Oviedo” de este sábado lluvioso, en el que los chubasqueros no faltaron ni en el vestuario de la producción, como tampoco lo hicieron la comicidad y la ironía, se echaron en falta más musicalidad y mayor entendimiento entre la escena y el foso, algo que esperamos se pueda solucionar en las próximas funciones. Crítica: barbiere Siviglia Oviedo
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Teatro Campoamor de Oviedo, a 5 de octubre de 2024: Il barbiere di Siviglia, con música de Gioachino Rossini y libreto de Cesare Sterbini, basado en la comedia Le Barbier de Séville ou La précaution inutile de Pierre-Augustin Caron de Beaumarchais y en el libreto de Giuseppe Petrosellini para Il barbiere di Siviglia de Giovanni Paisiello. Comedia en dos actos estrenada en el Teatro Argentina de Roma el 20 de febrero de 1816. Nueva producción de la Ópera de Oviedo.
Dirección musical: Lucía Marín – Dirección de escena: Rita Cosentino – Diseño de escenografía: David Pizarro – Diseño de vestuario: Gabriela Hilario – Diseño de iluminación: David Bofarull – Coreografía: Cristina Arias – Dirección del coro: Pablo Moras. Crítica: barbiere Siviglia Oviedo
Reparto. El conde de Almaviva: Nico Darmanin – Bartolo: David Menéndez – Rosina: Karina Demurova – Figaro: Germán Olvera – Basilio: Fernando Latorre – Fiorello: Isaac Galán – Ambrogio: Aarón Martín – Berta: Yolanda Montoussé – Un oficial: Francisco Sierra – Un notario: Eduardo Pintado.
Orquesta Oviedo Filarmonía – Coro Titular de la Ópera de Oviedo (Coro Intermezzo). OW