Comienza un nuevo año para la Filarmónica de Nueva York, que ofreció un programa cautivador en el David Geffen Hall bajo la dirección del debutante Kevin John Edusei. La presencia de la mezzosoprano Isabel Leonard y una orquesta en espléndida forma culminaron en una experiencia que osciló entre la introspección melancólica de Berlioz y la explosión cósmica de Strauss.
Primera parte: Samy Moussa e Isabel Leonard
El concierto se inauguró con Elysium for Orchestra (2021) de Samy Moussa, una obra de sonoridad moderna que, no obstante, nace con vocación atemporal. Moussa, nacido en 1984, ha sido alabado por su capacidad para reinventar el lenguaje orquestal, combinando una reverencia por las formas tradicionales con una exploración audaz de nuevas posibilidades. Elysium, encargada por la Filarmónica de Viena y estrenada en Barcelona, es tan resfrescante como innecesariamente abigarrada, como es de esperar de un compositor de relevancia incipiente.
Kevin John Edusei, en su debut con la Filarmónica de Nueva York, mostró una afinidad natural por esta compleja partitura, guiando a la orquesta con un gesto elegante y seguro. Los músicos respondieron con precisión, especialmente en las secciones de cuerdas bajas y metales, que capturaron el dualismo de inmensidad y detalle que define la música de Moussa. La obra invita a reflexionar sobre lo eterno sin caer en esoterismos, siempre entorno a lo terrenal. El resultado dejó al público algo desconcertado, en una mezcla de introspección y cautelosa admiración. Fue en todo caso un inicio notable para una noche de contrastes emocionales y estilísticos.
El programa ofreció además Les Nuits d’été, el ciclo de canciones de Hector Berlioz. La mezzosoprano Isabel Leonard, siempre elegante, abordó estas canciones con un fraseo distinguido y una dicción impecable. En Villanelle, su ligereza vocal capturó la efervescencia del espíritu primaveral, mientras que en Le Spectre de la rose, la orquesta dibujó una atmósfera etérea que complementó la interpretación cargada de nostalgia de Leonard. Edusei se reveló como un gran acompañante, y consiguió extraer de la orquesta un sustrato comedido pero sabroso, perfecto para la voz de Leonard.
El momento cumbre de esta sección llegó con Absence, que Leonard remató con una bellísima línea de canto, Reviens, reviens, ma bien-aimée, expandiéndose al cierre tras una delicada mesa di voce. Edusei optó aqui también por un acompañamiento discreto, permitiendo que el lirismo de Leonard brillara con una gran intensidad.
La voz de Leonard mantiene su esmaltada belleza, con un vibrato amable y acariciador, terciopelo abajo, calidez en la zona media y brillo arriba. Nos parece que el centro ha ganado pulpa y cierta anchura, que no tamaño. Siempre en estilo, Leonard cantó con gran musicalidad y gusto en las modulaciones. En el cierre del ciclo, con la deliciosa L’île inconnue, la cantante exploró la faceta más natural y expresiva, dejando al público con ganas de más.
Segunda parte: Richard Strauss y el cosmos
Tras el intermedio, el programa dio un giro radical hacia lo grandioso y lo trascendental con Also sprach Zarathustra de Richard Strauss. Desde la celebérrima fanfarria inicial —que resonó en la sala con una autoridad que casi obligaba a los oyentes a levantarse de sus asientos—, quedó claro que Edusei tenía una visión clara de la obra.
La Filarmónica de Nueva York, un instrumento de precisión bajo su batuta, abordó cada sección con un carácter distintivo. Los graves, liderados por el imponente órgano y las cuerdas bajas, proporcionaron una base tectónica sobre la cual se desplegaban las brillantes capas armónicas. Las secciones de cuerda media destacaron en Von der Wissenschaft, donde los temas fugados fluyeron con una claridad cristalina.
La de Kevin John Edusei es una batuta tranquila, que rebaña las esquinas del sonido orquestal para extraer un sonido denso y untuoso, descarnado y misterioso como el mensaje de Zarathustra. Edusei manega la enorme orquesta straussiana con delicado gesto y sorprendente facilidad. Su elocuencia en el podio parece el resultado indefectible de una aproximación directa y entregada a la música. La Filarmónica de Nueva York, siguió al inspiradísimo concertino Frank Huang en perfecto unísono, con orden y equilibrio, simbolizando tanto el ascenso espiritual como el eterno retorno nietzscheano. El cierre, en su ambigüedad tonal, fue manejado con una delicadeza que dejó al público suspendido en un silencio reverente antes del estruendoso aplauso final.
El debut de Kevin John Edusei con la Filarmónica de Nueva York fue un triunfo indiscutible, marcado por su capacidad de unir estilos contrastantes y extraer lo mejor de la orquesta. Con apariciones como esta, Edusei no solo deja una impresión inmejorable en el público neoyorquino, sino que también va consolidando su posición como uno de los directores más interesantes de su generación. Isabel Leonard, por su parte, continua su idilio con el público de Manhattan. La feliz combinación de las obras de Moussa, Berlioz y Strauss resultó en una velada muy estimulante, ideal para dar la bienvenida al año nuevo y comprobar el excelente estado de forma de la Filarmónica de Nueva York.
David Geffen Hall, a 2 de enero de 2025. Orquesta Filarmónica de Nueva York, dirigida por Kevin John Edusei. Obras de Samy Moussa, Hector Berlioz y Richard Strauss. Isabel Leonard, Mezzo-soprano.