Por Federico Figueroa Crítica «La liberazione Ruggiero Madrid
Considerada por la musicología como la primera ópera compuesta por una mujer, Francesca Caccini (1587-ca 1641), la comedia en música titulada La liberazione di Ruggiero dall’isola d’Alcina, estrenada en 1625 sienta su valía en factores sólidos de factura y por ser parte de ese puente entre las primeras óperas de finales del siglo anterior y la primeras décadas del Seicento hasta la ya bien establecida «receta» que veremos en las segunda mitad del siglo XVII. La parte instrumental asume el protagonismo sin apabullar a la voz y el resultado es una partitura rica. Aaron Zapico ha ido más adelante y ha añadido fragmentos instrumentales de otros compositores, como Emilio de’ Cavalieri (ca 1550-1602), Jacopo Peri (1561-1633), Claudio Monteverdi (1567-1643) y Andrea Falconieri (1585-1656). Excepto uno, todos ellos son una generación mayor que la dama compositora.«La liberazione Ruggiero Madrid
Desde el foso, Aarón Zapico trabajó, con su formación Forma Antiqva apoyada con algunos miembros de la Orquesta Titular del Teatro Real, integrando el discurrir musical de una obra un tanto fragmentada y otro tanto condicionada por la puesta en escena. Consiguieron sonoridades exquisitas con desenfado y cierta naturalidad. No nos engañemos, el barroco de esos tiempos está lejos de ser la bombástica exhibición de las décadas finales del siglo y las de inicios del siguiente, en el que Vivaldi, Händel o cualquiera de los famosos Scarlatti hacían virguerías por y para los cantantes e instrumentistas.Al público actual la música de Caccini, y de sus contemporáneos, podrá sonarles repetitiva y hasta aburrida. Yo les pediría contextualizar en el tiempo y espacio. La liberazione di Ruggiero dall’isola d’Alcina fue un encargo de la Gran Duquesa Maria Maddalena de Austria para festejar la llegada a Florencia, en 1625, de Ladislao Segismundo, príncipe de Polonia y Suecia, cuestión que explicaría que más tarde se representara en la corte polaca. Las cuatro escenas basadas en Orlando furioso de Ludovico Ariosto, dará como resultado una ópera cómica bastante entretenida. El argumento, aunque bastante conocido (la maga Alcina vive en una isla rodeada de sus conquistas amorosas a las que, una vez saciada, transforma en plantas, animales o rocas. Melissa llega a la isla para recuperar a su amado Ruggiero) no aparece en el programa de mano. En su lugar hay dos largas explicaciones de las intenciones de Zapico y Blanca Li, que ejerce de coreógrafa, escenógrafa y directora de escena. La lectura que ha propuesto Li es un buen compendio de la usanza teatral barroca en en clave contemporánea.
La realización escénica es coherente con los principios del teatro barroco: variedad, sorpresa y atenta a los affeti musicales. Lo visto sobre el escenario fue un espectáculo suficientemente variado, muy atractivo estéticamente y ejecutado técnicamente con gran precisión. Con la retórica gestual de antaño y de hoy entremezclada, bien aderezada de sencillos ornamentos (los delfines de peluche, la pompas de jabón, las manos invisibles) muy bien utilizados y que tienen una caducidad, como elemento sorpresa, de corta duración. En este sentido se paso del buen uso al abuso, y el mejor ejemplo fue el de los corazones voladores, que excedieron su tiempo presencial y perdieron interés a mitad de camino. El vestuario diseñado para las cantantes por Juana Martín, también cumplió sobradamente con los cánones del vestuario teatral barroco bien traídos a nuestra contemporaneidad: extravagantes y funcionalmente integrados en el concepto general de la propuesta escénica. Lo mejor de todo fue la iluminación (Pascal Laajili), milimétricamente diseñada para que el escenario fuese un trampantojo contemporáneo, en el que todo puede ser real o ficticio. La coreografía, utilizada con discreción, también estuvo bien integrada en el concepto general. En conjunto, un bello espectáculo escénico al que le faltó un poco de interés en contar al público el argumento de la obra.
Entre las voces solitas convocadas sobresalía el nombre de Vivica Genaux. La mezzosoprano ya acusa el paso del tiempo en la voz, que ha perdido brillo y flato. Hace un par de meses se presentó Madrid en el ciclo de Lied y pensé que era una mala noche, que la tiene cualquiera. Aquí volví a tener esa sensación. Con todo, su atractiva presencia escénica y personalísimo timbre hicieron que su personaje, Melissa, se hiciese un espacio entre las otras voces, como las frescas y bellísimas de la soprano Jone Martínez y el tenor mexicano Alberto Robert. Ella daba vida a tres personajes menores (Sirena/ Mensajera/Dama triste) y en cada comparecencia al escenario daba un vuelco al espectáculo. Él, si todo va bien en su carrera, podría ser el próximo Camarena. El mexicano, además del hermoso timbre está pertrechado con una buena técnica canora y , con apenas 25 años, tiene mucho margen por crecer interpretativamente. Habrá que estar pendiente de su Elvino (La sonnambula) en la próxima temporada de la Ópera de Stuttgart. Aquí, su Ruggiero se hizo notar, aunque no disponga de muchos momentos de lucimiento. Lidia Vinyes-Curtis hace una Alcina histriónica, de canto sereno servido con un timbre no demasiado atractivo. También sobresalieron, por atractivo sonoro, las sopranos Ivana Ledesma y Carmen Larios (damas y coro). Correctos y al servicio de la música y la escena, el tenor Francisco Fernández-Rueda (Neptuno, Astolfo, pastor) y el barítono Johann Salvatori (Monstruo y coro).
El público, con grandes cantidades de invitados, aplaudió con entusiasmo. Aunque la mayoría no se enterara bien de qué iba esta ópera ni captara la sofisticación y calidad del trabajo, musical y escénico, que acaba de ver. A mí me encantó, por su mezcla de hondura y superficialidad llevada con una buena dosis de verdad, y volvería a verla cuantas veces me fuese posible.
Madrid (Teatros del Canal) 4 de junio de 2024. La liberazione di Ruggiero dall’isola d’Alcina Autora: Francesca Caccini (1587-1640), con añadidos de música de Emilio de’Cavalieri (ca1550-1602), Andrea Falconieri (1585-1656), Claudio Monteverdi (1567-1643) y Jacopo Peri (1561-1633).
Dirección musical: Aarón Zapico. Dirección de escena, escenografía y coreografía: Blanca Li
Elenco: Vivica Genaux, Lidia Vinyes-Curtis, Jone Martínez, Alberto Robert, Francisco Fernández-Rueda, Carmen Larios, Ivana Ledesma y Johann Sebastian Salvadori.
Bailarines: David Damas Grimaldi, Iván Delgado del Río, Paula Jofre, Noelia Rúa, Eva Nazareth Suárez, David Valls.
Forma Antiqva y solistas de la Orquesta Titular del Teatro Real. OW