Crítica: «La violación Lucrecia» Zarzuela Por José Antonio Lacárcel
De Donde hay violencia, no hay culpa a La violación de Lucrecia
Salíamos del Teatro de la Zarzuela con la alegría de haber presenciado una recuperación de indudable importancia; una obra de José de Nebra que dormía el injusto sueño de los justos, sepultada en el olvido y que gracias a la valentía de varias personas, ha vuelto a ver la luz con indudable éxito. Se trata de La violación de Lucrecia, del arriba citado compositor aragonés, sobre un libreto de Nicolás González Martínez. El habitual desdén de los españoles por la obra de sus mejores compositores, en tremenda mezcla de ignorancia y pedantería, ha mantenido casi oculta una obra que bien revisada a través de afortunada versión, puede ocupar un lugar de honor en nuestra historia musical. Aunque se me pueda acusar de repetir mucho las cosas, nunca encontraré suficientes palabras de agradecimiento a la buena tarea que viene llevando a cabo el Teatro de la Zarzuela y todo su equipo al frente del cual está Daniel Bianco, recuperando obras plenas de interés sumidas en el olvido por la indiferencia y -repito- ignorancia de tantos. Para cualquier musicólogo es un verdadero placer acudir al viejo y siempre entrañable teatro de la Plaza de Jovellanos, donde tantas veces se nos ha ofrecido la posibilidad de saborear obras olvidadas y cuyo rescate ha merecido sobradamente la pena.
En este caso la música de Nebra ha originado una peculiar recuperación. Para ello se ha confiado en el talento literario de Rosa Montero que ha llevado a cabo una recreación muy afortunada. Sobre la historia-leyenda del sacrificio de Lucrecia ante la cruel obsesión de Sexto Tarquinio que revela en su obra literaria Tito Livio, se ha reconstruído lo que inicialmente pensara Nicolás González y se ha ofrecido esta nueva versión con una perspectiva y una óptica muy actualizada. Se ha conservado la parte cantada siguiendo el original, pero los diálogos han brotado de una forma nueva, mucho más actual y con su punto de reivindicación feminista, pero sin estridencias, con la naturalidad propia de una mentalidad de nuestros días, que se enfrenta a un suceso de más de dos mil años de distancia. La brillante periodista y escritora ha ideado la figura del Espíritu de la leyenda de Lucrecia y es este personaje el que nos va poniendo en antecedentes, nos conduce eficazmente por todo el desarrollo de una trama que se sitúa entre lo histórico y lo legendario y viene a destacar que en realidad la heroína busca su muerte para vengar el honor mancillado de su marido, antes que vengar su propia desgracia, el escarnio y el insulto, la agresión terrible que sufre por parte de un descontrolado Sexto. Pero el propio Espíritu nos va poniendo en antecedentes. Y destaca el carácter acomodaticio de Colatino que duda de la virtud de su esposa antes que enfrentarse abiertamente a Sexto. Hay figuras recurrentes en la narración, como el continuo tejer de Lucrecia que parece enlazar con el continuo tejer de Penélope. Los personajes son trazados con habilidad y maestría: Lucrecia es un cúmulo de virtudes, Colatino no pasa de ser un guerrero que se debate entre la duda y la fidelidad a los Tarquinios. En realidad es un tipo bastante necio. Sexto, interpretado por un actor no cantante, es el prototipo de la maldad y del vicio que no sabe ni quiere refrenar. Y aparece un personaje especialmente delicado como es el de Tulia, enamorada de Sexto y en la que recae buena parte de la acción dramática mientras que Laureta, que revive la figura del gracioso -en este caso graciosa- presentada como una mujer sin complejos pero bastante amoral dispuesta a vender a su señora -Lucrecia- por el dinero que le da Sexto. Crítica: «La violación Lucrecia» Zarzuela
Cuando se escribió esta obra empezaba, en la España del XVIII con la llegada de la monarquía borbónica, un culto reverente a todo lo italiano y, como consecuencia, un cierto menosprecio a los compositores españoles que habían brillado con luz propia durante los siglos anteriores. En realidad bien puede considerarse a Nebra como una excepción. Muy considerado por Fernando VI, y sobre todo por la esposa de éste Bárbara de Braganza, que lo tuvo como profesor de composición, junto a otras figuras señeras de la época como Scarlatti. En medio del apasionamiento por lo italiano también el autor aragonés sucumbió, en cierto modo, a las modas musicales de la época. Y eso puede advertirse en tantas y tantas obras suyas donde su música sigue los trazados internacionales con predominio de lo italiano. Y esto también aparece en la obra que nos ocupa. Pero junto a este modelo un tanto estándar en la época, surgen los motivos netamente españoles que también alcanzan un relativo protagonismo. En resumen, nos encontramos ante una obra musicalmente espléndida, ya en las postrimerías del barroco y casi acercándose a lo que bien podemos llamar periodo preclásico. Obra llena de encanto, con arias bellísimas, todas ellas da capo y con repeticiones que, en ocasiones, las hacen un tanto reiterativas. Obra muy bien estructurada de acuerdo con las reglas que regían en las composiciones de la época y en un lugar como la corte española. «La violación Lucrecia» Zarzuela
La puesta en escena y el desarrollo musical de esta creación y que ha llevado a cabo el Teatro de la Zarzuela, pienso que ha estado presidida por el acierto. Algunos aspectos del montaje podrán o no ser susceptibles de controversia, pero aquí ha sido una actualización que me atrevo a considerar como brillante. Ha sido una re-creación de una obra, con aportaciones interesantísimas en lo que ha ideado Rosa Montero y que ha encontrado la réplica musical en el formidable trabajo llevado a cabo, desde el foso, por el polifacético artista Alberto Miguélez Rouco, al frente del Ensemble Los Elementos. Director e instrumentistas nos han traído, como auténtico regalo, lo mejor de una obra de la primera mitad del XVIII y que nos habla también, con su lenguaje musical, de lo que era la corte en España en esa época y cómo un autor español no demerecía, sino todo lo contrario, de lo que se hacía en Europa en ese tiempo. Miguélez Rouco ha trabajado con gran seriedad y con total acierto en la partitura y respetando lo original también ha hecho aportaciones muy dignas de tenerse en cuenta. Su trabajo ha sido encomiable y creo que el público lo ha entendido perfectamente a tenor de los bravos y fuertes aplausos que su presencia en escena ha suscitado. Trabajo minucioso que ha contado con buenos colaboradores, no sólo en el elenco a sus órdenes, sino en todos los momentos de la representación. Con interesante dirección escénica de Rafael R. Villalobos, y con la escenografía de Emanuele Sinisi.
La parte vocal ha estado a un gran nivel. En lo que a nosotros concierne pensamos que la gran triunfadora de la noche ha sido Marina Monzó, con una voz bellísima que ha sabido moldear a las exigencias de una partitura nada fácil. Ha convencido sobradamente en cualquiera de los registros, ha dado un enorme dramatismo a su personaje. Pensamos que ha calado de verdad en la psicología de Tulia, en su continuo debate entre la tristeza, la decepcion y el amor apasionado hacia Sexto. Su actuación ha sido muy brillante y muy creíble.
También ha estado a buena altura María Hinojosa que ha dado vida al personaje de Lucrecia, un personaje atormentado por el miedo a la agresión que va a recibir y preocupada por el honor mancillado y por el honor de su esposo. Ha interpretado a la heroína con sencillez y ha llevado a cabo un buen trabajo en el tratamiento vocal de su personaje. Al insípido general Colatino le ha dado vida Carol García que ha superado vocalmente todos los obstáculos e inconvenientes que concurren en este personaje. Ha cantado con buen gusto. Y con gracia y buena dosis de picardía, además de hacer gala de una bonita voz bien timbrada, la soprano Judith Subirana que quizá sea el personaje más vivo y creíble de toda la obra. Sobrio pero seguro en todo momento, con una buena mímica bien expresiva, el actor Borja Luna. Creo que merece mención aparte una espléndida actriz, Manuela Velasco, excelente intérprete que ha hecho una creación de su polivalente personaje el Espíritu de la leyenda de Lucrecia. Ha tenido que brillar en parlamentos muy largos y ha tenido que hacer algo así como despertar conciencias actuales ante un drama, una tragedia que ocurre hace más de dos mil años.
En definitiva, un acierto esta obra, desde haberla elegido, desde las adaptaciones, desde el planteamiento y el brillante desarrollo final. Pienso que los bravos y las ovaciones que pusieron broche de oro a la representación eran, en verdad, muy sentidos.
25 de marzo de 2023, Madrid (Teatro de la Zarzuela) La violación de Lucrecia. Zarzuela con música de José de Nebra y libreto de Nicolás González Martínez (cantables). Texto hablado: Rosa Montero
Dirección musical: Alberto Miguélez Rouco Dirección de escena: Rafael R. Villalobos
Intérpretes: María Hinojosa, Marina Monzó, Carol García, Judith Subirana, Manuela Velasco, Borja Luna.