Por Bernardo Gaitán Crítica: «La forza Scala Milán
La leyenda dice que La forza del destino es una ópera maldita, asociada con tragedias que parecen perseguir cada nueva producción. Desde compañías que caen en bancarrota tras montarla, pasando por severos errores técnicos y de producción que surgen después de la célebre obertura, hasta la muerte de artistas vinculados a la obra; esta fama parece haber marcado su historia. Este año, sin embargo, el Teatro alla Scala desafió esa superstición al elegir esta ópera para inaugurar su temporada 2024/2025, un evento especialmente significativo, ya que La forza del destino no había inaugurado una temporada de la Scala desde 1965. Por fortuna, la producción de este año se libró de desgracias mayores, con la excepción de un incidente menor que, aunque anecdótico, no tuvo mayor trascendencia.

La «mini-desgracia» giró en torno al rol del tenor, marcado por una inesperada inestabilidad. Originalmente, Jonas Kaufmann estaba anunciado para interpretar a Don Alvaro, pero canceló su participación semanas antes del estreno debido a motivos familiares. En una curiosa coincidencia, el Teatre del Liceu de Barcelona estaba produciendo la misma ópera con Brian Jagde en el rol protagonista, lo que facilitó su incorporación de emergencia en La Scala y le permitió realizar la tradicional función del 7 de diciembre. Sin embargo, el nacimiento adelantado del hijo de Jagde lo obligó a cancelar un par de funciones previstas. En su ausencia, Luciano Ganci acudió al rescate del teatro milanés por segunda vez en menos de un mes, recordando su aparición en el recital improvisado tras la cancelación del Homenaje a Puccini el pasado 29 de noviembre, que involucraba a los protagonistas de la ópera. Para la función del 19 de diciembre, objeto de esta crítica, Jagde retornó al escenario, interpretando al desafortunado amante español.
En el plano mediático, la nueva producción de La Scala fue un éxito rotundo. La función inaugural del 7 de diciembre, retransmitida en vivo por el principal canal de televisión italiano, Rai1, alcanzó un 10,2% de audiencia durante las 4 horas de duración, equivalente a más de 1,6 millones de espectadores. Este porcentaje supera los resultados del año anterior, cuando Don Carlo fue visto por 1,4 millones de personas, aunque el récord de Tosca en 2019, con 2,85 millones de televidentes, permanece. Un denominador común entre estas tres producciones —además de la dirección musical de Riccardo Chailly— es la presencia de la soprano rusa Anna Netrebko en el rol protagónico. Es probable que su controversial figura haya contribuido significativamente a captar la atención de un público tan amplio.

La dirección escénica de este célebre título fue confiada al experimentado Leo Muscato, quien ofreció una interpretación minuciosa y reflexiva sobre el tema de la guerra, reinterpretando la obra desde una perspectiva histórica atemporal. El regista italiano situó las escenas en épocas que abarcan desde el siglo XVIII en el primer acto hasta tiempos contemporáneos en el cuarto. Esta decisión subraya el mensaje universal y trágico de la obra: la guerra es una constante en la historia de la humanidad, independientemente del período en que se ambienta. Aunque esta decisión podría parecer confusa desde un punto de vista dramatúrgico, resultó ser una solución efectiva para reforzar el concepto central. La audaz reinterpretación de este clásico verdiano en clave moderna dio como resultado una producción espectacular, posiblemente la más impresionante de la Scala en el último lustro. El éxito de esta propuesta creativa recae también en el talento de Federica Parolini, quien diseñó una escenografía visualmente impactante, que destacó tanto por su belleza como por su funcionalidad. Una aureola gigante flotaba sobre el escenario giratorio, transformando las escenas sin interrupciones y facilitando un flujo narrativo continuo. Entre los momentos visuales más memorables se encuentran el bosque iluminado con velas detrás del convento en el segundo acto y la zona de batalla del cuarto acto, cuya crudeza contemporánea resultó especialmente conmovedora. Por su parte, Silvia Aymonino superó con éxito el reto de diseñar vestuarios que abarcaran diferentes épocas para los mismos personajes. Desde los uniformes napoleónicos de los soldados en el tercer acto hasta una representación moderna en el cuarto, donde vestían uniformes actuales o paramédicos de la Cruz Roja con su característico overol rojo; los detalles de su trabajo añadieron coherencia y realismo a la puesta en escena. Complementando este apartado, Alessandro Verazzi aportó una iluminación cuidada que con sus claroscuros potenció la intensidad dramática de cada escena.

En el plano vocal, Anna Netrebko brilló como Donna Leonora, ofreciendo una interpretación intensa y emotiva. La soprano rusa demostró su habitual maestría actoral respaldada por una técnica vocal sólida. Con un timbre robusto y potentes agudos, su interpretación de “Me, pellegrina ed orfana” fue destacable, aunque por momentos se percibiera un leve engolamiento. Sin embargo, fue en la icónica “Pace, pace mio Dio” del cuarto acto donde Netrebko dejó su marca más duradera, desplegando una intensidad histriónica y un control técnico impresionante, especialmente en los los bellísimos agudos filados y el envidiable fiato que evidencian su dominio del repertorio. En el papel de Don Álvaro, Brian Jagde mostró una convincente presencia escénica. Aunque su interpretación en el dueto “Le minacce, i fieri accenti” del cuarto acto fue digna, el aria “O tu che in seno agli angeli” evidenció su habilidad interpretativa. Sin embargo, su passaggio no está del todo resulto ya que es muy evidente el cambio de registro. Los sonoros sobreagudos no le representan alguna dificultad, pero las primeras notas arriba del passaggio no están bien colocadas. Perfeccionar el estilo alla italiana podría llevar su interpretación a otro nivel.
El indiscutible triunfador de la noche fue Ludovic Tézier como Don Carlo di Vargas. Con una interpretación vocal y actoral impecable, el célebre barítono francés ofreció un Don Carlo de gran profundidad emocional y riqueza tímbrica. Su aria “Urna fatale del mio destino”, fue un momento mágico que reafirmó su estatus como uno de los barítonos más demandados a nivel mundial. El registro agudo del cantante es imponente, pues es poseedor del squillo casi hipnotizante. Su potencia vocal es tanta, que durante el tercer acto sus agudos extremamente bien colocados y estudiados sobrepasaban las líneas melódicas de Jagde, un fenómeno inusual raro: que el barítono opaque al tenor.

Destacando por su autoridad vocal y la calidad de su registro grave, Alexander Vinogradov triunfó como el Padre Guardiano, especialmente en el dueto con Netrebko del segundo acto y en la escena final “Non imprecare, umiliata”, ya que por su capacidad actoral y su presencia escénica emocionó al público. Por su parte, Marco Filippo Romano aportó un toque de ligereza al drama verdiano con un Fra Melitone lleno de energía y comicidad, destacando en su soliloquio “Toh! Toh! Poffare il mondo!”, que arrancó aplausos entusiastas del público. Con un timbre ligeramente opaco pero de gran belleza y una proyección con leves detalles de proyección,Vasilisa Berzhanskaya ofreció una Preziosilla extrovertida y llena de carácter. Su enérgica presencia escénica culminó en un tercer acto apoteósico, cerrando con el vibrante «Rataplan della gloria». Por su parte, el tenor Carlo Bosi y el bajo Fabrizio Beggi aportaron interpretaciones sólidas en los roles de Mastro Trabuco y Marchese di Calatrava, respectivamente, logrando dejar una impresión memorable pese a la brevedad de sus intervenciones.
La dirección musical de Riccardo Chailly, piedra angular de esta producción, destacó por su capacidad para captar con maestría los matices orquestales y los contrastes dramáticos de la partitura verdiana. Desde la frenética e icónica obertura hasta los delicados pasajes instrumentales como «Attenti al gioco, attenti» o el pianissimo del final de la ópera, la batuta de Chailly equilibró magistralmente la tensión dramática con el lirismo, guiando a la Orquesta del Teatro alla Scala hacia una interpretación de extraordinaria riqueza en dinámicas y texturas. El Coro del Teatro alla Scala, bajo la dirección de Alberto Malazzi, reafirmó su excelencia habitual. Destacó especialmente en su vibrante participación en el bailable «Olà, olà, olà!», y de manera sobresaliente en el Rataplan, donde brilló junto a Berzhanskaya. A ello se sumó la energía y precisión de la enorme cantidad de figurantes y bailarines, que contribuyeron a la contundente vitalidad escénica de esta inolvidable producción.
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La forza del destino – Nueva producción.
Teatro alla Scala – 19 diciembre 2024.
Orquesta y Coro del Teatro alla Scala
Riccardo Chailly, director musical. Alberto Malazzi, director del coro.
Leo Muscato, director de escena.
Federica Parolini, escenografía. Silvia Aymonino, vestuario. Alessandro Verazzi, iluminación. Michela Lucenti, coreografía.
Elenco: Anna Netrebko, Brian Jagde, Ludovic Tézier, Vinogradov, Marco Filippo Romano, Vasilisa Berzhanskaya, Carlo Bosi, Fabrizio Beggi, Marcela Rahal, Huanhong Li, Xhieldo Hyseni.