Crítica: «Die Zauberflöte» del Met gana con el tiempo

Por Carlos J. López Rayward

El Met repone la exitosa producción de Simon McBurney de Die Zauberflöte de Mozart, esta vez con Evan Rogister y un elenco en el que destacan Ben BlissThomas OliemansKathryn Lewek y Golda Schultz.

Thomas Ebenstein (de traje) y Thomas Oliemans (de amarillo) con Katelan Trần Terrellen el glockenspiel. Foto: Marty Sohl / Met Opera
Thomas Ebenstein (de traje) y Thomas Oliemans (de amarillo) con Katelan Trần Terrellen el glockenspiel. Foto: Marty Sohl / Met Opera

El Met es esa fábrica de hacer ópera que, a fuerza de general volumen, recurre a la repetición. Así sucede con esta reposición de esta Die Zauberflöte fruto de la alianza entre De Nationale Opera, la English National Opera y el Festival de Aix‐en‐Provence, aclamada puesta desde su primera noche en Ámsterdam en diciembre de 2012. Esta es la segunda vez que el montaje recala en Manhattan, con un éxito mayor incluso que el que cosechó la primera vez, hace ya dos temporadas.

Simon McBurney da en el clavo con una puesta en escena que conecta con el humor políticamente correcto de hoy y carga las tintas sobre el rito iniciático masónico que vertebra todo el segundo acto. La escenografía de Michael Levine, con su plano móvil suspendido del techo, se revela como un enigma técnico y simbólico: un escenario que, en su aparente sencillez, esconde la complejidad de la dualidad entre lo humano y lo simbólico, y del constante tránsito entre la oscuridad y la iluminación. Complementan este universo visual la cuidada lumínica de Jean Kalman y las divertidas proyecciones de video a cargo de Finn Ross, que, lejos de ser meros acompañamientos, interactúan incesantemente con la acción, invitando al espectador a participar de una experiencia operística completa.

El sonido, ideado por Gareth Fry y enriquecido por los aportes foley de Ruth Sullivan, se amalgama con la interacción escénica: recurre a la megafonía pero con gran respeto a la música y a las voces de los solistas. No es de extrañar que la orquesta, bajo la batuta amplia e inspirada de Evan Rogister, participe activamente en el despliegue artístico, haciendo presente la voz de Mozart entre tanto efecto visual y sonoro.

Escena del Acto II de "Die Zauberflöte." Foto: Marty Sohl / Met Opera
Escena del Acto II de «Die Zauberflöte.» Foto: Marty Sohl / Met Opera

El vestuario, diseñado por Nicky Gillibrand, se recrea en la fealdad y la oscuridad, con aisladas notas de color, pero tiene buena factura y no contribuye negativamente al abigarramiento escénico.  Con todo, el éxito de esta reposición se debe en gran medida a la directora Paula Williams, una veterana del Met, que conoce bien tanto el teatro como su público, y ha sabido refrescar la producción y equilibrar sus innumerables elementos, para llevarla a cotas altas de calidad artística.

El Papageno de McBurney y la diseñadora de vestuario Nicky Gillibrand es un indigente cubierto de excrementos de pájaro. Interpretado por el barítono holandés Thomas Oliemans, de voz discreta pero de grandes dotes actorales, resulta un rayo de cotidianeidad y color que destaca entre el marasmo general. Oliemans se ganó el favor del público por su efectividad en escena, a pesar de que en lo musical no dejara ningún detalle memorable. A su lado, la papagena de Magdalena Kuźma, con un timbre ligero y chispa actoral, hace de Papagena una presencia encantadora y llena de vitalidad, en un perfecto contrapunto con el Papageno de Oliemans.

Golda Schultz como Pamina y (lde izda. a dcha.) Marcus Agrippa, Ori Wosner,y Nico Hwang como los tres niños. Foto: Marty Sohl / Met Opera
Golda Schultz como Pamina y (lde izda. a dcha.) Marcus Agrippa, Ori Wosner,y Nico Hwang como los tres niños. Foto: Marty Sohl / Met Opera

En el papel de Pamina, Golda Schultz brilla con un lirismo conmovedor, dotando a su personaje de una profundidad emocional que va más allá de la ingenuidad habitual. Su «Ach, ich fühl’s» es un momento de pura introspección, en el que su soprano cálida y su suave línea de canto logran transmitir el sufrimiento de una joven atrapada entre el amor y la desesperación.

En contraste, la Reina de la Noche, interpretada por la soprano norteamericana Kathryn Lewek, desata su acostumbrada tormenta vocal en sus dos grandes arias. Su «Der Hölle Rache» fue el número más aplaudido, como de costumbre, con agudos bien colocados, un tanto filosos, y efectiva musicalidad, mientras se mueve por el escenario en una incomprensible silla de ruedas.

El papel de Tamino estuvo a cargo del tenor Ben Bliss, con su timbre lírico y su muy elegante fraseo, en un príncipe comunicativo y de nobleza incuestionable, capaz de transmitir con sutileza la evolución de su personaje desde el asombro inicial hasta la convicción absoluta en su destino.

La mano de Simon McBurney también se aventura a retocar incluso los pasajes hablados. Así, el monólogo inaugural de Sarastro, interpretado por el bajo danés Stephen Milling, se transfigura en una reflexión tan velada como elocuente sobre la crisis mundial actual, marcando un paralelismo entre la búsqueda ancestral de la luz y las penumbras de nuestro presente. Milling dota al sumo sacerdote de una presencia imponente y una voz de bajo un tanto endeble, pero bella, más noble y serena que solemne y autoritaria.

Ben Bliss y Golda Schultz en "Die Zauberflöte." Foto: Marty Sohl / Met Opera
Ben Bliss y Golda Schultz en «Die Zauberflöte.» Foto: Marty Sohl / Met Opera

Las tres damas de la noche, Alexandria Shiner, Olivia Vote, Tamara Mumford nos parecieron más empastadas y atentas que años atrás, con intervenciones muy bien perfiladas y enorme seguridad escénica. Por su parte, el talentoso Thomas Ebenstein, como Monostatos, aporta una interpretación muy interesante, evitando caer en la caricatura y mostrando una faceta cercana y de evidente conexión con el público. Su voz ágil y su presencia escénica hacen de él un antagonista creíble, una figura de algún modo cercana al tipismo neoyorkino.

No es habitual ver la Metropolitan Opera tan llena en una ópera de Mozart, pero está claro que cuando Die Zauberflöte se reinterpreta con valentía y frescura, el público responde. La máquina de hacer ópera del Lincoln Center sigue funcionando a pleno rendimiento, alumbrando noches que merece la pena presenciar.

OW


★★★★☆

Metropolitan Opera de Nueva York, a 28 de marzo de 2025. Die Zauberflöte, ópera en dos actos con música de Wofgang Amadeus Mozart y libreto de Emanuel Schikaneder.

Dirección Musical: Evan Rogister. Orquesta y coro de la Metropolitan Opera (director del coro: Tilman Michael). Director de escena y coreografía: Simon McBurney, Escenografía: Michael Levine, Vestuario: Nicky Gillibrand, Iluminación: Jean Kalman, Proyecciones: Finn Ross, Efectos sonoros: Gareth Fry, Directora del revival: Paula Williams.

Reparto: Ben Bliss, Alexandria Shiner, Olivia Vote, Tamara Mumford, Thomas Oliemans, Kathryn Lewek, Thomas Ebenstein, Golda Schultz, Nico Hwang, Marcus Agrippa, Ori Wosner, Shenyang, Stephen Milling, Richard Bernstein, Errin Duane Brooks, Magdalena Kuzma, Errin Duane Brooks, Richard Bernstein, Ruth Sullivan, Blake Habermann, Chelsea Knox(faluta), Katelan Tran Terrel (Glockenspiel).