Crítica: «La Dama Picas» Arts Por Pedro Valbuena
La Gélida enormidad de Chaikovski
Se me escapa por completo cuál ha sido la estrategia de Les Arts para inaugurar la presente temporada. Después de la frugalidad de Women at point Zero, que como era de esperar pasó prácticamente desapercibida, llega esta grandísima y excelente producción de La Dama de Picas, verdadera puesta de largo del Palau, pero desplazada de la brillantez de lo que debiera haber sido una noche inaugural.Crítica: «La Dama Picas» Arts
Estrenada en 1890 en el elegante Teatro Mariinski de San Petersburgo, constituyó un éxito inmediato. Chaikovski, de naturaleza insegura y profundamente autocrítico, habría rechazado el encargo del teatro con la boca pequeña, y es posible que antes de aceptarlo definitivamente, se hubiese puesto manos a la obra, ya que los 44 días en los que supuestamente se compuso la obra se antoja un plazo algo fantasioso. Escrito en la madurez y en la plenitud de una carrera ya indiscutida, La Dama de Picas rezuma extravagancia y originalidad. Las urentes armonías del septeto del primer acto no guardan ninguna relación con el lenguaje clásico del inicio del segundo, en donde Mozart se hace presente, ni con los ecos wagnerianos que retumban con el leitmotiv de las tres cartas, una secuencia armónica de tres grados bastante simple pero efectiva. Jalonada de pasajes de profunda inspiración, en general es una obra escrita desde el oficio, deslumbrante en su orquestación e inquietante en su poética. Belleza fría, incluso desangelada pero sobrecogedora. El texto, elaborado por su hermano e inspirado fielmente en un cuento de Pushkin, fue modificado por el propio compositor en diferentes secciones. La historia, que utiliza el amor como ingrediente indispensable de cualquier drama musical, se refugia en el azar, el destino y la ominosidad de la existencia humana, para evitar los tópicos argumentales que habían predominado en la ópera desde mediados del s. XVIII. Crítica: «La Dama Picas» Arts
Verdadero protagonista de la noche fue el tenor Ansen Soghomoryan, que dio vida a Herman, defendiendo un papel cuyos riesgos pocos están dispuestos a aceptar. Presente a lo largo de las siete escenas que configuran la obra, asumió un abanico inmenso de matices, desde lo heroico a lo lírico, pasando por la desesperación o la ternura. Todo ello escrito sobre la parte superior del pentagrama, es decir en notas a las que la mayoría de mortales no llegaríamos ni en sueños. Su voz sonó potente, y su timbre bastante homogéneo, aunque no excesivamente brillante, lo que quizá ayudó a configurar el personaje misterioso que es Herman, a medio camino entre la nobleza y la ruindad. Únicamente en la confrontación con la orquesta salió perdiendo, y el exceso de potencia le hizo resbalar en alguna ocasión. Se movió bien por la escena. Lisa, su amada, fue interpretada por la soprano rusa Elena Guseva, que tuvo una noche de pleno acierto. Su voz cálida, potente y sedosa confirió la delicadeza de la mujer enamorada y el dolor de la decepción. En los números de conjunto supo integrar su voz a la perfección y parecía empastar con cualquier combinación de personajes. En lo dramático proyectó su verdad de forma convincente y la escena parecía concebida a su exacta medida. Del largo elenco que configura la parte solista cabe destacar al barítono ucraniano Andrei Kymach, que interpretó al conde Tomsky, cuya voz profunda y bien apoyada se proyectó, sin embargo, con cierta dificultad por encima de los instrumentos. Su gestualidad, propia de las nuevas generaciones de súper cantantes, estaba bien trabajada, y sus papeles se entendieron perfectamente a pesar del doblete. El Yeletsky cantado por Nicolay Zemlianskikh mostraba una mayor madurez vocal, y la elegancia de su fraseo me llamó la atención. Hubo de compartir muchos números de conjunto, y su buen oficio le llevó a integrarse sin fricción entre las voces de sus compañeros, camaradería musical que servidor cada vez aprecia más. Vasil Efimov cerró la terna de secundarios masculinos encarnando a Checalinski. Su voz cálida y su afinación indubitada contribuyeron a generar expectación desde el arranque del primer acto, si bien su papel es de dimensiones reducidas.
Elena Maximova dio vida a Polina. Su timbre peculiar y su registro grave me parecieron algo inquietantes al principio, pero todo estaba bien sujeto en su forma de cantar, y defendió su personaje con mucha entereza. Fue la voz cuya afinación me resultó más ambigua. La experimentada Doris Soffel puso voz a la fantasmagórica condesa, cuya presencia en las escena es fundamental en la trama, aunque el personaje cuente con un número muy limitado de pentagramas. Soffel cantó bien, baste decir esto.
La dirección musical corrió a cargo del titular de la Orquestra de la Comunitat Valenciana, el maestro estadounidense James Gaffigan, cuyo entendimiento con los profesores parece cada vez menor. Gaffigan hizo una excelente selección de tempos y consiguió dominar el multitudinario conjunto de interpretes a base de bíceps y gesticulaciones varias, pero el volumen se le volvió a apoderar. Esta orquesta da todo lo que se le pide, no me cansaré de decirlo, por lo tanto debe andarse uno con cuidado. Los cantantes tuvieron verdaderas dificultades para sobrepasar el telón de acero que se erigía desde el foso. Sin embargo, hubo momentos que rozaron la perfección, merced a la claridad de los fraseos y la afinación impecable. A ratos juego a ver si pillo alguna nota falsa y de momento voy perdiendo. El Cor de la Generalitat tuvo un peso específico muy importante a lo largo de toda la velada y funcionó con la precisión acostumbrada. Musicalmente sólo escuché algún desajuste al inicio del segundo acto, nada grave, pero en líneas generales sonó tan bien como siempre, tanto en su división por cuerdas como en su conjunto. El movimiento por la escena fue acertado, y únicamente en alguna retirada la sincronización se resintió, haciendo que los últimos en desalojar tuvieran que recurrir al trotecillo para quitarse del medio a tiempo. Los niños de la Escolanía de la Mare de Déu dels Desemparats estuvieron francamente bien, una delicia escuchar sus prístinas y disciplinadas vocecitas. Crítica: «La Dama Picas» Arts
Me gustó mucho el concepto escénico de Richard Jones, aunque de eso me di cuenta luego, cuando mentalmente hice el repaso de todo lo visto y escuchado. Dicho de otro modo, me gustó en su conjunto, aunque hubo algún momento en que el escenario se mantuvo vacío durante demasiado tiempo. Es posible que todo ello obedezca a una poética determinada, y que se buscase una cierta frialdad, pero abusar de un mismo recurso es peligroso. De la escenografía de John Macfarlane, más interesantes resultaron los trampantojos ópticos que planteaban una perspectiva cenital, algo forzada pero muy entretenida de ver. No funcionó sin embargo la metáfora de la muerte. Un esqueleto que aparece subrepticiamente, y que provoca la risa del público en dos ocasiones, debe ser un elemento a revisar. A pesar de que la historia transcurre en tiempos de Catalina La Grande, la ambientación se desplaza hasta los años veinte. El vestuario, también de Macfarlane y muy cuidado en sus detalles, se convirtió en un elemento vivo con entidad propia. Pocas veces puede disfrutarse de tal variedad y calidad de diseño. Muy delicada también la escena de las marionetas, aunque se trate de un procedimiento poco original en las puestas de escena actuales. La excelente iluminación a cargo de Jennifer Tipton acompañó las mutaciones con transiciones imperceptibles. La atmósfera creada por las luces y las sombras me hizo embebecer.
La Dama de Picas ha funcionado a lo grande. Un montaje al alcance de pocos teatros, y que debe concienciarnos a todos de que el Palau de Les Arts pertenece ya, por derecho propio, al circuito de los grandes coliseos europeos. Consideraremos pues la velada de esta tarde como el verdadero inicio de una temporada repleta de exquisiteces.
Valencia, 1 de octubre de 2023. Palau de Les Arts. La Dama de Picas. Dirección musical, James Gaffigan. Direccion de escena, Richard Jones. Reposición, Benjamin Davis. Vestuario, John Macfarlane. Iluminación, Jennfer Tipton. Títeres, Chris Pirie
Elenco: Arsen Soghomonyan, Andrei Kymazc, Nikolay Zemlianskikh, Vasily Efimov, Alejandro Baliñas, Joel Williams, Irakli Pkhaladze, Doris Soffel, Elena Guseva, Elena Maximova.
Orquestra de la Comunitat Valenciana. Cor de la Generalitat Valenciana. Escolania de la mare de Déu dels Desemparats.