Crítica: «La Nariz» en el Teatro Real

Crítica La Nariz Teatro Real Por Majo Pérez

Una ópera de tres pares de narices, un montaje con olfato  

Es probable que el joven pero astuto Shostakovich utilizara la estrategia del bocadillo a fin de colar su primera ópera, la irreverente Nos (Nariz). Esta se estrenó el 18 de enero de 1930, cuando se mantenía vivo el efímero éxito de su Sinfonía nº 2, que conmemora el décimo aniversario de la Revolución de Octubre, y solo tres días antes de la premiere de su Sinfonía nº 3, titulada Primero de Mayo, y también de carácter propagandístico. Sin embargo, hay una diferencia significativa entre ambas: la segunda sinfonía fue un encargo de la Gosizdat, la Editorial Estatal de la RSFS de Rusia, mientras que fue el propio compositor quien eligiera el tema de la tercera. Crítica La Nariz Teatro Real

Una escena de "La Nariz" en el Teatro Real / Foto: Javier del Real
Una escena de «La Nariz» en el Teatro Real / Foto: Javier del Real

El director de orquesta Mark Wigglesworth, quien dirige en esta producción a la Orquesta titular del Teatro Real, ve probable que en esta tercera sinfonía «Shostakovich decidiera ambientar el texto descaradamente proletario de Semyon Kirsanov para mantener una buena relación con las autoridades”, ya que por esa época «empezaba a notarse el creciente poder de Stalin». Y es que no solo el preestreno de algunos números de La Nariz en 1928 había cosechado furibundas críticas de miembros de la ‘Asociación rusa de músicos proletarios’, es que, además, el amigo y dedicatario de la Sinfonía nº 1 de Shostakovich, el también músico Mikhail Kvadri, había sido ejecutado en fechas recientes por «actividad contrarrevolucionaria». Cuando veas las barbas de tu vecino afeitar…

En el bocadillo de Shostakovich, entre pan y pan, hay chicha pero al mismo tiempo no la hay. Me explico. Su ópera La Nariz resultaba insultante para el régimen soviético, sobre todo, por permitirse llevar a escena una historia sin pies ni cabeza sobre un burócrata petulante y necio cuya nariz sale huyendo y desarrolla una exitosa vida propia, cuando la función del arte no podía ser otra que la de educar al pueblo en el espíritu del socialismo. Por si esto fuera poco, el libreto de La Nariz, basado en un relato homónimo de Nikolái Gógol, encierra una sarcástica burla contra uno de los brazos ejecutores del Partido Comunista, el funcionariado, si bien casualmente Gógol vivió toda su vida bajo el zarismo. Saquen ustedes sus propias conclusiones. Yevgueni Zamiatin, uno de los responsables de la adaptación dramática de dicho relato junto a Gueorgui Ionin, Aleksandr Preis y el propio compositor, decía “tengo miedo de que la literatura rusa tenga un único futuro: su pasado. Porque la verdadera literatura puede existir únicamente donde la hacen no obedientes y disciplinados oficiales, sino eremitas, locos, heréticos, soñadores, rebeldes y escépticos”. Esta es una cita que recoge en el programa de mano Joan Matabosch, director artístico de Teatro Real.

Una escena de "La Nariz" en el Teatro Real / Foto: Javier del Real
Una escena de «La Nariz» en el Teatro Real / Foto: Javier del Real

Una obra de las características de La nariz requiere una dirección de escena cómplice, a la altura de la irreverente pericia demostrada por el jovencísimo Shostakóvich –contaba tan solo 20 años cuando empezó a componerla–. Barrie Kosky realiza una lectura cercana a la opereta, con la que logra atrapar la atención del público y mantenerla durante las casi dos horas que dura el espectáculo. El creador australiano se ha curtido en la opereta desde que es director artístico de la Komische Oper de Berlín, en la que ha puesto en escena, con gran éxito, varias piezas de este género, como Die Perlen der Cleopatra de Oscar Strauss y Ball im Savoy de Paul Abraham, y algo o mucho de ese tratamiento se nota en La Nariz, desde el uso y abuso del cuerpo de baile hasta la inclusión de morcillas en la lengua local. «¿Pero qué es esto? ¡Yo había venido a ver La traviata! -vocifera un airado espectador-actor desde su palco, causando la risotada general entre el público. Sin embargo, la puesta en escena de Koski, a pesar de su ritmo frenético y los efectos cómicos, no consigue distraer -ni creo que lo pretenda- de la crítica sociopolítica que subyace a la obra. La tensión dramática es implacable y todo resulta exagerado, esperpéntico, sucio, desalentador. Hay demasiados eructos, pedos, escupitajos y otras obscenidades. Lo grotesco prevalece. Y es inevitable recordar que Yevgueni Zamiatin está considerado como uno de los padres de la literatura distópica. 

Una escena de "La Nariz" con Martin Winkler y los bailarines / Foto: Javier del Real
Una escena de «La Nariz» con Martin Winkler y los bailarines / Foto: Javier del Real

La música de La Nariz no es menos osada y contundente que su dramaturgia, secuenciada, por cierto, a modo de sketches cinematográficos -no en balde Shostakóvich trabajó como pianista en un cine mudo-. El compositor hace un despliegue diabólico de recursos en su primera partitura operística, que todavía resulta experimental a pesar de que cuenta ya casi un siglo de vida. Mezcla diferentes estilos, desde música atonal hasta melodías inspiradas en el folklore ruso, y también danzas, como el vals, el galop o la polca, o formas clásicas como la fuga (para percusión, protagonista sonora junto los metales) y el canon, creando sorprendentes colores y texturas orquestales. La batuta de Mark Wigglesworth es inspirada y precisa, logrando la simbiosis con los actores e imprimiendo en la Orquesta Titular del Teatro Real la vitalidad necesaria para que la energía no decaiga ni un momento. Tanto la orquesta como el Coro Titular respondieron con eficacia a las indicaciones del maestro británico. Crítica La Nariz Teatro Real

El bajo-barítono austriaco Martin Winkler no interpreta, sino que se metamorfosea en Kovaliov. Sin duda realizó una proeza vocal y actoral que perdurará en la memoria de los fieles al coliseo madrileño y que merece toda mi admiración. Winkler lidera un grupo de casi 30 solistas que se dejan la piel interpretando a más de ochenta personajes. El trabajo de equipo es encomiable. Entre ellos destacan el potente bajo Alexander Teliga (el barbero Ivan Yákovlevich / el encargado del periódico / el médico), la soprano Ania Jeruc (Praskovia, la esposa del barbero / Vendedora) y el tenor Vasily Efimov (Ivan, ayudante de Kovailov y otros cuatro personajes). En general, también hay muy buen nivel vocal, aunque algunos cantantes queden «tapados» por la orquesta. Dicho esto, no conviene acudir al teatro en busca de lucimiento canoro; por si alguien no lo sabe, no, en 1930 en la URSS no se llevaba precisamente el bel canto. El cuerpo de baile, defendiendo coreografías de Otto Pichler, estupendo.

Simon Wilding , Gerard Farreras, Ihor Voievodin, Luis Lopez Navarro, Alexander Teliga, Néstor Pindado, Isaac Galán. Sobre la mesa, Martin Winkler (Kovaliov) / Foto: Javier del Real
Simon Wilding , Gerard Farreras, Ihor Voievodin, Luis Lopez Navarro, Alexander Teliga, Néstor Pindado, Isaac Galán. Sobre la mesa, Martin Winkler (Kovaliov) / Foto: Javier del Real

La morcilla final de esta producción de La Nariz se ha reservado para la periodista Anne Igartiburu, quien se parodia a sí misma saludando al respetable con un consecuente: «¡Hola, narizones!» y quien a modo de reportera narra lo que se puede tomar como el epílogo de la rocambolesca historia representada. No sé si ver en la aparición de esta estrella televisiva un intento por parte del teatro, que conoce a su público, de dejar en la boca de los espectadores un sabor más dulce. En cualquier caso, buena parte del patio de butacas puso pies en polvorosa nada más terminar la función, sin esperarse casi a los saludos, cosa que a mí, en un primer momento, me supo mal; un trabajo tan complejo como el que supone representar esta ópera y el buen hacer de sus intérpretes se merecían algo más de efusividad. No obstante, luego me consolé pensando que la obra sigue surtiendo el efecto para el que fue concebida. La nariz se escribió en tiempos de los zares, se puso en música bajo el régimen soviético, pero todavía abundan los oficiales grises, engreídos, vacuos… Crítica La Nariz Teatro Real

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Teatro Real de Madrid, 13 de marzo de 2023. La Nariz, música de Dmitri Shostakóvich: La nariz. Libreto de Dmitri Shostakóvich, Yevgueni Zamiatin, Gueorgui Ionin y Aleksandr Preis. Dirección musical: Mark Wigglesworth. Dirección de escena: Barrie Kosky. Escenografía e iluminación: Klaus Grünberg. Vestuario: Buki Shiff. Coreografía: Otto Pichler. Dramaturgia: Ulrich Lenz. Elenco: Martin Winkler, Alexander Teliga, Ania Jeruc, Andrei Popov, Dmitry Ivanchey, Vasily Efimov, Agnes Zwierko, Iwona Sobotka, Margarita Nekrasova, Simon Wilding, Milan Perisic, David Alegret, Gerard Farreras, Isaac Galán, Luis López Navarro, Ihor Voievodin, José Manuel Montero, David Sánchez, Cristian Díaz, Juan Noval-Moro, Roger Padulles, Josep Fadó, David Villegas, Íñigo Martín, Néstor Pintado, Cristina Herreras, Ígor Tsenkman, Claudio Malgesini, Alexander González, James Ellis, Anne Igartiburu. Coro y Orquesta Titulares del Teatro Real. Director del coro: Andrés Máspero.

Siguientes funciones: días 15, 17, 19, 27, 29 y 30 de marzo.

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