Por José Antonio Lacárcel Crítica: «La verbena Paloma» Zarzuela
Pienso que nadie o muy poca gente fue consciente en la tarde noche del 17 de febrero de 1894, fecha que en el mítico Teatro Apolo se estrenaba La verbena de la Paloma, de la importancia y la trascendencia que iba a tener aquel estreno y de hasta qué punto la posteridad consagraría con su juicio inapelable, la calidad excepcional de una partitura plena de inspiración, de belleza y de calidad, y la gracia y desenvoltura de un libreto que se salía de los patrones un tanto usados de gracia tosca y de cierta dosis de chabacanería en la que habían incurrido no pocos libretistas que llenaron con sus creaciones las tardes y noches del Teatro Apolo.

Se cuenta que Tomás Bretón, autor de la hermosísima partitura, no las tenía todas consigo y que en el momento de subir al podio para dirigir la orquesta del Teatro Apolo, le dijo al concertino: “Me parece que esta vez nos hemos equivocado”. Y sin embargo la gran equivocación estribaba en estas palabras y en este sentimiento del gran maestro salmantino. Pocos veían en él un hombre capaz de escribir una obra con tanto casticismo del bueno, con ese sentido de lo popular madrileño que puede ser considerado como herencia del gran Barbieri, que se había convertido en enemigo irreconciliable del autor de La Verbena. Y es que acertó el maestro como también acertó y de pleno el libretista Ricardo de la Vega, que supo captar las mejores esencias del pueblo de Madrid, sin caer en tópicos, sin caer en la caricatura que tantas otras veces ha acompañado a la creación de unos personajes que se ha pretendido fueran arquetípicos y se deslizaban por la pendiente de lo tópico, lo repetido y, muchas veces, lo vulgar. Por el contrario, aquí el libretista ha creado unos personajes, tan creíbles que parecen que se escapan de la ficción y entran de lleno en la vida real. Un clásico viejo verde con dinero, dispuesto a gastárselo con unas guapas chulaponas, aunque creyendo el pobre que todavía tenía atractivo para las mujeres jóvenes. Un mozo celoso, profundamente enamorado y dispuesto a todo para castigar a quien quiere robarle a su amada. Una joven harta de sufrir los ataques de celos de su novio y que decide darle un gran escarmiento. Una vieja con mucho de alcahueta que quiere que sus sobrinas, las dos chulaponas, puedan conseguir lo máximo del viejo boticario. Y luego una serie de personajes anecdóticos donde destaca el empaque de la madrina del mozo, la Señá Rita que aconseja y está temerosa de las violentas reacciones de su ahijado. Y los guindillas y el sereno y esos cuadros descriptivos de un Madrid entrañable que se nos ha ido pero que permanece en el recuerdo y en la añoranza de otros tiempos. Madrid, siempre la hermosa y querida ciudad de Madrid que se erige en protagonista con sus gentes de los barrios más populares, con esos personajes entrañables que parecen sacados del natural. Eso, eso es La verbena de la Paloma. «La verbena Paloma» Zarzuela

Y la música, una música deliciosa, formidablemente estructurada, una partitura llena de grandes hallazgos. Parecía poco menos que imposible que el académico Bretón, tan comprometido con la búsqueda de la ópera nacional, pudiera conseguir algo tan completo y tan definitivo en el campo del género chico (por favor, no me canso de repetirlo, lo de chico es por la duración- un acto- de la trama, no por inferior calidad) y con unos personajes que nacen, viven y se desarrollan en los barrios populares. Está claro que a Bretón también le pilló la inspiración trabajando. Y el fruto ahí quedó, en esa partitura fragante, llena de gracia, hermosísima, chispeante, con profunda vena popular pero con un tratamiento serio, con un trabajo compositivo de verdadera calidad musical. Aunque muchos no creyeran en la capacidad del compositor para desarrollar una trama musical del Madrid popular ahí queda ese ejemplo, esa obra importante y definitiva de nuestro género lírico. Ahí queda plasmada una serie de ejemplos de la música que sentía y cantaba el pueblo español de la época: ese maravilloso dúo habanera, con un ejercicio contrapuntístico de alta calidad y de incuestionable belleza. Ahí la mazurca que esboza el organillo y que la orquesta desarrolla con toda su brillantez. Ahí las seguidillas del popularísimo momento coral “Por ser la Virgen de la Paloma” o la bonita soleá de la taberna. Momentos cargados de auténtica entraña popular, momentos que alternan con otros de una belleza y una calidad músical realmente espléndidos. Es La Verbena la entronización más brillante del género chico como algo excepcional dentro del panorama lírico español, irrepetible para otras gentes y otros lugares. Es La Verbena la apoteosis del Madrid castizo, del Madrid eterno, del entrañable Madrid como corazón de España. Es La Verbena un monumento musical de gran nivel y que mantiene su vigor, su frescura, su envidiable juventud, pese al transcurrir de los años, de los lustros. Música grande, música eterna.

La propuesta que en esta ocasión ha planteado el Teatro de la Zarzuela ha sido francamente buena, según mi criterio. De un lado un prólogo excelente, con gracejo, con visos muy realistas. Todo comienza con un ensayo de La Verbena por parte de la Compañía del Teatro Apolo, justo cuando les llega la noticia de que el Teatro cerrará sus puertas y su lugar lo ocupará una entidad bancaria. Los miembros de la Compañía reaccionan con temor, con preocupación, con tristeza, pero siguen ahí dispuestos a dar lo mejor de sí mismos en esa última función que van a ofrecer con el entrañable título de la obra de Bretón. Este originalísimo prólogo, perfectamente construido, lleno de gracia y con toques sentimentales muy válidos, se debe al ingenio de Álvaro Tato, que ha desarrollado con brillantez una preciosa historia, sencilla y emotiva que no es sino un homenaje al teatro de la Calle de Alcalá, templo del género chico, al mítico y entrañable Teatro Apolo. Y ha contado con varios fragmentos de distintas obras que fueron protagonistas en aquel ya legendario escenario y que forman parte del legado cultural y popular del género chico. Fragmentos de maestros tan populares como Jacinto Guerrero, Federico Chueca, Quinito Valverde, José Serrano, Tomás López Torregrosa, nombres que figuran por derecho propio en la orla del Apolo, a lo largo de sus famosas cuatro funciones diarias. Música llena de empaque, de gracia madrileña, de lo más hondo de la música popular. Títulos como El sobre verde, El año pasado por agua, La Gran Vía, La gente seria, El pobre Valbuena y El Bateo. Actores y cantantes rivalizaron en la puesta en escena durante la interpretación de esos escogidos fragmentos con los que se rinde el mejor homenaje al Apolo. Una idea muy bien concebida, bien desarrollada y llevada a cabo. «La verbena Paloma» Zarzuela
Y al final, la compañía que va a ser disuelta y que desaparece junto al entrañable teatro va y pone en escena La verbena de la Paloma. Y es ésta la segunda y más importante parte del programa. En esta ocasión la dirección escénica y la coreografía se ha encomendado a Nuria Castejón, que ha vivido y sentido como nadie la magia y el embrujo de la obra de Bretón pues nadie como ella conoce y siente tan de cerca esta joya del género chico, pues sus padres fueron brillantes intérpretes de esta obra. La propuesta que ha hecho ha sido sencilla, de acuerdo con el desarrollo de la trama, sin buscar epatar, sin busca “originalidades” que sacan de contexto y hacen que el espectador acabe desorientado y perdido. Ha ido a lo tradicional como bien pedía el texto y la música. Ha rendido homenaje a tantas y tantas verbenas como se han representado, ha rendido homenaje, lleno de cariño y sentimiento, a tantos don Hilariones, a tantos Julianes, a tantas señás Ritas, a tantas tías Antonias. A mí me parece que Nuria Castejón ha dejado prendido un trozo de su alma, un mucho de nostalgia y siempre un tributo de amor y de respeto a la tradición. Con la hermosura de la sencillez, de lo bien narrado, así he visto y así me ha parecido el trabajo de la coreógrafa y ahora directora de escena.

La dirección musical ha estado a cargo de José Miguel Pérez-Sierra. Y creo que ha hecho un encomiable trabajo, pleno de sensibilidad, de veneración hacia una partitura hermosísima que él ha sabido trabajar y re-crear con evidente brillantez. Bajo su batuta la orquesta ha sonado con espléndida afinación, con la fuerza que requiere la obra, ha sabido resaltar los momentos más líricos y apasionados y ha sido respetuosísimo con los cantantes a los que ha apoyado en todo momento, con un cuidadoso trabajo de los planos sonoros. La orquesta ha ayudado al cantante y no ha ocurrido que el cantante se haya visto superado por la masa orquestal. El equilibrio ante todo, buscando y consiguiendo la musicalidad. Exponiendo esos momentos únicos como en el final del dúo habanera cuando lo que hablan no son ya los celos sino los más puros sentimientos y resaltando ese alarde contrapuntístico que llevó a cabo el compositor. La labor del director , pienso que ha sido digna de todo elogio. La orquesta ha sonado bien, muy bien, como bien ha sonado- ya es habitual- el coro que ha tenido protagonismo en el prólogo y que con acierto dirige el maestro Antonio Fauró. Crítica: «La verbena Paloma» Zarzuela

Y los cantantes también han contribuído con sus aciertos al éxito de la representación. Me ha gustado mucho cómo ha encarnado el personaje de Don Hilarión, Antonio Comas. No ha exagerado la interpretación, ha huido del histrionismo y ha dado vida a un clásico viejo verde, pero sin estridencias bufonescas. Un hombre mayor, bastante mayor, viejo, pero con el corazón joven y con la inclinación hacia la belleza femenina intacta. Ya lo dice en un momento “estoy como en mi edad primera, todas las hembras me parecen guapas”. Es un personaje risible en muchos momentos, pero ha sido asumido con una buena dosis de dignidad. De voz ha estado francamente bien, ha cantado con gusto y ha tenido momentos especialmente importantes como en la famosa romanza “una morena y una rubia”. Ha sido el suyo un estupendo Don Hilarión. Es Borja Quiza, un buen barítono que ha tenido afortunadas intervenciones sobre el escenario del Teatro de la Zarzuela. Recordemos una memorable Viejecita, o su aportación a Pan y Toros, o la espléndida versión que hizo del personaje de Lamparilla en El Barberillo de Lavapiés. Siempre ha sabido desarrollar su trabajo con la suficiente solvencia. El papel de Julián le iba como anillo al dedo. Solamente pondría un pero, muy subjetivo, y es que ha sido un tanto lineal a lo largo de su trabajo. Me hubiera gustado una mayor matización en algunos momentos. Pero, claro, esto es un juicio muy personal. Creo que su Julián ha sido francamente bueno, desde ese momento tan lírico en el que habla-canta lo de “También la gente del pueblo tiene su corazoncito”, donde ha puesto a contribución su buen gusto al cantar y donde su buena voz ha servido y muy bien al personaje. El dúo con la señá Rita también ha sido excelente y me ha gustado muchísimo en el dúo habanera, momento cumbre de la obra, donde el tempo va marcando los sentimientos de los personajes, con ese pequeño acelerando cuando la paciencia se le va a acabando al mozo, y la vuelta al tempo inicial con la tranquilidad, desparpajo y “chulería” en la contestación de la muchacha.

Le ha dado acertada réplica Carmen Romeu como Susana, una joven que se debate entre su amor por el mozo y su deseo de castigar los continuos celos con los que la atormenta. Ha cantado con gusto y con buena voz el momento culminante de su trabajo, el dúo habanera y también ha estado acertada en las restantes intervenciones. Pero en el dúo ha puesto mucho gusto, jugando con el reto continuo y al mismo tiempo con el sentimiento amoroso que en vano quiere disimular. Como complemento está el personaje de la otra hermana, Casta, que ha sido encarnado por Ana San Martín, con acierto. Mención especial merece la buena labor que ha desarrollado Milagros Martín que ha dado vida a una Señá Rita sumamente acertada. La he visto muy bien de voz, con gran desenvoltura y cantando con un gusto y con una entrega que la ha hecho merecedora de grandes aplausos. A destacar su dúo “Si el cariño a la muchacha, se le ha acabado ya” que ha tenido gracia, autoridad y buen decir.
Gurutze Beitia ha sido una impecable tia Antonia. Con buena vis cómica, cantando con intención en todo momento, moviéndose con soltura en el escenario sin caer en la caricatura pero sacando todo lo que el personaje es capaz de ofrecer. Sara Salado muy convincente y acertada en su papel de cantaora y no podemos olvidar el buen quehacer de Gerardo López un acertado don Sebastián. El largo elenco se completaba con los nombres de Rafa Castejón, José Luis Martínez, Nuria Pérez , Alberto Frías, Adrián Quiñones, Ricardo Reguera, Mitxel Santamarina, Ana Goya, Andro Crespo, Albert Díaz y Ramón Grau.
En definitiva, una hermosa versión de La Verbena de la Paloma, y un delicioso prólogo que ha sido un heraldo afortunado, por gracia y buen gusto, hasta llegar al gran momento de la obra del inmortal Bretón. Crítica: «La verbena Paloma» Zarzuela
Madrid (Teatro de la Zarzuela), 12 de mayo de 20
Elenco: Antonio Comas, Borja Quiza, Carmen Romeu, Ana San Martín, Milagros Martín, Gurutze Beitia, Gerardo López, Sara Salado, Rafa Castejón, José Luis Martínez, Nuria Pérez , Alberto Frías, Adrián Quiñones, Ricardo Reguera, Mitxel Santamarina, Ana Goya, Andro Crespo, Albert Díaz y Ramón Grau.