Crítica: «La soberbia abatida por la humildad de San Miguel» en Les Arts

Crítica: «La soberbia Les Arts Por Pedro Valbuena

La soberbia abatida por la humildad de San Miguel es el ampuloso título del oratorio que se estrenó en la congregación de San Felipe Neri de Valencia, hace ahora trescientos años casi exactos. Se trata de una obra enraizada en la tradición italiana del oratorio alegórico, en donde el bien y el mal se enfrentan dialécticamente a través de metáforas y personificaciones. Confrontación que conduce indefectiblemente a la catarsis final, mediante la afirmación y profesión colectiva de la fe. A este mismo género pertenecen títulos tan monumentales como Colpa, pentimento e Grazia, de Scarlatti  o Il trionfo del Tempo e del Disinganno, de Haendel. Crítica: «La soberbia Les Arts

La agrupación "Concerto 1700" con los solistas (Aurora Peña, Gabriel Díaz) / Foto: © Miguel Lorenzo - Les Arts
La agrupación «Concerto 1700» con los solistas (Aurora Peña, Adriana Mayer, Gabriel Díaz y Diego Blázquez) / Foto: © Miguel Lorenzo – Les Arts

Estas obras, generalmente estaban  estructuradas en dos actos, y contaban con un número de cantantes e instrumentistas muy reducido. A pesar de su carácter religioso se interpretaban fuera de la liturgia, y sus destinatarios   constituían un exclusivo círculo, encabezado por  la intelectualidad y los altos dignatarios de la iglesia. Sorprende gratamente la calidad musical de esta obra y la celeridad con la que el compositor valenciano Francisco Hernández y Llana (1700-1780) asumió las tendencias de su tiempo. En una fecha tan temprana como 1727, es ya reconocible la influencia de los estilos de Vivaldi y Caldara, patente desde el arranque de la sinfonía inicial. La mayoría de las arias son excelentes, e incluyen partes en obbligato para el violín y el oboe, con un grado notorio de exigencia. Los recitativos están bien articulados respecto al texto, y únicamente llama la atención el inusual procedimiento de declamación a cuatro voces, nada habitual en el oratorio. Menos pasión suscitan los pasajes corales, concebidos con rigidez y totalmente carentes de interés contrapuntístico. Quizá sean un guiño a la severa tradición hispánica acaudillada por Literes y Durón. El flamante redescubrimiento de esta pieza tiene el valor añadido de una edición crítica muy seria. Crítica: «La soberbia Les Arts

Concerto 1700, bajo la dirección de Daniel Pinteño, se acerca a este oratorio con la brillantez y exactitud que permite la técnica contemporánea, pero sin perder de vista la austeridad y el clima devocional en que fue concebida la obra, siendo la principal premisa el respeto a la partitura. La plantilla orquestal, integrada por dos violines, oboe y sección de bajo continuo, constituye el soporte ideal para  las cuatro voces solistas, que pudieron moverse libremente sin forzar la emisión ni caer en los excesos propios de la ópera. La variaciones de los da capo en las arias fueron sutiles y elegantes, y los instrumentos se mantuvieron en el plano adecuado de relevancia en todo momento.  

Aurora Peña fue la intérprete del papel del Ángel y lo hizo realmente bien. Su timbre hermoso y fresco subrayaba perfectamente las sutilezas de la poesía que, dicho sea de paso, me pareció de  excelente calidad. Adriana Mayer puso voz al demonio divinamente, y su afinación se mantuvo estable y clara durante las intervenciones solistas. Cantó enérgicamente las partes mas dramáticas pero mantuvo un volumen adecuado, lo cual no resulta fácil de conseguir. El contratenor Gabriel Díaz representó a San Miguel. Con una vocalidad muy particular y una afinación correcta, quizá pecó de excesiva humildad, ya que algunos momentos como el aria final, Vano, presumido, soberbio Luzbel, requerían en mi opinión, algo más de vigor. No obstante estuvo elegantísimo en su comedimiento. Diego Blázquez prestó su hermoso timbre de tenor al vanidoso Luzbel. Pronunció el texto con una pulcritud tal que la música se tornaba transparente e inteligible incluso en los pasajes más ornamentados. Se mantuvo afinado al igual que sus compañeros a lo largo de toda la obra. El conjunto vocal fue pues solvente, y cantaron excelentemente sus partes a solo, si bien es justo señalar que cuando se unieron en coro alguna nota quedó rozada y alguna entrada resultó insegura. Daniel Pinteño tuvo un papel muy destacado al llevar sobre sus hombros la doble carga de la dirección y de la parte solista de violín, alguna de cuyas intervenciones requería salvar no pocas dificultades sobre las cuerdas. Proporcionó las instrucciones adecuadas a sus compañeros, y optó por un estilo contenido que dio a la ejecución un cierto aire de solemnidad. Al violín estuvo infalible, nada que reprocharle. 

Sin embargo, para mí la gran estrella de la velada fue el excelente continuista del conjunto, Asís Márquez, que estuvo dibujando a través de las cifras del órgano un diseño maravilloso, que constituía en sí mismo una verdadera obra de arte. Basó sus improvisaciones en la imitación de los motivos principales, elaboró puentes melódicos muy hermosos, y el entramado contrapuntístico que creó sobre el bajo continuo fue, en ocasiones, más interesantes que la propia obra.  Una verdadera exquisitez.

Comprendo la posible frustración del programador del ciclo al ver que la sala estaba prácticamente a la mitad del aforo, pero que nadie se llame a engaño, el concierto fue extraordinario. Y lo fue tanto por el buen hacer de los intérpretes, como por el hecho de  recuperar  una obra de  esta relevancia artística e histórica. El público reconoció el alcance de la empresa y aplaudió con determinación, animando al grupo a saludar dos veces y propinar un bis. Crítica: «La soberbia Les Arts


23 de marzo de 2023, Valencia (Palau de Les Arts / Teatre Martín i Soler)  La soberbia abatida por la humildad de San Miguel   Francisco Hernández y Llana. ORATORIO

Concerto 1700. Daniel Pinteño, violín y dirección. Aurora Peña, Ángel. Adriana Mayer, Demonio. Gabriel Díaz, San Miguel. Diego Blázquez, Luzbel. Asís Marquez, continuo.

OW